Abril: jugar y leer
Yo, que tengo la tontaina manía de futbolizarlo todo, escuché y leí el discurso de aceptación del Premio Cervantes que hizo Goytisolo el otro día y lo entendí como un pase “cortito y al pie”.
Juan Goytisolo es un metrónomo centrocampista de nuestras letras que, de mayor, se retiró a Marrakesch para tomar distancia de la cancha de las letras hispánicas.
Tomar distancia no es alejarse, ni mucho menos. Es perspectiva, algo esencial en el fútbol y en la vida (si es que fueran diferentes uno y otra: te lloro, Galeano).
El discurso de Juan Goytisolo fue breve y certero. Tiqui y taca hermoso sobre un desierto que él convierte en césped recién regado. Lo demás son tarascadas y balones aéreos sin rumbo definido.
Goytisolo se giró sobre sí mismo, pisó el balón, tiró un caño y dijo: “En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel”.
Muy fino: ni un patadón, ni un regate afectado o demagógico. Una gambeta en tiempo real que se convierte en un interrogante a futuro.
Tuvo tiempo, también, para acordarse del gran central lisboeta Fernando Pessoa y repitió una de sus afamadas y elegantes salidas de balón desde la media luna: “llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria”. Y la grada del estadio suspiró.
A todo esto, debo decir que tiene toda la pinta de que a Goytisolo le interesa el fútbol tanto como a mí el cricket; pero me da igual, yo sigo y sueño con que el inflado timorato del cholo Simeone en rueda de prensa cite a T.S. Elliot y diga: “Abril es el mes más cruel”. Sueño en vano.
Que los zurzan -al cholo y a Elliot-. A mí me encanta Abril y en mi estantería hay varios cromos de Goytisolo.
(Por cierto, el corrector predeterminado del procesador de textos de mi ordenador subraya en rojo “Cervantes” ¿Qué mundo estamos construyendo?)
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