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Tengo que dejarlo

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Miguel Ángel López

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A la memoria de Camus.

Pero no lo dejo. Lo miro como si fuera el último, (el último polvo de una reconciliación inútil). Una vez entre los labios, el fuego se aviva, una combustión interna engloba el sentido y una frágil ceniza amenaza el instante. Y apenas ese rastro de polvo mal sacudido se mete en la conciencia. La de los domingos de las resacas. Turbia, tormentosa e incolora. Otra vez me lo digo. Tengo que dejarlo, tengo que dejarlo. Pero no lo hago porque… Entre los labios, los suyos y los míos cabría ese largo túnel de Biedma. O quizás no. Otra duda asalta y arremete hondo: el tabaco, este tabaco de ocho dudosas horas que no me deja dormir, esta vida insana y esta dieta aburrida. Este sueño intermitente, interrumpido por la cisterna del vecino. Por su horario insolente para cagar.

Hay que dejar tantas cosas. La resignación de querer y no poder se me antoja tan bella: esa fantasmagórica batalla que se libra en las afueras, en los campos yermos donde se desangra el deseo a manos del deber. Allí, en plena exaltación de la voluntad, la realidad bombardea súbitamente. ¿En qué carajo estás pensando? Vuelve a este lado y pon una lavadora. Y el día emerge límpido, tan tibio como la certeza de los responsables. Y toda esa claridad también es inútil porque no cala. No cala aquí dentro.

[Autolavado de conciencia. Separar lo negro del color. Los pensamientos impuros de los puros. Tiende esas sábanas y asegúrate de que huelen a hogar].

Porque mi fuero es un cañón abismal de negrura. Sin remedio ni perdón. Y uno vuelve a saltar al vacío, a la náusea, y sentir que se vive sin vicios como sin vicios se muere: sin trascender. Sin merecer la pena. Que lo único que la merece es la soledad elegida. Para nosotros la pena, a solas, es menos pena y más amena.

Me arrugo y me contorsiono en este sofá minúsculo del Ikea como un lobo estepario. Miro el móvil, y nada. Me escondo de todo lo que no me acecha, pero me persigue y me juzga.

[El juicio indolente de la ejemplaridad. De la estandarización. De la decadencia homologada y el hundimiento legítimo].

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