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Autoliquidación

Capilla Real de la Mezquita Catedral
15 de marzo de 2023 06:00 h

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Hay que frenar el reduccionismo islámico de Córdoba

Demetrio Fernández Obispo de Córdoba

Supongamos que un magnate americano compra la Coca Cola. No hablamos de cualquier cosa. Hablamos del producto más consumido del planeta desde que usted y yo tenemos uso de razón. La marca se vende sola. Solo hay que ponerla en el escaparate y sentarse a hacer caja. Una máquina de fabricar billetes por un tubo. Pero resulta que al magnate americano no le gusta la Coca Cola. Prefiere el Bitter Kas. Son cosas que pasan. Entonces pone en marcha un plan para desacreditar la marca más vendida del mundo y potenciar el sabor amargo del Bitter. 

El señor obispo de Córdoba no tiene en sus manos la Coca Cola. Tiene bajo su administración la Mezquita omeya. No es la bebida más consumida del planeta pero es una marca patrimonial de indiscutible prestigio universal. Quiere decirse que se vende sola. Usted abre la puerta del soberbio oratorio andalusí y se le atiborra de visitantes todos los días del año. Tirando por lo bajo. Pero a monseñor no le gusta la Mezquita de Córdoba. Prefiere el Bitter Kas. Es decir, la Catedral que se erigió en su interior por obra y gracia de otro obispo: Alonso Manrique. Y para ello ha puesto en marcha un centro de interpretación de la Mezquita de Córdoba con el objetivo de pulverizar su nombre comercial en todo el mundo y relanzar el Bitter Kas. 

En términos mercantiles, cualquier economista describiría la operación como un ejemplo estrambótico de autoliquidación. Y, en efecto, lo es. Nadie inmatricula a su nombre un producto de éxito para arruinarlo. Pero claro. Hablamos del obispo de Córdoba. Un señor que no se conduce por los códigos terrenales de la lógica. Mientras tanto, las administraciones públicas miran para otro lado. En el mejor de los casos. Hay días, incluso, en que van a misa de doce a la Mezquita y pagan cantidades disparatadas de dinero en lanzamientos promocionales del Bitter Kas. Usted me entiende. De tal forma que se convierten en cooperadores necesarios de la maniobra de autoliquidación del mejor estandarte que tiene esta ciudad desde hace 1.250 años. Ahí es nada. 

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