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Los 4 posibles desenlaces de 'Juego de Tronos'

Miguel Ángel López

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Las dos últimas temporadas de Juego de Tronos, que ya no siguen el convoy narrativo de Canción de hielo y fuego, tampoco siguen la estela aberrante de la saga: la producción estadounidense ha mermado su cariz sorpresivo; los diálogos de Benioff y Weiss no están a la altura de George R.R. Martin (algo naturalmente comprensible); el tratamiento piadoso de personajes importantes les resta misterio; y capítulos épicos en demasía como la Batalla de los bastardos o Más allá del muro, suman incredulidad e impulsan la última temporada definitivamente hacia la espectacularización más consumista. La serie ha perdido el azote imprevisible, fruto del desconcierto que solo causa la muerte. Su argumento se sostiene sobre un misticismo heroico de fundamentación mágica que absorbe esa cínica sociedad medieval —alegoría despiadada de nuestros tiempos— construida en las primeras temporadas.

No obstante, entrar en las diferencias entre libros y serie es caer en un debate trivial. Las temporadas han adelantado a las novelas, HBO lleva años sosteniendo la mayor superproducción de todos los tiempos y el público ha cambiado a medida que lo ha hecho el formato: Poniente necesita un final. No hay que olvidar que, si bien toda adaptación genera siempre dos versiones de una misma historia, George R.R. Martin ha expresado en numerosas ocasiones la lealtad que las cámaras han rendido a la pluma. De hecho, en su última entrevista afirmó que el final de la serie no será muy distinto al de los libros.

El Rey en el norte, en Poniente - Final Disney

Que el apuesto guerrero inmortal, cuya honra y valentía son inquebrantables, termine gobernando los Siete Reinos junto a la revolucionaria Madre de Dragones, supondría una tunda de argumentos éticos tan fácilones como vomitivos. Automáticamente Juego de Tronos pasaría a los anales cinematográficos como una historia más, con un esperadísimo final feliz entre un atractivo y gentil caballero y una belleza indómita que logra sus sueños tras innumerables obstáculos. Los previsibles acontecimientos del primer episodio de la nueva temporada siguen apuntando en esta dirección, aunque probablemente sea solo un anzuelo para crédulos espectadores. No creo que tan magnánima cinta se vea finalmente reducida a un cuento infumable.

La venganza de las chicas Stark - Final justo, pero aburrido

Sansa y Arya Stark se han desempeñado en tramas muy separadas, pero unidas en la desgracia. Y ahora, en Invernalia, con un ejército presumiblemente invencible para enfrentarse a la Larga Noche. Ante el romance del lobo y el dragón, Sansa podría ser, aparentemente, la alternativa al final Disney, pero… ¿no sería igualmente aburrido? Es cierto que la evolución de Arya resulta muy atractiva: aun en el fantaseo de los Hombres sin Rostro, subyace un sedimento literario muy original. Por su parte, el personaje de Sansa ha adquirido una profundidad escrutadora bastante trabajada. Y, sin embargo, verlas asumiendo el peso del gran desenlace sería intrascendente; una venganza íntegra para impartir justicia como clímax estaría tan trillado como cualquier otro final feliz. Claro que… ahí está Bran, el personaje con las posibilidades más enigmáticas de la serie que, de seguro, será decisivo (o definitivo) sea cual sea el desenlace.

El dominio de la muerte sobre la vida - Final coherente

La verdadera aportación de Canción de Hielo y Fuego al espectáculo televisivo no reside tanto en la creación de un mundo ficticio bastante real, ni en la construcción de unos personajes precisos que urden, sagazmente, los tejidos de un mapa de intereses. No. Lo realmente significativo de la serie es la destrucción de la unidireccionalidad. Siempre hemos visto obras audiovisuales que se deshilachan en finales resolutivos: prevalece el bien o el mal, la justicia o la injusticia. Sin embargo, Juego de Tronos establece la dualidad conceptual desde el principio, una ambigüedad de valores en la que ser bueno o malo carece de importancia. La victoria de los Caminantes Blancos supondría el dominio de la muerte sobre la vida. Más allá del latente componente metafórico que esto supone, hablaríamos de un final coherente y digno. Pues ningún ego regio puede burlar su caída; ningún afán conquistador puede someter la ultratumba; y ningún acto de justicia puede condenar a la muerte. Valar Morghulis.

Cersei, la primera de su nombre… - El único final

Absolutamente nada ni nadie puede doblegar la vileza. Ni la mismísima muerte. Esta sería la sentencia con la que Juego de Tronos demolería toda moralidad. Una culminación perfecta y alegórica. En última instancia, el éxito de la serie cristaliza cuando nos reconocemos en unos personajes disfrazados de ficción: todos hemos sido traicionados o traicioneros, indignados o indignadores, víctimas o verdugos. Cersei es el único personaje que se ha mantenido en una misma localización tanto tiempo con la única ayuda de su abyección. Solo ella encarna la crudeza de nuestros días, la pantomima delirante que nace de nuestra obstinación ideológica. No se recordaría una obra de tal magnitud con un colofón tan irritante. Pero no, las masas no permitirían tal osadía. Además, varias teorías apuntan hacia una muerte espectacular de la reina león, como la profecía del Valonqar, según la cual Cersei será estrangulada por su hermano menor (Tyrion Lannister).

Sea como sea su desenlace, lo apasionante es la cantidad de caminos narrativos con los que despistar, matar y resolver (o no) un juego que presumiblemente termine de forma muy distinta a las aquí plasmadas. Lo realmente azaroso no es saber qué ganador nos darán Benioff y Weiss, sino cómo lo justificarán. Y, aun en la crítica más feroz, hay que ser fan acérrimo de Juego de Tronos.

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