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Representación

Juan José Fernández Palomo

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Y en esto llegó René Magritte y mandó parar. Muchos lo sospechábamos, pero tuvo que llegar el pintor belga para decirnos que lo que allí estaba pintado no era real, que era su representación. Y nos quedamos, nunca mejor dicho, a cuadros. Esto no es una pipa, dijo Magritte, la pipa la tienes tú en tu cabecita. La obviedad es difícil de explicar. Es una paradoja, pero es así. La pipa no se puede oler ni tocar ni saborear. No hacía falta, pero Magritte tuvo que explicarlo: “las imágenes están incompletas, pero sin embargo a veces nos engañan, nos traicionan”.

Foucault dedicó un ensayo de cien páginas a esta pipa-no pipa de Magritte para concluir que el cuadro-no cuadro era un malentendido. “No sé si será o no será una pipa, pero me estoy forrando con el libro”, confesó-no confesó el filósofo.

El juez no mandó a chirona a los autores de la obra de guiñol “La bruja y don Cristobal” acusados de “traición” porque el delito de “traición” no está contemplado en el código penal civil. Tal vez siga estando en el código militar. Ojalá, es tan romántico…

Magritte hizo la serie “la traición de las imágenes”, donde está-no está la pipa, en los principios de un siglo XX que no se diferencian mucho, al parecer, de los principios del siglo XXI en esta vieja y achacosa Europa.

Si Magritte, Foucault, Roland Barthes o el mismísimo polaco creador del “teatro pobre”, Jerzy Grotowski, fueran hoy alcaldes de Madrid se hubieran descojonado. Sin embargo, la alcaldesa es Manuela Carmena que balbucea en una rueda de prensa y luego se va a su casa, apaga la radio y la tele y desconecta el wi-fi. La pobre.

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