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Érase una vez Lucena...

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Alejandra Vanessa

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[Imagen extraída de http://www. todocoleccion. net correspondiente a una postal escrita en 1932 en la que aparece el estanque del parque principal de Lucena]

Érase una vez una niña tan tímida que le daba un corte terrible comenzar la conversación con su amiga invisible. Tan discreta que su mano derecha no sabía lo que hacía la izquierda. Y tan delicada que los dientes de león la deshacían al rozarla. “Yo conozco la historia porque la contaba mi abuela”, dice su hija E., “no lo cuenta ella sino que lo contaba mi abuela”, insiste.

El día que Araceli se escapó de casa acababa de cumplir cinco años. Ella y su hermano jugaban en la parte trasera de la droguería familiar, donde siempre despachaba su madre. En un momento de charla con su vecina Fulanita, que nunca compraba pero tenía mucho tiempo libre, la niña empezó a andar y andar, sin que se dieran cuenta, hasta el Parque Grande, que entonces era como el final del pueblo. En realidad el Parque Grande no quedaba lejos para un adulto pero para una niña tan pequeña la distancia era grande para ir sola. Cuando la madre se percató de su ausencia, salió corriendo a buscarla y movilizó a todo el vecindario para que la ayudase, hasta que la encontraron sentada en un banco del parque “esperando nadie sabe qué”.

Cuando se marcharon del pueblo, su hermano y ella eran aún unos niños, apenas unos meses después de que Araceli celebrase su primera comunión. No dejaban demasiados familiares, el puñado de amistades que entablas a esa edad, muy difusos los vínculos, escasos los viajes de vuelta por las dificultades y las circunstancias. Por eso aquel Parque, aquel Parque Grande del que no conocemos su nombre con seguridad, supone para Araceli la medida en que ha cambiado Lucena. Qué importa la apertura de nuevas tiendas y el cierre de la vieja droguería, qué importan las carreteras de varios carriles o los nuevos encalados. Ahora el parque, donde acababa el pueblo y comenzaba el fin del mundo, eso que estaba tan lejos tan lejos de casa, se ha convertido en el centro del municipio, en el centro de Lucena.

E., con expresión de incredulidad, continúa: “es curioso cómo una persona que siempre ha sido tímida, que nunca ha salido de casa, de repente con cinco o seis años quisiera llegar a ese fin del mundo”. Pero yo, que también conozco a Araceli, la observo con cautela, no se espante, y descubro cómo camina hacia a aquel parque: las manos entretenidas en cualquier cosa, la mirada libre, buscando nadie sabe qué, “... fíjate que ella ni siquiera cuenta la historia”.

Pincha y escucha a la hija, ¿o hijo?, de Araceli: El nombre de Araceli

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