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Golpes bajos

Aristóteles Moreno

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La ciudad nos exige que no nos quedemos quietos

(José Antonio Nieto. Alcalde de Córdoba)

En estos términos, aparentemente solemnes, se dirigió el señor alcalde de Córdoba al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, el pasado lunes en el acto institucional de reapertura de la Ribera. Y, en efecto, ni el Ayuntamiento ni el Gobierno andaluz se han quedado quietos ni un instante tal como demanda la ciudad. Ese mismo día, sin ir más lejos, las dos administraciones más decisivas de Córdoba se dieron todo un recital de puntapiés y pellizcos de monja por lo bajini a cuenta de un proyecto de interés ciudadano.

En esto, como en otras muchas cuestiones, no se han quedado quietos. Ni la Junta ni el Ayuntamiento. El señor Griñán, pongamos por caso, se ha hecho el distraído con la inauguración del tramo reformado de la Ribera para meterle un dedo en el ojo al regidor Nieto en materia de tráfico. Así se libran los combates de baja política: dándose de guantazos en la cara del ciudadano. Un gancho de izquierda por aquí, un directo de derecha por allí y la ciudad hecha unos zorros.

Así vista, la frase del alcalde no engaña a nadie. Por ahí nada que objetar. Es más: agradecemos que no intente hacernos creer que el Consistorio que dirige y la Junta de Andalucía trabajan coordinadamente para desatascar los graves problemas de Córdoba. Lo hemos visto en el caso del centro de congresos con una claridad meridiana. Cómo el Ayuntamiento le propinó un castañazo sin manos a la Junta y se llevó la sede a tomar viento fresco a un polígono perdido únicamente para ver retorcerse a sus adversarios con dolor de estómago.

Vale que la Junta luego se sacó de la manga la rehabilitación del palacio de congresos de la calle Torrijos para dejar al alcalde con tres palmos de narices. Pero quien da primero da dos veces, aunque dé en el espinazo del contribuyente, o sea en su bolsillo y en el nuestro. De acuerdo: ni el señor Griñán ni el señor Nieto se han quedado quietos. Todo lo contrario. Aunque en los actos institucionales exhiban una exquisita compostura de estadistas intachables.

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