Un caso de estudio
"El botellón es un pego"
(Jesús de la Torre. Mejor expediente de selectividad 2016)
Examinemos este sintagma. El botellón es un pego. Centrémonos en su autor. Jesús de la Torre, pese a lo que pudiera inferirse del titular, es un joven de 18 años. Quiere decirse que está en esa edad de la vida en que las hormonas toman el volante del cerebro. Lo toman por asalto. Nada de pactos, de ni acuerdos, ni de transacciones. Llegan un día por vía intravenosa, se apoderan del córtex, amordazan al hipotálamo y lanzan al organismo por un despeñadero caótico de impulsos primarios. Lo que se conoce en términos biomédicos como la vida birlonga.
Jesús de la Torre tiene 18 años. Lo acabamos de decir. Pero es titular de un currículo académico de tres pares de narices. Para empezar, acaba de obtener la mejor nota de la selectividad de Córdoba en un examen que ha reunido a más de 4.000 estudiantes. Y lo que es más preocupante: ha sacado matrícula de honor en todas las asignaturas durante seis años consecutivos de enseñanza media.
No sabemos si su estratosférico expediente académico es directamente proporcional al sintagma que encabeza esta página pero el caso es que a este joven ejemplar le aburren soberanamente los botellones. Lo cual ni es bueno ni es malo sino todo lo contrario. La frase y su autor impugnan uno de los fenómenos culturales de la contemporaneidad. Vivimos bajo la levedad del ser, el hedonismo rampante y el carpe diem de última generación y al mejor expediente académico de Córdoba (y provincia) los botellones no le producen ni frío ni calor.
Baste un dato: en la pasada Feria de Córdoba, más de 15.000 jóvenes se concentraron en el Balcón del Guadalquivir para intercambiarse mensajes de guasaps y beber calimocho durante horas. ¿Y qué hizo Jesús de la Torre durante todo ese tiempo? No tenemos la menor idea.
El asunto nos suscita varios interrogantes. Por ejemplo. Cómo logra este muchacho (cabal y responsable) contener el brío hormonal, dominarlo y reciclarlo hacia el estudio, la disciplina y la ponderación mientras miles de colegas caminan con las bolsas de plástico en dirección al botellón. Oiga: todo un misterio. Desde luego, un caso de estudio. El del chaval fuera de serie y el de la marabunta alcohólica.
Por lo demás, el adjetivo calificativo (pego) es un adorable localismo que nos encanta.
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