La última y nos vamos
BOLETÍN OFICIAL DEL ESTADO
- Disposición general
PAGAD (Prueba de Acceso al Grado de Abstencionismo Democrático)
TIPO TEST | Prueba única
¿Qué alegoría popular refleja el sistema democrático en España?
A. Pesadilla en la democracia. Se atiende a un caos similar al que se observa en el programa de Chicote. Los bares, como la democracia, están por todas partes para su uso y disfrute. Casi todos los ciudadanos pagan sus servicios, como en la democracia, pero a veces no satisfacen e incluso asquean. Un restaurante en ruinas es signo de un gobierno mediocre. Ninguno de sus componentes se entiende, apenas tratan los contratiempos del día a día y se tiran los trastos a la cabeza permanentemente.
En algún punto, se atisba una tímida esperanza cuando aparece la figura de un nuevo iluminado. Chicote llega con buenas intenciones y liderazgo. Sin embargo, tan pronto como entra en los fogones se contagia de una ira visceral que le hace vociferar y arremeter como el resto. A la desesperada, intenta lavar su imagen invirtiendo en una reforma que modifica el aspecto del restaurante pero mantiene la estructura de siempre. Tan pronto como se inaugura el nuevo ciclo, la decadencia rebrota. Las cucarachas de las cloacas se cuelan en la cocina; las comandas no salen; el gerente se toca los huevos, los cocineros maltratan el producto interior y los camareros pagan el pato.
B. Catalán el que no vote. Expresión coloquial cuyo uso busca señalar a aquellos que no cumplen el mandato moral del sistema democrático. Dicho de otras formas más asentadas: esquirol, perroflauta, antisistema, podemita, rojo, anticonstitucionalista o, sencillamente, anarquista. Suele emplearse por un grupo numeroso de cíclopes en plena exaltación de un orgullo abstracto, por ejemplo, una nación.
Si atendemos a su ejecución, la expresión toma un cariz melódico como de cántico futbolero. Se contagia de una hinchada a otra. Siempre el mismo cantar: menospreciar todo lo que sea ajeno a su equipo. Se puede hacer uso del himno cambiando el complemento directo (catalán) por cualquier otro sustantivo o adjetivo despectivo. Aunque actualmente para estos hooligans catalán es el más peyorativo.
El resto de la oración surge como respuesta a la abominable acción de no votar. Según sus concienzudos detractores, se puede votar nulo o blanco, pero votando. Se puede votar a la derecha y avergonzarse luego, pero votando. Se puede votar a la izquierda y decepcionarse ipso facto, pero votando. Se puede votar al centro… No, no se puede. Entonces se vota en blanco y punto. Pero se debe ir a las urnas porque hay que votar, es el deber como ciudadano, un derecho por el que los abuelos lucharon [¿no era un deber?)] y, además, que no ir a votar no sirve para nada, coño.
C. La última y nos vamos. Tanto el emisor como el receptor de esta falacia se saben abriendo el after. El hecho de decirlo solo supone un espejismo de voluntad que alivia el remordimiento. La tenacidad de un beodo empedernido es tan consistente como la voluntad de la clase política.
Borrachos de poder, buscan un sillón en el que seguir durmiendo la mamandurria. Por ello concurren tantas resacas electorales en España. Los próximos comicios prolongan la de abril. Resacona guapa para una democracia de 40 añitos; desde luego, ya no son como antes. Incluso meses después de la melopea, siguen balbuceando.
Comicios cirróticos, políticos errantes y un veleta. No recobran el sentido de lo que dicen; de la que se calzan no son capaces de articular palabra entre ellos. En estos días asistimos otra vez a la vomitera perfecta. Pffff. El Discurso. En todos lados, a todas horas, ese hedor de ese aliento a podredumbre interna. A hígado de cerdos. Sin remedio, enganchados a un poder que se bebe como se toma, por la cara y a costa de los demás. Happy hours. Siendo tan barato… .
La última y nos vamos. Qué cabrones. Ya se podrían ir a sus chalets en Galapagar, una buena cama, un par de gayolas indecorosas, poner cualquier mierda para comer y pedir cualquier basura en la tele.
D. Todas son correctas.
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