Champán y derechos básicos
Que todo el mundo tenga acceso a una vivienda digna
He aquí un caso claro de transmutación política. Un derecho constitucional convertido en consigna navideña. Y, en lugar de meterlo en el programa electoral, llevarlo al Parlamento, discutir medidas eficaces, garantizar su cumplimiento y velar porque, en efecto, todo el mundo tenga acceso a una vivienda digna, en lugar de todo esto, decimos, lo colocamos en el canasto de los mazapanes. De los buenos deseos. Del turrón y las garrapiñadas. Del quiero y no puedo. De las bolitas de anís.
En un emotivo vídeo navideño, el señor alcalde nos desea felices fiestas y que todo el mundo tenga acceso a una vivienda digna. Podría haber impulsado una iniciativa legislativa. Una proposición de ley para corregir las disfunciones del mercado inmobiliario y frenar la espiral especulativa. Pero ha preferido brindar por un derecho esencial como quien desea salud, dinero y amor.
Y así, tacita a tacita, iremos sacando los derechos básicos de la Constitución para transmutarlos en lindas postales navideñas. El derecho al trabajo, a una sanidad digna, a una educación de calidad, a la libertad de expresión, a la de conciencia, a la de reunión, a la de manifestación, el derecho a la integridad física, a la no discriminación, a la igualdad ante la ley y, en fin, todas aquellas cláusulas que un día conformaron nuestro Estado democrático y nuestro marco de garantías fundamentales.
-Buenos días, vecino.
-Que tenga usted un 2025 lleno de paz y derechos constitucionales.
-Que Dios te oiga.
Y, cuando hayamos vaciado nuestra Carta Magna de obligaciones inútiles y las hayamos transformado en crismas de Pascua y bellas intenciones, entonces echaremos el cerrojazo al Congreso de los Diputados y rezaremos por un mundo mejor, más justo y más fraternal. Lo que viene siendo un brindis al sol.
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