Pablo García-López: “Decir amor no es lo mismo que decir 'amore' en italiano”
Esta es la historia de un niño con un tesoro en su interior. El del bel canto. El niño, que ya es un hombre de 28 años, tiene una voz tan brillante como el nombre del barrio donde habitó en su infancia. La crítica lo define como tenor mozartiano y él se llama Pablo García-López. Hoy vive a caballo entre Córdoba, Berlín y los escenarios de medio mundo gracias a que sus cuerdas vocales lo han superado todo: las hormonas, el crecimiento y la transformación; el miedo, la soledad y la incertidumbre. Y es que, como dice el tenor Jonas Kaufmann, el privilegio de la voz consiste precisamente en eso, en pasar por diferentes estilos, épocas, estados de ánimo.
El salvavidas de Pablo ha sido una férrea disciplina para pulir una técnica con la que seguir expulsando hermosura a este valle de lágrimas. Pablo abre la boca, canta y se para el mundo. Su tesoro lo descubrieron en el Conservatorio Superior de Música de Córdoba, donde realizó sus primeros estudios de canto. Después saltó a la Universität Mozarteum de Salzburgo y, más tarde, al Centre de Perfeccionamiento Plácido Domingo Palau de les Arts de Valencia para ampliar su horizonte cantor. Entre sus últimos éxitos destacan su debut en el Teatro Campoamor de Oviedo como Don Ottavio en la opera Don Giovanni de Mozart; Turandot, en el rol de Pong en el Palau de les Arts Reina Sofía dirigido por Zubin Mehta y Doña Francisquita en el Teatro Capitole de Toulouse. En Córdoba se lo espera en abril protagonizando una gran ópera de tenor: L’elisir d’amore, de Donizetti, en donde, además, mostrará su enorme credibilidad escénica. Antes, en Navidad, lo tendremos junto a la Orquesta de Córdoba cantando un repertorio barroco.
Ocho años de carrera en los que Pablo García-López ha trabajado con grandes directores de escena que le han dado, no solo tablas, sino la certidumbre sobre por donde quiere encaminar su carrera. Aunque quien realmente marca ese camino es su voz. Y él la sigue.
Tras charlar y reír con él durante una hora en el escenario, vacío, del Gran Teatro -conversación a la que se asomarán a continuación- la periodista intuye que dificilmente este hombre sería feliz sin cantar.
P. En este Gran Teatro te hemos visto, entre otras, cantando a Britten acompañado por la Orquesta de Córdoba o haciendo el papel de Nathanaël, junto al tenor Aquiles Machado, en la ópera Los Cuentos de Hoffman ¿Cuál ha sido tu gran noche aquí?
R. Uff, es muy difícil de contestar. Creo que fue la de El rapto en el serrallo [ópera de Mozart representada en septiembre de 2008]. Esa tal vez fue mi gran noche aquí hasta ahora porque inauguramos la concha acústica del teatro, me acuerdo, y bueno, me pidió Hernández Silva, director entonces de la orquesta, hacer un papel en el que cantaba un aria y vino mucha gente que yo quería, de mi familia, y creo que fue una gran noche aquella. Grabaron el concierto y estuvo muy bien, yo quedé muy satisfecho. Aunque es verdad que aquí he hecho muchas cosas y estoy bastante contento con casi todas.
P. Y con las que vendrán, porque protagonizas aquí el próximo concierto de Navidad con la Orquesta de Córdoba [días 17 y 18 de diciembre]
R. Sí, con un repertorio que me gusta mucho, porque me estoy acercando mucho a él, que es Bach, Händel y toda la música antigua barroca, y sí, tengo muchas ganas, la verdad. Yo no vengo aquí por caché, vengo aquí por el cariño que le tengo, porque con este teatro, ahora con su sala vacía, tengo una unión muy fuerte. Para mí es como el que tiene que ir a la iglesia. Pues yo necesito venir al teatro porque me da energía. Con gente en el patio butacas cambia mucho y muchas veces estoy ahí dentro y digo, quién me mandaría meterme en esto. Pero luego salgo a escena y me cambia hasta la gestualidad. Noto que el público me quiere mucho y ha entendido mi carrera, que no es una carrera convencional porque no ha seguido los cánones de lo que se esperaba de mí. He arriesgado en papeles que no me han dado mucho económicamente, pero que el apostar por ellos luego ha salido muy bien y claro, ahora estoy recogiendo muchos frutos. También hay muchas cosas que que me gustaría que mejoraran aquí, en este teatro. Por ejemplo, que haya más ensayos con la orquesta. También que se le diese más publicidad a lo que hacemos aquí, porque mucha gente no se entera cuando salgo fuera de lo que se hace en Córdoba. La programación de este teatro ha tenido regularidad porque tiene una gran gestión y una gran gente en producción, o sea, que eso es de admirar, pero hay que darle más visibilidad. A la gente le gusta venir a este teatro que es como una casita, ¿no?
Necesito venir al teatro porque me da energía. Para mí es como el que tiene que ir a la iglesia
P. La próxima temporada protagonizarás aquí L’elisir d’amore [El elixir de amor, ópera de Gaetano Donizetti]. Háblanos del proyecto
R. Puedo adelantar algunas cosas y otras todavía no, pero será aquí, en este teatro, y será como yo quería, con mi orquesta [la Orquesta de Córdoba ]. Tuve una propuesta para hacerla fuera, en el norte, en Pamplona, hace varios años y lo rechacé porque yo quería debutarla aquí. Y ahora, después de que el teatro y su director vean el compromiso tan grande que yo tengo en el proyecto y a muchos niveles, han confiado en dármela y yo creo que es el momento porque estoy haciendo ciertos papeles fuera que aquí no estoy haciendo, y creo que es el momento de que Córdoba vea todos mis registros, no solo los de un concierto, porque soy un animal escénico y me gusta estar en escena. Se trata de un proyecto muy bonito que va a contar con algunas presencias cordobesa, con un reparto que era, también en parte, el que yo quería y seguramente será con una producción del Villamarta [teatro de Jerez de la Frontera], un teatro con el que yo he tenido una gran relación. Estoy muy ilusionado, el proyecto me encanta y creo que va a ser también un punto de inflexión yo creo, porque es la ópera del tenor, con furtiva y tal [la famosa aria Una furtiva lágrima], y además es una cosa que yo he soñado muchos años y que he visualizado muchas veces.
P. ¿Cuándo será?
R. Será la segunda quincena de abril y espero que salga todo bien.
P. Siguiendo con los teatros, tú que has pisado tantas tablas de tantos teatro en el mundo, ¿hay alguno, aparte de este, que te haya hecho temblar?
R. ¿De miedo?
P. De miedo, de emoción, de respeto…
R. Una de las noches más bonitas que he vivido en mi vida ha sido la despedida de Zubin Mehta del Palau de les Arts [Valencia]. Fue muy bonito porque yo tengo una relación bastante bonita con él, cuenta conmigo mucho. Trabajé con él por primera vez haciendo Turandot y su última función en ese teatro después de estar relacionado con la institución bastantes años fue ese Turandot. Y no se me olvidará su cara de emoción porque subió toda la orquesta al escenario, le tiraron una lluvia de rosas, caían papelines desde los palcos, le gritaban no te vayas, te queremos... Ostras, llegó un momento que no me pude aguantar y me puse a llorar de la emoción. También de tener un papel muy importante con él en la batuta y la verdad que esa noche nunca la voy a olvidar porque fue superbonita.
Estoy muy ilusionado [con protagonizar L’elisir d’amore en el Gran teatro el próximo abril] , el proyecto me encanta y creo que va a ser un punto de inflexión porque es la ópera del tenor
P. Fuera de tu entorno, ¿crees que a la gente de tu edad le interesa la ópera?
R. Bueno, aquí en Córdoba y en Andalucía no veo tanto público joven, pero en el norte, por ejemplo, sí lo veo. Fíjate en Oviedo, que vengo ahora de allí [de hacer Las bodas de Fígaro en el teatro Campoamor], he visto a mucha gente joven porque están haciendo desde las instituciones un acercamiento al público joven a la lírica y me ha sorprendido porque además les gusta. Creo que con la gente joven hay que ser muy realistas, no les podemos mentir diciendo que la ópera es superchula porque esto necesita un aprendizaje. Lo que sí podemos es abrir la puerta, que vean cómo somos, que nos conozcan, hacer una labor pedagógica. En Alemania el público joven es altísimo en la ópera, pero las puestas en escena son muy actuales porque también allí se ha hecho mucho ya lo tradicional y tienen que cambiar a lo moderno. Humildemente creo que aquí yo estoy haciendo una labor con la gente joven y mis amigos. Conozco a mucha gente de cuando estudiaba que al al final vienen al teatro por verme a mí. Creo que lo valoran pero que aún tienen esa barrera de respeto que hay que romper.
P. ¿Cuándo fuiste consciente de tu voz como cantante?
R. Bueno, yo fíjate no creo tanto de fuera consciente de la voz , sino más bien que yo veía y yo pensaba que tenía algo en mí que se acercaba al arte o a hacer música, pero no sabía muy bien cómo iba a encaminarlo. Entonces me apunté a teatro en La Salle, con Miguel Ángel de Abajo, con quien sigo muy vinculado porque es amigo. Él ya vio que yo apuntaba porque era muy artista. Luego vino la Escolanía y yo me lo tomé como un juego, pero al final decidí estudiar canto y me arriesgué porque mi voz no era nada del otro mundo, pero me convencí un poco de la idea de que yo quería hacer música, así que me tiré a la piscina. Cuando empecé ya a madurar en la adolescencia, empecé a ver en el cambio de voz que tenía una voz de tenor y que tenía que trabajarla para poder hacer ciertas cosas. Y la voz me ha sorprendido. Yo la trato como un ente aparte mía porque es muy caprichosa, hace lo que quiere y funciona cuando quiere, te habla mucho, te dice esto no lo cantes, esto sí. He descubierto que tengo un instrumento con el que puedo hacer muchas cosas.
En Alemania el público joven es altísimo en la ópera, pero las puestas en escena son muy actuales porque también allí se ha hecho mucho ya lo tradicional y tienen que cambiar a lo moderno
P. Tu voz es un regalo que la naturaleza te ha concedido, pero en el fondo ¿no pesa más trabajar duro esa voz y pulir la técnica?
R. Sí, sí, pero cuando empecé no lo creía, veía la punta del iceberg y a medida que iba rascando y miraba para abajo me daba miedo de todo lo que había que hacer. Mi primer contacto directo con la realidad fue al irme a Salzburgo a perfeccionar mis estudios. Salir de España y de Andalucía me sirvió para saber que no tenía ningún estilo cantando y que no sabía manejar mi voz porque no conocía la anatomía que producía un sonido. Entonces empecé a investigar mucho, porque cuando empezaba aquí en Córdoba la gente decía que era muy joven y que me iba a hacer daño y a quedarme sin voz porque no tenía técnica. Así que como soy muy repelente en ese aspecto y me gusta mucho ser muy concienzudo en mi trabajo, decidí ser el que más técnica tuviera. Saque mucho provecho de aquellos comentarios, me sirvieron para buscar la técnica natural, reforzar todo lo natural que yo tenía y saber por qué se produce cada cosa. Cuando estoy malo me observo mucho por qué o por qué no puedo hacer esta nota, por qué en este concierto ha pasado esto. El análisis es muy positivo y así voy haciendo un pequeño tratado mío propio de cómo funciono yo y cómo funciona mi voz y bueno, no paro. Recientemente he tenido un gran cambio técnico. Hace ahora un año y ya estoy en carrera. Me encontré con unas personas que han sido mis ángeles de la guarda, un compañero tenor llamado Joel Prieto que ha cambiado mi vida en el aspecto musical porque me ha hecho comprender muchas más cosas técnicas. Y me ha llevado a Berlín donde he conocido a mi nuevo profesor, John Norris, con el que estoy encantado porque voy a las clases como si fueran clases de yoga, porque trabajamos con el cuerpo.
P. ¿Se canta con la voz o con todo el cuerpo?
R. Se canta con el cuerpo. Yo practico la técnica Alexander, que es una técnica nacida en Alemania de un actor que se quedó sin voz y la recuperó por medio de su cuerpo. Él se dio cuenta que por medio de su cuerpo podía solucionar sus problemas, por el posicionamiento y por tener conciencia del cuerpo. De los hombros, por ejemplo, del cuello, del diafragma, de la pelvis, que es muy importante porque se bloquea mucho, hasta la rotación de los piés es importante. De estas cosas nadie te habla, tienes que descubrirlas tú solo. Y te pierdes y acabas comprendiendo cuando sabes cómo funciona todo este aparato, comprendiendo tu cuerpo. Cuando empecé a cantar tenía un problema y pensaban que tenía una cadera más alta que la otra. Al final resultó ser una cosa postural y lo mejoré con el canto. Me quité muchas manías corporales y sigo investigando. Lo hablo con los compañeros, yo pregunto mucho a la gente que veo que sabe y que me gusta cómo lo hace, porque tiene a lo mejor una edad y una gran salud vocal, así que les pregunto cómo lo consiguen.
La voz me ha sorprendido. Yo la trato como un ente aparte mía porque es muy caprichosa
P. Decía Truman Capote que cuando Dios entrega un don también entrega un látigo ¿es muy alto el grado de exigencia de un tenor?
R. Sí. Yo creo que es muy alto el grado de exigencia de cualquiera que se quiera dedicar a esto en un en un nivel A, en la primera división. A veces suena mal pero cuando me preguntan digo que yo siempre quise dedicarme a la música en la primera división. Pero no es peyorativo, es porque soy muy perfeccionista y, en realidad, diría que no canto por el público sino que canto por mí. Soy egoísta y me gusta disfrutar. Así que si no hay suficientes ensayos y yo no puedo hacer frases bonitas porque tengo que estar pendiente de otras cosas que tienen que estar solucionadas en los ensayos, pues no disfruto de verdad. Cuando trabajo con grandes orquestas, en grandes o pequeños teatros y se hacen las cosas bien todo es favorable para crecer y yo canto mucho mejor. Así que sí, hace falta mucho dedicación y sacrificar muchas reuniones de amigos y de familia. Aunque ahora vivo la vida un poquito más y ya estoy de acuerdo con el terrorista este que tengo, con mi látigo particular.
P. ¿Te estás relajando en el buen sentido?
R. Sí, digamos que me estoy relajando entre comillas. Creo que la voz la voz pide mucho y tú le vas dando y le vas dando y llega un momento en el que al final pide, pide, pide, y acabas dándole la vida entera. Entonces me gusta darle un fifty-fifty en cierta manera. He cambiado muchas cosas en mi alimentación porque no me venían bien para la voz. Los cantantes tenemos muchos problemas de reflujo, por ejemplo, que influyen mucho. Me he vuelto mucho más sano en la alimentación y en el día a día, pero también de vez en cuando salgo a cenar con amigos en plan tranquilo y no pasa nada dentro de un orden.
Recientemente he tenido un gran cambio técnico. Me encontré con unas personas que han sido mis ángeles de la guarda
P. ¿Se expulsan muchos demonios cantando?
R. Buf, un montón. Y también se expulsa mucho estrés. A veces estoy nervioso en casa y llego al teatro y se me quita todo. Y si haces una ópera se acabó tu vida, tus problemas desaparecen porque te centras en tu personaje. Eres otra persona y vives otros sentimientos. Es muy chulo cuando tiras de lo tuyo, de lo que te ha pasado a ti en una historia de amor o en algo cómico. Para mi gusto es muy terapéutico el canto.
P. Eres muy actor para ser cantante de ópera
R. Me costó mucho al principio porque parecía un poco robot en el escenario, pero soy muy actor, es verdad, y a medida que voy trabajando con grandes directores de escena, pues claro, me han abierto a nuevos registros. Yo hago muy bien ciertos papeles de noblez, mozartianos, que son papeles muchas veces con carisma pero no grandes héroes. Son personajes con un aura muy tranquila. Pero luego me va muy bien también los papeles, por ejemplo, con cierta maldad.
A veces suena mal, pero cuando me preguntan digo que yo siempre quise dedicarme a la música en la primera división
P. ¿Con esa carita te dan papeles de malvado?
R. Era a un reto para mí pero lo he conseguido hacer. Cuando hice aquí Tosca [el pasado abril en el papel de Spoletta] tuve grandes criticas, o cuando hice La Vera Costanza que me hicieron un personaje que era como un vampiro, y ahora, por ejemplo, vengo de hacer un papel cómico súperdivertido en Oviedo, en Las bodas de Fígaro, haciendo el papel de un notario, Don Curcio, que además es tartamudo. Allí me habían visto hace dos años en un rol completamente distinto, el Don Ottavio de Don Giovanni, que es un pasaje muy noble, muy serio, y se han quedado impresionados de que yo haga un papel tan cómico. Pero es que yo soy un cómico nato en mi vida natural, así que claro, me han dado un papel en el que he dado rienda suelta a mi comicidad y me he venido arriba.
P. Tu mente está llena de idiomas para hablar y, sobre todo, para cantar ¿cuál es el idioma más musical?
R. El idioma más musical es el italiano por su sonido. Si tu dices amor en castellano no es lo mismo que amore en italiano. Es que tiene esas vocales tan musicales… pero te diría que, aunque a mí me encanta el italiano, para mí todos los idiomas dentro de la obra tienen su cosa porque, claro, Diálogo de Carmelitas de Poulenc, que es una ópera francesa maravillosa que cuenta toda la historia de las Carmelitas, no me la imagino si no es en francés. O La flauta mágica, que cuenta mucho de la historia de Alemania. De hecho, dicen que el alemán es el idioma de la poesía, por Goethe y demás. O los lieder de Mozart (se pone a cantar una frase de uno de ellos en alemán y se para el mundo en el teatro vacío), tienen su cosa. Y el español también para la canción española, cada idioma tiene su porqué.
Me va muy bien también los papeles con cierta maldad
P. Precisamente debutaste con La flauta mágica en el Villamarta de Jerez, en una especie de aquí te pillo aquí te mato. ¿Ese día se apareció tu hada madrina?
R. Sí. Yo te voy a contar una cosa. No sabía cuándo ni cómo pero yo lo vi, lo sentí que iba a debutar allí. Una noche estaba mi padre viendo la televisión y salió el Villamarta, y yo le dije pronto cantaré en ese teatro. Un día en la feria de mayo me llamó Paco López, el director del Villamarta en aquel momento, diciéndome que se había puesto enfermo uno de los caballeros armados de La flauta mágica y que tenía que ir para allá. No lo pasé horriblemente mal porque había algo en mí que decía es el momento, ahora, ponte las pilas y vete para allá. Y me fui porque cuando las cosas se hacen sin pensar salen mejor. Allí me encontré con que los compañeros me arroparon mucho y conservo algunos de mis mejores amigo de la profesión que son de aquella ópera. Me arroparon mucho porque aunque mi papel era pequeño, tenía que cantar en alemán bastante y me lo aprendí como pude. Aquello me abrió las puertas la otros papeles, luego llegaron Los cuentos de Hoffmann, y luego otro, y otro… Ahí empezó todo.
P. ¿Fuiste a Salzburgo buscando convertirte en un tenor mozartiano o Salzburgo te convirtió a este registro?
R. Bueno, en mi vida todo han sido casualidades que se me han presentado que luego han sido como un libro escrito. Yo voy a Salsburgo porque atravesaba un momento de mi vida un poco así más convulso, en el que cantaba mucho, había firmado mis primeros contratos, pero veía que tenía que dar un salto técnico, intelectual y de vida. Y entonces, un día en la universidad oí a una chica que decía que el Mozarteum de Salzsburgo era un gran centro y se me encendió la bombilla. Busqué por internet, vi que había pruebas, me animé y fui.
P. Pruebas que debieron de ser muy duras
R. Durísimas. Lo peor de todo es que yo no les dije a mis padres que había pruebas, ellos creían que iba ya para adentro, me había gastado un dineral en el viaje, así que menos mal que me cogieron. Nada más llegar me acuerdo que vi un concierto de la Filarmónica de Viena y que flipé porque se oía como en surround y yo no estaba acostumbrado a eso. Luego me acuerdo que llegué a las clases y la profesora, que era una polaca, Helena Lazarska, que vive todavía en Viena, me dio la primera clase sin nadie, hizo que todo el mundo se fuera. Y me dijo ¿tú cómo has llegado aquí?, y le dije que no lo sabía y que me había apuntado a su clase porque era una de las pocas profesoras que hablaba español. Pensé que no era una casualidad y que la vida me había mandado hasta allí. Me escuchó, fue muy dura conmigo pero me ayudó mucho y me dijo que mi voz era plenamente mozartiana, y eso era lo que en Austria y en Alemania llaman un tenor mozartiano puro, con una voz clara, muy fresca y muy redonda. Pero que en parte tengo cierto lirismo, que es lo que ellos quieren, no soy un tenor ligero. Se me catalogó como tenor mozartiano allí, me puse con los recitativos que son la base mozartiana y que, modestia aparte, lo hago bastante bien. Por eso yo veo que aquí mi carrera está un poco desubicada a veces, está muy limitada. Se hace muy poco Mozart, muy poco barroco y muy poco clasicismo. Así que mi carrera está más fuera que aquí. Los medios dicen que soy la voz mozartiana cordobesa.
Los medios dicen que soy la voz mozartiana cordobesa
P. ¿Y por eso te vas a instalar en Berlín?
R. Por eso y por lo que te contaba antes del cambio técnico tan importante que hice, porque allí está mi profesor y para perfeccionar mi alemán. Además, creo que es una ciudad para hacer grandes avances en mi carrera. Me entusiasman otros proyectos, además de hacer cosas más barrocas, más con ensemble, además de hacer ópera y hacer cosas más de cámara. Porque mira, parece que aquí tienes que hacer la carrera de tenor típico que se supone, haciendo Traviata y Rigoletto y tal, y esta carrera a mí no me gusta. A mí me gusta otro tipo de carrera que es como más rara y, a veces, por eso me siento bicho raro. Me gusta hacer ciertas óperas, ciertos conciertos sinfónicos, unirme con alguien de calidad y hacer un concierto, por ejemplo con mi pianista, Aurelio Viribay, con quien he trabajado mucho y es muy austriaco y todo lo hacemos muy tranquilo y muy exquisito. Ahora se quiere todo ya, muy deprisa, da igual lo que dure la carrera, quieren que cantes, cantes, cantes y yo necesito otros tiempos. Disfrutar.
P. La zarzuela también forma parte de tu repertorio
R. Sí, bueno, hago. He hecho muy poca, la verdad, porque hay poca zarzuela para mi voz. Fuera se acoge bien si está muy bien hecha. La temporada pasada hice Doña Francisquita en Toulouse. Hicimos siete funciones en Navidad y fue un exitazo, pero un exitazo impresionante. Pero claro, teníamos a Emilio Sagi dirigiendo, que es el mejor director de escena que hay en España, y decorados y vestuario de Ezio Frigerio y Franca Squarciapino, que trabajan para La Scala de Milán. Además, en el reparto éramos todos jovencísimos y con muchas ganas y, fíjate, aquí en España no nos dan esta oportunidad de hacer una zarzuela y allí, en el Capitolio de Toulouse, que es uno de los teatros más importantes de Francia, con más tradición operística, se apostó por este montaje. Es un teatro incluso más pequeño que el Gran Teatro pero tiene mucho sabor. Ahora se edita la grabación.
P. Los divismos dentro del mundo de la ópera a estas alturas ¿son políticamente incorrectos?
R. Bueno, sí hay divismos todavía, pero yo creo que nosotros los más jóvenes estamos un poco evitando esto. Es verdad que hay gente que llega tarde y esas cosas, pero ahora el divo es el antidivo. Yo soy una persona muy normalita, tú me conoces, y creo que también tiene que haber un término medio. La gente que me vea por Córdoba, me verá que voy en mi mundo, con mis cosas, mis partituras... pero cuando entro en el escenario me transformo. También hay gente que confunde divismo con exigencia y yo soy muy exigente en el trabajo. Alguna gente, a la que no le gusta mucho trabajar, se lo toman regular. Me gusta que se cumplan ciertas cosas y que asumamos las reglas por parte de todos. Yo me he ido de alguna producción porque no se cumplían estos mínimos. Soy muy templado pero tengo mucho genio, y claro, esto a veces no se entiende. Los cantantes nos desnudamos mucho, damos mucho, algunos tienen mucho ego y sale todo lo bueno pero también todo lo malo. Normalmente cuando mejor salen las cosas es cuando el equipo está muy unido. Todo fluye.
Hay divismos todavía, pero yo creo que nosotros los más jóvenes estamos un poco evitando esto
P.¿Es muy solitaria la vida del cantante de ópera internacional?
R. Es una vida para la que no estás muy preparado psicológicamente. A mí me ha costado mucho, incluso ha sido un problema y no me importa reconocer que he necesitado ayuda psicológica, antes no lo decía pero ya lo digo porque es algo que le pasa a mucha gente y que se puede superar. Es duro pero yo ahora estoy feliz porque, bueno, es una vida para la que no te prepara nadie y cuando veo a la gente que empieza me dan ganas de decírselo, pero es algo que tienes que descubrir por ti mismo. Tienes que manejarte solo muy joven, en un aeropuerto, ir a otra ciudad, a un apartamento nuevo cada vez, o a un hotel, estás nervioso porque llegas a un teatro nuevo. Nosotros salimos continuamente de nuestra zona de confort. Tuve una época, hace varios años, en la que esto se convirtió en un problema porque los viajes me agobiaban mucho, mucho, mucho, tanto así, que ya una semana antes de tener que ir de viaje lo pasaba mal. Y dije, esta es mi vida y aquí hay que hacer algo. Ahora esto ha cambiado por completo y me encanta ir al aeropuerto, me encanta irme al hotel, pero porque ya lo he asimilado y ahora es mi vida. La de antes era como otra vida. Tuve que pagar las peonadas del principio, claro, y ahora la vivo con placer. Luego te encuentras que todos estamos igual, hasta el más divo. Yo hablo con muchos compañeros, algunos grandes estrellas de la lírica, famosísimos, y se encuentran muchas veces tan solos como tú. Menos mal que tenemos las redes sociales y el wifi que nos acompaña. Se lleva mejor pero es duro.
P. Córdoba desde el mundo ¿se ve más idealizada o más real?
R. Se ve más idealizada. Yo ya la veo desde fuera y eso me gusta. Córdoba es una ciudad preciosa, que me encanta, pero para un tenor es una ciudad difícil para hacer carrera. Cuando empecé había muchos más concierto y oportunidades, aquí y en España, pero claro, tengo mi punto reivindicativo, y a veces tendría que callarme en el aspecto de que cuando digo que soy de Córdoba, que lo digo siempre y se me nota a la legua, quiero que la gente diga vaya ciudad y vaya política cultural. Y eso no pasa. Y he molestado a alguna gente y a algún dirigente político cultural por decir esto, tanto en un medio de comunicación como a la cara. Creo que la persona que esté en una institución cultural tiene que hacer una labor para que perdure, tiene que saber que su puesto está para hacer bien a la ciudad en ese momento, porque al cabo de unos años se irá y nosotros nos quedaremos en la ciudad. Seguiremos siendo músicos, en nuestro caso, cuando llega y cuando se va un nuevo responsable cultural. Lo que quiero decir es que hay que potenciar y hacer las cosas mejor. Se han mejorado algunas pero hay que seguir.
P. Más de 20 años de Orquesta de Córdoba ¿ha logrado que exista un público con nivel musical en la ciudad?
R. Yo creo que sí. Ha sido una orquesta muy en pro de la ciudad, que ha hecho muchos conciertos familiares, en la universidad, ha tenido muchos encuentros con el público... y tiene un público muy fiel nuestra orquesta. Lo que pasa es que creo que, lo que hablábamos antes, tiene que seguir por ahí para encontrar nuevos públicos. También lanzo una crítica al público y a la gente, lo tengo que decir, porque yo creo que no podemos tolerar la situación que vive la orquesta y que no me cabe en la cabeza porque la orquesta es un bien común…
P. Pero los cordobeses han salido a defender a su orquesta
R. Es verdad que se ha volcado pero creo que no se tiene que llegar a esta situación, muchas veces dejamos que las cosas lleguen al extremo. Es verdad que la orquesta tiene una asociación de amigos, pero todo debería ser más chispeante, que haya encuentros, que la orquesta deje que la gente entre, que verdaderamente exista una comunicación grande y que el público esté totalmente totalmente conectado con la orquesta, totalmente. Existen sponsors y mecenazgos, por ejemplo, ahora mismo en el norte de España y en Europa. Las empresas privadas se están volcando aunque la Ley de Mecenazgo nunca se haga. Creo que debe haber más implicación personal. Un concierto hay que llenarlo, no puede haber butacas vacías. Tiene que haber un compromiso fiel con la orquesta. Y los primeros, los dirigentes políticos. Aquí hay alguno que lo sacas del Ayuntamiento y no sabe llegar al Gran Teatro... es un chiste, pero lo digo porque hay algunos a los que yo nunca vi en el teatro.
Aquí hay alguno [político] que lo sacas del Ayuntamiento y no sabe llegar al Gran Teatro. Hay algunos a los que yo nunca vi en el teatro
P. Si Córdoba es sinónimo de cultura ¿por qué nunca ha habido una apuesta decidida por ella?
R. Tú sabes mucho de eso. Yo creo que Córdoba tiende a ensalzar algo mucho hay y luego dejarlo caer. Hay cosas que pasan de verdad y otras que no, pero que se ensalzan. Creo que eso pasó y se vio claramente en la capital de la cultura. Cuando no nos la dieron y se fue todo a la mierda, con perdón, no se readaptaron los proyectos. Yo sé que no había economía, pero estoy seguro que algo se podía haber retomado. En Córdoba hay mucho flamenco, copla, baile, guitarra, corales... hasta lírica, pero no acabamos de conectarlo todo. Yo estoy implicado en la cultura cordobesa, a mi modo de ver, y estoy conectado porque yo quiero. Ayudo bastante en lo que puedo a la institución del Gran Teatro y a la Orquesta, y ellos lo saben, aunque esté fuera, intentando hablar con compañeros míos para que vengan a cantar a Córdoba, para que tengamos algo de calidad y, bueno, que a los abonados les guste. Pero hay desconexión con las instituciones, con el Conservatorio... y me callo.
P. Es muy bonita la unión de tus dos apellidos, García-López, como un homenaje al apoyo que has recibido de tus padres
R. Mis padres son lo más importante en mi vida, verdaderamente. No son músicos, mi madre es enfermera y mi padre ingeniero agrónomo. Cuando yo les dije que quería ser cantante, no sabían muy bien a qué me refería porque, claro, en mi casa no hay ningún músico. Mi hermano toca el piano pero no es una cosa seria. Yo les dije que me quería dedicar a esto y estudiar solo el Conservatorio. Al principio no lo entendieron mucho, pero hubo gente que habló con ellos, como Pedro Lavirgen, y ahora están superorgullosos. A mí me encanta porque están muy desvinculados de mi vida profesional. A lo mejor les digo que voy a cenar con alguien muy famoso y no tienen ni idea de quién es. Me gusta saber que mi negocio al final lo llevo yo y ellos están encantados, yo lo noto no solo en mis padres, también en mis dos hermanos mayores, Javi y Jose. Javi me ha dado lo más maravilloso que hay actualmente en mi vida, que es mi sobrina pequeña, que yo la adoro y que veo mucho a través de la tablet. Mi familia me apoya mucho.
Yo creo que Córdoba tiende a ensalzar algo mucho y luego dejarlo caer
P. ¿Y les gusta la ópera?
R. Decía mi padre el otro día en Las bodas de Fígaro, hombre, yo vengo porque cantas tú que si no no vendría. Y les gustó mucho. Bueno pues, poco a poco, van entendiendo la ópera y les va gustando más porque han venido a muchas cosas. Aunque yo, fíjate, en casa no soy una persona que les hable de ópera ni les cuento mucho de mi vida profesional, a no ser que tenga un problema. Prefiero no involucrarlos en el día a día porque quiero que disfruten. Siento mucho el apoyo de mi familia, de mis tíos también, porque toda mi familia está muy unida. Mis padres son de un pueblo pequeñito del Valle de los Pedroches, Villaralto, donde me pasa una cosa muy curiosa, y es que allí han entendido muy bien mi carrera, han venido a verme, yo he cantado allí y me siguen mucho por las redes sociales.
P. ¿Crees que alcanzarás algún día esa perfección con la que sueñas?
R. Ahora estoy buscando disfrutar. Tal vez esa sea la perfección. Cuando empiezas lo ves todo de otra forma y solo quieres ser perfecto, pero luego le das muchas vueltas al tema y ahora lo que quiero es dejarme dejarme llevar cuando canto. Trabajar mucho los conciertos para que cuando salgas al escenario puedas dejarte llevar y que todo fluya, disfrutar y disfrutar. Además, me gusta que el público me vaya llenando de energía, que aquí es muy fuerte. Cuando salgo en este teatro cuando hay concierto, porque he hecho aquí más conciertos que óperas, me dan una ovación que transmite el cariño que me tienen. Yo lo noto, y que el público me quiere como algo suyo. Creo que piensan, aquí está nuestro artista lírico ¿no?, y claro, eso me llena.
Ahora estoy buscando disfrutar. Tal vez esa sea la perfección
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