Con don Antonio
Estuve ayer visitando a don Antonio Machado, era 22 de febrero, su cumplemuerte, y fui a celebrarlo con él, a presentarle, una vez más mis respetos.
Vive cerca de nosotros, aquí al Sur.
Le llevé cigarrillos y una botella de vino del año. Cualquier excusa es buena para charlar un rato con don Antonio.
-¿Qué tal, don Antonio, cómo está?
-Pues bien. Un poquito mejor que muerto.
-Se ha adelantado la primavera. El limonero va explotar.
-Vaya. Las cosas cambian. Hay como prisa en todo.
-Me han dicho que le llamaron del Gobierno para algo de importancia.
-Sí. Me querían hacer ministro o algo así, que yo era un referente moral o cosas de esas…
-¿Y?
-Pues les dije que muy agradecido, pero que no me veía yo en eso, que habría gente más preparada, más joven…
-¿Y de qué era el gabinete?
-De algo así como universidades, universalidad, ética, buen comportamiento, felicidad entre hombres y mujeres de España, ciencia y un poco de calma.
-Pues suena bien…
-Sí. Pero ya estoy un poco mayor para esto.
-Sigue habiendo una España que muere y otra que bosteza.
-Pues sí. Nos guarde Dios de todo esto.
-No le molesto más, don Antonio. Me marcho. Por cierto, cómo está su madre?
-Bien. En un hotelito en Collioure, al sur de Francia.
-¿Viene para acá?
-Pues no sé. No creo. Lo que ella quiera.
-Adiós, don Antonio.
-Hasta luego, chaval. Intenta seguir siendo, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.
-Lo intentaré, señor. Tal vez no sea sencillo, pero le prometo que lo intentaré.
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