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Retrofuturismo

Juan José Fernández Palomo

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Es posible que esto que han venido en llamar “nueva normalidad” sea retrofuturista, por lo que tiene de falsa normalidad del pasado y por lo que también tiene de ucrónico este presente raro. Es paradójico, no estamos aún preparados para entenderlo del todo. Yo, al menos no.

La Tercera República Española, si llega, será también retrofuturista, porque será cosa de un futuro soñado con melancólicas y fallidas formas del pasado. O viceversa, quien sabe.

Hasta las informaciones sobre los tejemanejes del jubilado jefe del Estado ya me parecen retrofuturistas, como su amor, su “amor al comercio”,

como cantaban Esclarecidos, un grupo gallego de elegante pop atemporal.

El retrofuturismo es una corriente artística que se sirve de épocas pasadas y conceptos futuros para construir una perspectiva. Teniendo en cuenta que el futuro es, más que nada, una convención, todo se basa en los inventos y en las posibilidades. Ha dado mucho juego en la cartelería y la publicidad, desde el Nautilus de Julio Verne, a la Guerra de los Mundos, desde el constructivismo soviético –tan entrañable- hasta una portada de Kraftwerk.

Dentro de unos días se cumplirán cincuenta y un años de la llegada del hombre a la luna. No sé por qué fue allí. Tal vez por cumplir un deseo retrofuturista que ya estaba escrito o por templar la guerra fría, yo que sé.

Cuentan que, el día que Neil Amstrong pisó el Mar de la Tranquilidad, el torero Luis Miguel Dominguín bajaba con su cuadrilla en el ascensor de un hotel vestidos para dirigirse a torear. Les dijo a sus subalternos: “Fijaos, el hombre ha llegado a la luna y nosotros aquí con unas medias rosas”. Un tipo de talento agudo, el tal Dominguín.

Me advierte un amigo, un esteta, que “los toreros son nuestros astronautas”. Lleva razón. No hay nada más retro, más futurista y más marciano que un torero.

De hecho, la sensación de pisar el polvo lunar con una bota diseñada por la NASA y la de pisar el albero de La Maestranza con una manoletina es, prácticamente la misma. Se te seca la boca.

El futuro es una cosa muy antigua.

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