Rosa Lara: “La ciudad es del peatón”
En la bicicleta de Rosa Lara (Córdoba, 1972) casi siempre sobresale algún plano. Ahora desde la Delegación de Patrimonio del Ayuntamiento de Córdoba y antes desde el servicio de Proyectos de la Gerencia Municipal de Urbanismo, Rosa Lara siempre estaba pensando. Y diseñando. Y eso se notaba en su bicicleta, cargada de planos y de carpetas.
Por las manos (y sobre la bici) de Rosa Lara (licenciada en 1998 en Arquitectura por la Universidad de Sevilla) han pasado proyectos que han cambiado la ciudad. Junto a Pedro Caro, diseñó la reforma de la calle Cruz Conde, cuando nadie imaginaba que esta vía, antes atestada de coches y casi siempre atascada, pudiese acabar siendo peatonal. También con Caro participó en la restauración de la Posada del Potro. Y con Rafael García Castejón se llevó uno de los premios de arquitectura más importantes de los que se han otorgado en Córdoba por la intervención en la Casa Múdejar, sede hoy de la Casa Árabe. Con este mismo arquitecto restauró la Plaza del Potro.
Rosa Lara se cita con CORDÓPOLIS junto al Templo Romano de la calle Claudio Marcelo y detalla cómo ha cambiado de forma espectacular una zona gracias a la intervención realizada por Mari Carmen Chacón y Juan Murillo. La retirada de la valla que había y la puesta en valor del yacimiento ha supuesto el descubrimiento de un “nuevo” monumento para los ciudadanos, recuperando el Templo y parte de su plaza. Así, esta arquitecta, que se declara fan de “la ciudad sin coches” y que contesta a todas las preguntas con una sonrisa, algo que se agradece, ejemplifica cómo se puede seguir trabajando, proyectando y cambiando una ciudad ahora que el dinero es tan escaso.
PREGUNTA. Chica joven, cordobesa, implicada y muy interesada en la ciudad. Rosa Lara. Arquitecta del Ayuntamiento de Córdoba. No sé si alguna vez cuando estabas estudiando en la Escuela de Arquitectura de Sevilla llegaste a pensar que en tus manos estaría cambiar las formas de la ciudad en la que has nacido.
RESPUESTA. La verdad es que no. Jamás. A mí me gustaba la arquitectura y tenía claro que quería irme fuera de la ciudad. También cuando eres adolescente, la presión de los padres, mi padre me ataba muy corta (risas) y yo me quería ir fuera. Lo tenía clarísimo. En principio quise irme a Barcelona, allí estaba la escuela de moda. Y me quería ir cuanto más lejos mejor. Pero bueno, había que ajustarse a la economía doméstica y se vio que Sevilla era una opción posible.
P. Bueno, de Sevilla han salido muy buenos arquitectos.
R. También, también. Pero quizás Sevilla está demasiado cerca (risas).
P. Te pregunto por cómo tiene que ser esa sensación de ir andando por tu ciudad y pisando y tocando cosas que han salido de tu cabeza, que tú has diseñado... No es lo mismo un arquitecto que viene de fuera, que uno local, que vive aquí, que tiene vecinos, familia, que sale a la calle, al que conocen...
R. Desde luego. Cuando salió la oportunidad de poder trabajar en el Ayuntamiento nunca me imaginé que iba a poder hacer cosas tan bonitas o tan chulas. Recuerdo que mi primer contrato era hacer un estudio de la Axerquía, donde además yo vivía, en la calle Tinte, que era donde tenía un pequeño estudio. Recuerdo que en una reunión de trabajo nos dieron a elegir zona. Yo quería trabajar en mi barrio y mi barrio era la Axerquía. Ahí es cuando por fin te das cuenta que puedes hacer cosas en el ámbito que directamente te atañe.
El C4 lo hubiese hecho a una escala más pequeña
P. Los ayuntamientos siempre han fichado a arquitectos con nombre. Aquí, por ejemplo, lo hicimos con Rem Koolhas, aunque nunca llegamos a ver su obra. Pero el arquitecto de la ciudad tiene que tener una perspectiva distinta al que lo mismo construye un edificio aquí que en Nueva York.
R. No estoy de acuerdo. Los grandes arquitectos analizan muy bien el sitio en el que van a construir. De hecho, en Córdoba Nieto Sobejano [equipo de arquitectura formado por Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano] tienen grandes ejemplos de entender la ciudad. El nuevo museo de Medina Azahara me parece que es magnífico y que han entendido muy bien dónde estaban construyendo. El C4, que también es un edificio magnífico, yo lo hubiese hecho a una escala más pequeña. El edificio es una preciosidad, pero a mí me quita vistas. Cuando cruzo el Puente del Arenal me digo: “Bájate un poquito, que no termino de ver la Mezquita o la Sierra”. De todas formas, yo creo que sí se analiza el entorno y todos los grandes arquitectos lo hacen. Distinto es que también se ha puesto de moda que la arquitectura tiene que sobresalir sobre todo lo demás. Ahí es donde creo que está el problema, pero si son buenos arquitectos tienen en cuenta donde trabajan. A mí me gusta la denominación de que somos arquitectos de oficio, y de otra escala. Por ejemplo, para esos edificios tan grandes. Entiendo que hay que hacer concursos. Si vas a hacer esos enormes edificios no sólo vale que ganen los mejores, sino los mejores de los mejores. Los arquitectos municipales lo que tenemos es que trabajar nuestra ciudad y cubrir las necesidades que se nos pidan al menor precio posible. Es nuestra responsabilidad. Tenemos que tener criterios de economía. Manejamos el dinero de todos. Y eso es una gran responsabilidad. Por eso, para hacer un gran edificio lo tiene que decidir un grupo de expertos en el que estén políticos, ciudadanos, técnicos... y ver que de verdad podemos asumir ese gasto y que lo haga el mejor. Distinto es que luego hemos visto que hay obras muy buenas y otras no tanto. A toro pasado todo se ve muy claro... (risas).
Tenemos que tener criterios de economía. Manejamos el dinero de todos. Y eso es una gran responsabilidad
P. El C4 lo ves demasiado grande, pero el Centro de Congresos de Rem Koolhas era bastante, bastante más grande. Y estaba más cerca de la parte histórica.
R. Sí.
P. ¿Nunca te lo imaginaste?
R. Sí, sí. Me parecía demasiado bárbaro. Un edificio demasiado ambicioso. Pero mucho, mucho. Pero no sé, ¿eh? Que a lo mejor nos hubiese sorprendido, aunque personalmente yo creo que no. Se puede hacer otro edificio mucho más modesto y hay otras zonas. Cuando se construye en zonas libres como la parcela de Miraflores, yo soy de los arquitectos a los que le da muchísima pena poder hacer algo que distorsione. Desde la humildad, prefiero construir lo mínimo y lo estrictamente necesario. Y más en entornos naturales, como allí junto al río, o con puntos históricos tan cercanos. Menos mal que ya salió la ley para crear una zona colchón porque no sólo hay que proteger el monumento, sino también su entorno. Pero bueno, ¿quién sabe? Está el ejemplo del Guggenheim. Las cosas si no se hacen...
P. Nos lo podemos imaginar. Lo vimos en una maqueta.
R. Claro, claro. Así a priori, lo vi muy complejo y muy muy duro.
P. Yo lo hablaba con mucha gente y les decía: “Es que no os imagináis la altura que tiene ese edificio”. Sobre la maqueta quizás se veía pequeñito...
R. Bueno, en la maqueta ya llamaba la atención. O sea, eso de chiquitito... relativamente. En la maqueta ya se vía un pedazo de edificio. Pero quién sabe.
P. Si te dieran la parcela esa, ¿qué harías allí?
R. Yo no construiría en el parque. Nada. Se ve la vista de la Campiña, la horizontalidad del río. No. Luego están las vistas. Es más, me estorban muchos de los edificios que se han hecho en el frontal del río. Muchos. En el momento en el que algún edificio sobresale más y por la altura te quita vista, no lo veo. Pero, ¿hace falta? ¿Tenemos que construir? Si es necesario para que la ciudad prospere, hay que hacerlo. Si no es necesario...
Si me dieran la parcela de Miraflores en la que iba el Centro de Congresos de Koolhas no construiría nada
P. Lo que no hay es dinero.
R. No. Ahora no hay dinero, pero desde luego sí que es el momento de ponernos a proyectar, de desarrollar ideas, de analizar pros y contras.
P. Proyectando en la Gerencia sí que estáis. De hecho, me consta que tenéis bastantes cosas de la ciudad dibujadas. Por ejemplo, estamos aquí, en la calle Claudio Marcelo [la entrevista se realiza en la Caña de España, justo en la ventana desde la que se ve el Templo Romano] y sé que tenéis una propuesta de cómo reformarla.
R. Bueno, hay muchas propuestas. Está claro que esto es un gran equipamiento, junto al Ayuntamiento que es el edificio principal de la ciudad y que adolece de muchas cosas, como una plaza. Además, este entorno está dominado por los coches. Y esto es el centro de la ciudad, tanto el equipamiento como los monumentos que lo rodean, la envergadura de los edificios y lo que significa este punto. Con la nueva ordenación, cuando se abrió la calle Claudio Marcelo, y sobre todo por el problema del tráfico, estética y patrimonialmente la zona no está proyectando todo el poder que tiene. De hecho, fíjate en la intervención en el Templo Romano. Con un presupuesto muy pequeño y una buena intervención ha cambiado la zona totalmente. Así pues, en el momento en el que quites los coches, le des otra ordenación urbanística para el monumento y el uso de los peatones, pues conviertes esto en otro mundo.
Si todos los que tenemos posibilidad de tener coche o vehículo lo usamos, esto sería un infierno
P. Nadie se imaginaba la calle Cruz Conde sin coches. Bueno, tú.
R. Sí, sí. De todas formas, yo siempre digo que la calle está diseñada para que puedan pasar los coches. En la ciudad, las obras tienen que ser muy flexibles. Está claro que se potenció el paso del peatón, pero luego construimos una sección fuerte para que pueda pasar el transporte público por si en un momento dado la ciudad lo necesita y tienen que volver a pasar vehículos, aunque sea puntualmente. Sin embargo, yo creo en la ciudad sin coches. Y cada vez más todas las ciudades van hacia eso. Si todos los que tenemos posibilidad de tener coche o vehículo lo usamos, esto sería un infierno. La ciudad se convertiría en un sitio sin comunicación por el ruido, también estaría el olor, el peligro... Cuando hay velocidades distintas entre las personas que se cruzan por la calle se generan desde luego problemas de peligro o incomunicación. Las ciudades son para andarlas. Y cuanto más mejor. Está claro que hay personas con necesidades especiales de movilidad y también el transporte de mercancías. En eso tenemos que trabajar, en ver cuáles son las mejores fórmulas, los mejores horarios, los mejores vehículos y los mejores usos. Pero está claro que la ciudad es del peatón.
P. Pero costó, costó. Quitar los coches de la calle Cruz Conde no fue fácil.
R. Bueno, como en todas las calles. La polémica en Gondomar también fue importante. Con el Gran Capitán la polémica fue enorme, igual que en la Corredera. En cualquier entorno. Al final, tienes que cortar un uso y romper con una costumbre. Y eso duele. El hombre es un animal de costumbres y de pronto no poder pasar por una calle no es fácil. El vehículo nos dio mucha comodidad. Pero ahora estamos en un momento en el que nos hemos dado cuenta de que se trataba de una comodidad falsa. Esa comodidad hay que perderla.
El hombre es un animal de costumbres y de pronto no poder pasar por una calle no es fácil. El vehículo nos dio mucha comodidad. Pero ahora estamos en un momento en el que nos hemos dado cuenta de que se trataba de una comodidad falsa. Esa comodidad hay que perderla
P. Yo vivo en el centro igual que tú y desde luego que me resulta más cómodo salir andando o en bicicleta o en transporte público hacia cualquier punto de la ciudad que cogiendo mi propio coche.
R. Sí, pero hay mucha gente aún que está muy acostumbrada al coche. Además, hay mucha gente que trabaja en la provincia o que vive en otros barrios y viene al centro. Esas distancias sí que son más largas. No nos llegamos a acostumbrar al transporte público, que desde luego sería la mejor solución para todos. Pero como la mayoría nos podemos permitir el transporte privado... Eso al final es tirarnos piedras contra nuestro propio tejado, porque al usar el transporte privado hacemos mal uso de lo público, y tampoco apoyamos al transporte público. Vemos muchas veces autobuses vacíos y a cada uno en su vehículo. A mí, como responsable de lo público en cierto modo, esas cosas me duelen. Vamos a ir en autobús, que es lo bueno, lo más barato para todos, lo más eficaz para el medio ambiente... Estamos muchos ahí, pero sigue siendo muy fuerte el prestigio del vehículo a motor. Hace años ya me parecía antiguo todo aquel que iba fardando del coche o la moto que se había comprado. Hoy lo sigues viendo. Muchos al tener un coche mejor lo lucen como un orgullo, como una muestra de dónde se ha posicionado en la vida.
Vemos muchas veces autobuses vacíos y a cada uno en su vehículo. A mí, como responsable de lo público en cierto modo, esas cosas me duelen
P. Parece que el autobús es de pobres.
R. O la bicicleta. Todavía tenemos muchos prejuicios al respecto. Además, desde la educación no se está rompiendo con esos clichés. Yo sigo viendo a mis sobrinos con esas claves. Pensaba que las nuevas generaciones iban a venir con otra mentalidad y no es así. Pero bueno, poquito a poco.
P. Ahora mismo, ¿qué zona de la ciudad peatonalizarías tras la actuación en Cruz Conde?
R. Había un proyecto muy potente de las vaguadas culturales que presentó la Fundación de Arquitectura Contemporánea. Señalaban muy bien usando los equipamientos y los monumentos a través de trazados muy apropiados por donde podían ser esos nuevos caminos y esos nuevos ejes peatonales. Por ejemplo, en la Axerquía las calles son tan estrechas que o hay acerados o hay vía. Entonces, hay que seguir sacrificando el paso de los vehículos y arrastrándolos a una zona adecuada. Esto es un criterio técnico: las calles incómodas en las que no te sientes seguro, no hay acerados amplios, no están bien iluminadas o no tienen actividades adecuadas se convierten en fronteras. Incluso los caminos parecen más largos. Yo estoy segura de que medimos en distancia lo que hay desde la calle Cruz Conde hasta la Mezquita. A ti te parece que eso está mucho más cerca que cualquier otra distancia incómoda que sea la mitad de corta.
Las calles incómodas en las que no te sientes seguro, no hay acerados amplios, no están bien iluminadas o no tienen actividades adecuadas se convierten en fronteras. Incluso los caminos parecen más largos
P. Vas distraído...
R. Sí, vas andando y no te das cuenta. Vas relajado, has entrado en una zona de confort y de seguridad. Para ti, por tanto, esa distancia no existe. Por eso, tenemos que tender a conseguirlo en cada vez más calles. Pero, ojo, tiene que ser un proceso muy lento. Muchas veces se critica en cuanto a la restricción del tráfico que las decisiones se tomen de forma lenta. Es que hay que hacerlo así. Hay que hacerlo muy despacio, viendo cómo funciona. Además, los coches son como el agua, tú les cierras un camino y si hay otro abierto se van por ese. Cerramos una vía y saturamos otra. O nos convencemos todos de que hay que usar menos el coche, y vamos a fórmulas como la de las matrículas pares e impares...
Los coches son como el agua, tú les cierras un camino y si hay otro abierto se van por ese
P. ... como en Roma...
R. Como en Roma. O medidas mucho más drásticas. Pero si seguimos con la libertad de poder coger el coche dentro de un orden, si cierras una vía se te colapsa otra. Ahora por ejemplo con el tema de las zonas Acire, que para los vecinos es difícil, lo considero una medida adecuada de decir: tú por aquí y tú por allí. Si todos podemos pasar por todos lados, al final no consigues la mejora en ninguna calle. Lo que hace incómoda una calle son los coches.
P. ¿Y esos autobuses tan grandes por el casco histórico?
R. Bueno, ahora en el centro casi todos los vecinos estamos muy contentos con los nuevos autobuses pequeñitos y eléctricos. Me parece genial. Tenemos que apoyarlos. Un vehículo pequeño, adaptado a nuestras calles, que además no contamina... Ojalá los podamos mantener. Ahora nos tenemos que creer que dejemos el coche y vayamos en autobús o andando. Tenemos nuestra responsabilidad también. Siempre se lo estamos pidiendo a los órganos de gobierno, pero nosotros también tenemos responsabilidad.
P. Bloque equipamientos. Hace un par de años, junto al arquitecto Rafael García Castejón te llevaste el premio Patrimonio de la Humanidad por la restauración de la Casa Mudéjar. Es una intervención que parece que no se nota, pero en la que se trabajó muchísimo y se realizó una obra que puso en valor una zona a la que hasta entonces no entraba ni un turista. No sé si en el casco histórico las intervenciones contemporáneas tienen que ser de esa manera. Te lo pregunto por lo que ha ocurrido en Sevilla con las Setas de la plaza de la Encarnación.
R. La intervención tiene que ser buena. Si es rompedora, y es buena, pues mejor.
P. Pero, ¿tú te imaginas unas Setas en Córdoba, en plena Judería?
R. Sí. El proyecto que presentó Toyo Ito de las cubiertas en las terrazas creo que es viable y que si se hubiese hecho aquí habría estado bien. Se podía hacer un proyecto contemporáneo de conectar las terrazas con pasarelas. Por ejemplo, en Venecia es una ciudad donde se hacen intervenciones así. Lo importante es que se haga bien, que sea un proyecto medido, que esté bien construido, que sepa entender lo que tiene alrededor. Claro, si inventamos algo que no sirve para nada, que no se usa, que puede ser rompedor pero nos cuesta un dinero que no tenemos... En fin, hay que poner muchas cosas sobre la balanza. Pero la obligación de los arquitectos es intentar hacer cosas novedosas y construir nuestro propio lenguaje. Ese es nuestro reto. Igual que se hizo en el Renacimiento o en el Barroco. El arte ha ido evolucionando. Y el movimiento moderno tiene que dar lo mejor de sí. Entonces, una cosa es la restauración y otra es hacer cosas nuevas. Distinto es que tú en una restauración quieras hacer algunos guiños o hacer nuevos usos. Ahora, si lo haces de una manera rompedora y lo haces bien, mejor. Que no, y lo haces de una manera conservadora, pues también. Lo importante es que el proyecto sea bueno. Pero desde el punto de vista de un arquitecto te digo que es mucho más difícil hacer cosas nuevas y más arriesgadas. Mucho más difícil.
Si inventamos algo que no sirve para nada, que no se usa, que puede ser rompedor pero nos cuesta un dinero que no tenemos...
P. Pero no todo el mundo está preparado para intervenir en el casco histórico de Córdoba, que es Patrimonio Mundial de la Humanidad.
R. Cuando mayor es el valor patrimonial, más responsabilidad tienes. Por eso, todas las leyes van encaminadas a poner un poco de orden y a decir que no se puede hacer cualquier cosa. Lo primero que hay que hacer es impregnarte del monumento, conocerlo, amarlo y quererlo de verdad. Desde ahí, con todo respeto y con toda la humildad, empezar a intervenir. Pero en el tema de la conservación está todo escrito y está todo dicho. Estamos muy atados de pies y manos. Es difícil con toda la normativa que existe hacer muchas cosas. Por ejemplo, en la Posada del Potro, que la hice con Pedro Caro. Tuvimos que meter unas piezas de aseos donde no había nada. Todo lo más es que esa pieza es un muro de cristal blanco que no se ve. Nosotros siempre consideramos muy elegante que la intervención contemporánea pasara desapercibida. Pero, lo primero es el conocimiento profundo del edificio y hacer una diagnosis importante. Luego tocar sólo lo que haya que tocar. En la Casa Mudéjar la suerte fue que tuvo el cliente perfecto. El habitante de la casa era Casa Árabe, un organismo pequeñito que iba a tener un uso no muy intensivo, que valoraba todo lo que el edificio ponía a su disposición y que quería esa centralidad. Eso fue muy importante. La obra siempre se hizo de su mano. Tanto la Junta de Andalucía como el Ayuntamiento como Casa Árabe hicimos un equipo compacto. Y eso se nota. En cualquier obra importante hay tres grandes patas: por un lado los técnicos, la propiedad y la constructora. Si alguno de esos tres falla, la obra se va al traste. Analiza cualquier obra que ha salido mal, que se ha ido en presupuesto, que se ha ido en tiempo o que al final no ha salido bien, o se ha quedado grande o pequeña, ha fallado uno de los tres. O la promotora o el que lo usa no tenía claro lo que quería, o el arquitecto no ha entendido lo que le transmitían, o la constructora ha metido la pata. Entonces, si se trabaja en equipo lo normal es que salga bien. La Casa Mudéjar es uno de los ejemplos. Por ejemplo en la Posada del Potro la ejecución se alargó porque tuvimos muchos problemas con la empresa constructora...
En cualquier obra importante hay tres grandes patas: por un lado los técnicos, la propiedad y la constructora. Si alguno de esos tres falla, la obra se va al traste
P. Tampoco se sabía muy bien el uso concreto que iba a tener la Posada del Potro...
R. Bueno, sí había un programa de usos. Lo que no pudimos hacer, por tema de plazos, fue el estudio previo de patologías, y lógicamente, durante la obra fueron apareciendo todos los problemas constructivos de la edificación. Al final, la Posada del Potro se llevó a buen puerto pero tardó más de lo previsto. En la Casa Mudéjar eso no pasó. De hecho, terminamos el proyecto en tiempo y sin modificación presupuestaria porque habíamos hecho todos los estudios y habíamos entrado con todas las garantías. Eso al final ha supuesto que la obra fuese muchísimo mejor.
P. Volvemos al principio, a que hay que planificar.
R. Claro. Todo tiene que tener su proceso. La arquitectura es una ciencia muy antigua y está todo muy estructurado. Muchas veces se nos exige unos tiempos que nos obligan a saltarnos algunos procedimientos por alto o incluso a no poder desarrollar los proyectos a nivel del detalle necesario.
El verdadero cáncer de la Axerquía es la especulación
P. Al principio nos has dicho que empezaste con un estudio en tu barrio, en la Axerquía, donde sigues. No sé si has notado el deterioro físico de la zona, y de las propias viviendas.
R. No lo sé. Tendría que tener estudios en la mano. No los tengo. Creo, desde luego, que el verdadero cáncer de la Axerquía es la especulación. Mucha gente ha visto que podía sacarle tajada al sitio donde vivía. A algunos no les ha salido bien y tienen las viviendas desocupadas y vacías, y han decidido marcharse a otro sitio... Pero, es que es muy difícil. Por un lado, están las grandes casas. Por otro, hay muchos pisos pequeños de los años 70 y 80 que son otra historia. No se puede generalizar. Entre las viviendas modestas, como ha ocurrido en todos los barrios, una forma de evolucionar ha sido la de marcharse a otro barrio mejor, con casas más nuevas. Recuerdo en los pisos de Ciudad Jardín que la gente aspiraba a comprarse un piso nuevo de los que se estaba construyendo un poquito más alejados. Aquí ha pasado igual. La gente que vive aquí su forma de mejorar ha sido irse. Eso unido a que por la moda de vivir en el casco hace que algunos propietarios viesen que su piso lo podían vender por mucho más dinero, contribuyó a la especulación. Se quedaron muchas viviendas vacías que no se pudieron vender. Pero no creo que sea porque el casco histórico esté peor que otras zonas de la ciudad. Sin embargo, yo creo que el casco histórico es la joya de la corona y quizás es más doloroso ver las casas vacías. Pero creo que desde 2001 hasta ahora no veo que la situación sea peor. Desde la Delegación de Patrimonio, desde Vimcorsa y desde Gerencia se está haciendo un esfuerzo muy importante por ayudar, y también por poner orden en la zona. Hay muchos propietarios que necesitan ayuda... Es muy complejo. Es importante, no obstante, lograr que nadie se vaya del casco porque no tenga allí algo que sí exista en otra zona de la ciudad. Hay muchos vecinos que se quejan de lo que yo considero ventajas, como la poca accesibilidad en el coche. Para mí es una ventaja porque significa que vives en una zona sin ruidos, tranquila, con poco peligro, puedes ir andando a todos los sitios. Pero hay que ver también si esos son los motivos, los de la accesibilidad, por los que se va la gente.
P. Te tengo que preguntar por el río.
R. ¿Por el río? ¿El qué?
P. Hace unos meses, Pedro García del Barrio nos contó un proyecto que tanto Pedro Caro como tú habéis diseñado en el río, una especie de muelles similares a los que existen en París para bajar al Sena...
R. Sí, unos paseos, con unos miradores a través de la Ribera...
P. Te pregunto sobre todo por la polémica sobre si cómo hay que intervenir en el río. Ahora, se ha criticado que si el trabajo de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en la limpieza ha sido muy agresivo, que si hay que respetar más la vegetación, ese bosque en galería...
R. Una intervención de acercarnos al río es positiva y totalmente posible. Pero una cosa de mínimos. La gran dificultad la veo, y me parecería muy costoso, si supone urbanizar el paseo bajo de la Ribera, en una zona que es inundable y que tiene que seguir siéndolo. El Guadalquivir es relativamente salvaje en Córdoba. A mí me encanta la naturaleza y me gusta que me dejen acercarme. Entonces, con el respecto a la naturaleza y con un proyecto de pasarelas, creo que hay ejemplos muy buenos que ya se han hecho en otras ciudades. En París sí que es una intervención más dura, además de que es otro río y es otro clima. Allí la gente se va a tomar el sol. Aquí, nos achicharramos. Y el río tampoco es que invite a bañarse. Pero de ahí a que no puedas bajar... A mí me encantaría...
Me encanta la naturaleza y me gusta que me dejen acercarme
P. Tocar el agua. Creo que yo nunca he tocado el agua del Guadalquivir.
R. En el otro margen que está el embarcadero y te puedes meter. Con urbanizaciones de ese tipo, y con unas pequeñas sombras, se puede intervenir en el río. Que te permita acercarte a la naturaleza. Tener un monumento natural sin poder acercarte... Se podría hacer, si se hace bien. El otro día, con Pedro Caro, Mari Carmen Chacón y Juan Murillo dimos una charla sobre el plan Alcázar Caballerizas. En ese plan también había una propuesta de hacer unas pasarelas hacia los Sotos de la Albolafia. Al final de la charla, un compañero dio la voz de alarma diciendo que los pájaros se irían... Esta Navidad, hemos estado en Australia paseando por la selva a través de unas pasarelas de un metro veinte, que era una actuación mínima, y no te daba la sensación de estar molestando a nadie. Había sitios a los que podías llegar y a otros, pues no. Desde luego, si estamos más cerca de la naturaleza la cuidaríamos más. Hemos visto que la mayor parte de lo que ha retirado Confederación ha sido basura.
P. Al principio de la entrevista te preguntaba si te imaginabas que ibas a poder cambiar la ciudad en la que vivías. Hablando del plan especial Alcázar Caballerizas muchas veces pienso si nuestra generación va a ver alguna vez hecho eso.
R. Yo he trabajado en Caballerizas Reales, no en el plan especial. Pero te contesto: Ojalá. Es que ese conjunto monumental es maravilloso. La zona monumental del Puente Romano, la Calahorra, la Mezquita y el Alcázar-Caballerizas es uno de los lugares patrimoniales más extensos y ricos de Europa.
Ya tenemos mucho camino andado, la intervención realizada en el Puente Romano y su entorno, es una recuperación ejemplar en el patrimonio, y en la misma línea se desarrollan las actuaciones que plantea el Plan Alcázar Caballerizas. El año pasado, la Delegación de Patrimonio presentó en el XII Congreso Mundial
de la OCPM (Organización de las Ciudades del Patrimonio Mundial) como ejemplo de buenas prácticas la intervención y gestión que se está realizando en este ámbito, ubicado dentro de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad. Esta ciudad tiene un potencial patrimonial enorme. Ya quisieran otras muchas ciudades. Nos lo tenemos que creer. Lo malo es buscar fuentes de financiación. El otro día, en la visita guiada que hicimos a la zona para hablar sobre el plan especial, conversábamos sobre otro tipo de intervenciones en otros lugares patrimoniales que han sido mucho más modestas, sólo reparando, sin revestir ni dotarlas de instalaciones. Sólo haciéndolo visitables. Ese es ahora uno de los objetivos de la Delegación de Patrimonio y de la Gerencia de Urbanismo. Ahora vamos a hacer una intervención en el convento de Santa Clara, financiada por Vimcorsa y nuestro objetivo es que desde que terminemos la intervención el edificio esté consolidado y estable. No va a estar ni mucho menos acabado. Y la intención es que se pueda visitar, porque los valores siguen estando ahí.
Toda la zona monumental del Puente, la Calahorra, la Mezquita y el Alcázar-Caballerizas es uno de los lugares patrimoniales más extensos de Europa
P. No sé, aún no me imagino yo levantando el murallón de la Ribera para empezar a ver los frutos de ese plan especial Alcázar-Caballerizas...
R. Bueno. Cuando nosotros redactamos el proyecto de consolidación de las Caballerizas Reales lo dividimos en tres fases, para solventar el problema de la financiación. Se pueden ir dando pasitos para ir mejorando paulatinamente el ámbito, para que se disfrute, e incluso para que se puedan revertir los beneficios
de la inversión realizada conforme se va ejecutando, ayudar a que se sostenga económicamente cada uno de los bienes que se van restaurando y adecuando. Estamos trabajando para conseguir
fuentes de financiación.
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