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Juan José Tamayo: “La jerarquía eclesiástica ha renunciado a los valores auténticos del cristianismo”

Entrevista N&B a Juan José Tamayo, teólogo y profesor

Carmen Reina

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Juan José Tamayo (Palencia, 1946), doctor en Teología y en Filosofía y Letras, lleva toda una vida dedicado al conocimiento de las religiones. Ha dirigido la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid, es cofundador y secretario general de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, miembro del Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación y es, además, colaborador en numerosas publicaciones españolas e internacionales sobre filosofía, teología y ciencias de las religiones.

Tamayo, que además tiene una amplia trayectoria como escritor y suma ya más de 60 títulos, ha sido reconocido con premios y distinciones por su compromiso y trabajo a favor del diálogo entre religiones y forma parte de la Cátedra de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba. Esta semana ha visitado la ciudad para presentar uno de sus últimos libros, ‘La internacional del odio’, y ha mantenido una conversación con Cordópolis para hablar de su visión de las religiones, del papel de la Iglesia actual, de la jerarquía católica, del juego de poderes que encierra, su relación con la política y de asuntos como los abusos sexuales en esta institución o las inmatriculaciones de bienes como la Mezquita de Córdoba. Claro, pedagógico y directo, muestra un argumentado análisis sobre todo ello.

PREGUNTA. ¿Por qué estudió Teología y qué cree que es lo fundamental que aporta su conocimiento?

RESPUESTA. Yo estudié Teología inicialmente casi por inercia, ya que entré en un seminario, un seminario provinciano del norte de España. Se llamaba Seminario Conciliar de San José. La gente, cuando digo que estudié en un seminario conciliar, dice: ¡Qué suerte tuviste!, interpretando que se refería a lo del Concilio Vaticano II, pero no, se llamaba conciliar por el Concilio de Trento, que es muy diferente. Y entré en el seminario, que era entonces la universidad de los pobres, procediendo de una familia campesina. Mi madre, que era una maestra frustrada, quería que sus hijos estudiasen. Somos seis hermanos, cinco hemos estudiado carreras universitarias y el sexto no ha estudiado pero es un agricultor excelente. Mi madre nos introdujo por ese campo no tanto por la religión sino por que avanzáramos en un proceso cultural que ella no había podido realizar. En el seminario seguimos todo el proceso, todos los pasos de la formación. Primero Humanidades, luego Filosofía y finalmente Teología. Enseguida me di cuenta de que aquella Teología era una Teología abstracta, ajena a los problemas que entonces se estaban viviendo, problemas de los que no éramos muy conscientes porque veíamos el mundo por una celosía, fueron 12 años de aislamiento. Enseguida me di cuenta de que, en realidad, la Teología daba respuestas del pasado a preguntas del presente. Y recuerdo todavía una definición de Teología que dio un arzobispo anglicano, William Temple, un gran ecumenista que fue invitado por Juan XXIII al Concilio Vaticano II y le preguntaron: ¿Qué es un teólogo, señor arzobispo? Y dijo, con ese sentido del humor británico que tenía: 'Un teólogo es una persona muy sensata y sesuda que pasa toda una vida encerrada entre libros intentando dar respuestas exactísimas y precisas a preguntas que nadie se plantea’.

Yo, claro, desde esa perspectiva, me di cuenta de que había que cambiar el ámbito, el modelo, el paradigma de la Teología. Y a partir de ahí, yo por mi cuenta y con el apoyo de algunos profesores, fui descubriendo que la Teología era una teoría crítica de las religiones, una teoría crítica de las imágenes de Dios que se nos habían transmitido: el Dios omnipotente, el Dios omnipresente, el Dios omnisciente, el Dios providente, el Dios violento…. Yo me daba cuenta de que, haciendo un recorrido por las tradiciones de la religión bíblica -la Biblia hebrea y la Biblia cristiana-, pues sí, esas imágenes estaban presentes pero había otras, mucho más potentes, más decisivas y firmes que eran el Dios liberador, el Dios de la esperanza, el Dios del futuro... Y de esa manera creo que contribuí a cambiar la imagen y el modelo de la Teología.

Todos los gobiernos de la democracia en España han sido rehenes de la jerarquía católica

Y, por supuesto, en la primera etapa de mi reflexión teológica ya como adulto, no solo como estudiante, pues fue ese intento de dialogar la Teología con la Filosofía, la religión con la razón, la fe con el mundo moderno. Y ahí es donde yo doy el primer paso desde una Teología neoescolástica que se mueve en el ámbito puramente conceptual dentro de unos conceptos de la filosofía griega, a una Teología que se arraiga en la Historia, que hace pie en la Historia. Porque hasta ese momento todo eran elucubraciones y cuestiones abstractas. Todavía me acuerdo que dedicamos muchísimo tiempo a una cuestión que era si los ángeles hacían pis. Y decías, ¿esto a qué viene? Es decir, que era una construcción totalmente imaginaria que no hacia pie en la realidad que estábamos viviendo.

Luego, el tercer momento ya fue cuando me di cuenta de que no era suficiente poner en diálogo la Teología con la Filosofía de la modernidad sino que había que dar un paso más. Y era intentar que desde la Teología se diera respuesta a los grandes desafíos del momento y a los grandes problemas. Es cuando yo me incorporo a la Teología latinoamericana de la liberación y no solamente me voy a preocupar por la relación entre fe y razón, religión y razón, sino que voy a plantearme dar respuesta al problema de la injusticia estructural, la pobreza, la marginación, el colonialismo y el patriarcado.

P. Las religiones explican buena parte de la Historia de la humanidad, ¿verdad?

R. Yo creo que es muy importante que se estudie la historia de las religiones en el ámbito de la historia de las culturas. Y es verdad que con relativa frecuencia las religiones han sido el núcleo duro de las culturas y ese núcleo duro pues ha tenido a veces su efecto positivo, porque ha contribuido a la evolución de la humanidad e incluso a la humanización del ser humano pero, al mismo tiempo, también ha tenido su elemento negativo que es toda la capacidad retardataria que ha tenido para las transformaciones sociales, culturales y propiamente religiosas.

P. ¿Cree entonces que las religiones no han movido el mundo sino que lo han frenado?

R. Relativamente, relativamente. Yo creo que de las religiones hay que hacer un análisis dialéctico. Es decir, ni son el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno, ni son tampoco el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal. Yo creo que las religiones, originariamente, han intentado dar respuesta a los problemas de ese momento histórico. Lo que pasa es que, en la medida en que han ido evolucionando han perdido ese espíritu originario y han retrocedido, podríamos decir, y no han acompañado a la humanidad al ritmo de los procesos históricos. Es decir, de alguna manera cuando nos sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas y la religión ha seguido dando respuestas del pasado a cuestiones que se planteaban en el presente. Y por supuesto, sin ninguna perspectiva de futuro, cuando en realidad las religiones, sobre todo las religiones proféticas que son el judaísmo, cristianismo e islam, se caracterizan precisamente por la mirada hacia el futuro y la propuesta de un mundo nuevo, de un orden nuevo, y de un espacio reconciliado entre los seres humanos y de estos con la naturaleza. Pero, efectivamente, creo que en el origen las religiones han tenido una extraordinaria capacidad movilizadora de las energías utópicas, pero con el paso del tiempo han ido perdiendo ese espíritu originario y han ido deteriorándose.

¿Por qué? Yo creo que fundamentalmente por dos o tres razones. La primera: todo el mundo simbólico de las religiones se traduce en dogmas. Las religiones en su origen no tienen dogmas, sino que son los símbolos de otro mundo posible, de un futuro mejor…pero según van avanzando van olvidando su dimensión simbólica y van reforzando su carácter doctrinal, dogmático y ortodoxo. Segundo, las religiones en un primer momento intentan vincularse con la problemática de la ciudadanía y van contribuyendo a mejorar esas condiciones de vida pero según va pasando el tiempo, se alían con el poder. Y el poder ya olvida totalmente la situación real de la ciudadanía, incluso de los propios creyentes. Y tercero, en un primer momento, en algunos de los textos de las religiones, hay un reconocimiento claro de la igualdad entre hombres y mujeres. Por ejemplo, el capítulo primero del Génesis cuando habla de la creación del ser humano, dice claramente que Dios crea al ser humano como hombre y mujer, a su imagen y semejanza los crea como varón y hembra. Y en el caso del cristianismo sucede lo mismo, es decir, Jesús de Nazaret está acompañado permanentemente de un grupo de mujeres que tenían un cierto nivel de liberación del patriarcado. Y lo mismo se puede decir del Islam. ¿Por qué surge el Islam? Porque la esposa de Mahoma le cree, cuando baja de la cueva del monte Hira de uno de sus ayunos y sus actos de meditación, baja desencajado y le comunica la revelación que ha tenido de Dios. Entonces la esposa en vez de decir que eso son alucinaciones, que está desequilibrado mentalmente y ha entrado en un estado de desequilibrio emocional…no, no, le va a acompañar para encontrarse con un profeta y le va a preguntar si esa experiencia es fruto de alucinaciones mentales o, por el contrario, es una revelación verdadera. Y ella es la que cree realmente en esa revelación.

Pero luego, con el paso del tiempo, las religiones se han ido patriarcalizando, se van masculinizando. De forma que como por lo general, en el caso de las religiones monoteístas, el dios en el que creen tiene la conformación de varón, pues claro los dioses varones se dejan representar solo por las masculinidades, que se convierten en sagradas y esa alianza entre los dioses varones y las masculinidades sagradas desemboca en la inferiorización de las mujeres hasta llegar a la justificación de la violencia y del sometimiento de las mismas.

La jerarquía de la Iglesia sigue presentándose como si fuera el cuarto poder

P. ¿Qué lectura hace de que buena parte de la sociedad española se declare no creyente actualmente?

R. Yo creo que tiene dos explicaciones. La primera es cultural y contextual. El proceso de secularización en España se ha producido de manera más tardía que en otros lugares de Europa, pero al mismo tiempo se ha producido de manera más rápida. Esa idea de la religión católica como religión oficial del estado ha durado mucho tiempo por mor de la dictadura, con todo el fenómeno del nacionalcatolicismo, es decir que lo católico formaba parte de la identidad cultural y política del pueblo. Y en buena medida también conformaba la mentalidad, las conciencias y las prácticas de la sociedad. Claro, eso pudo funcionar durante la dictadura y ya en los últimos años, se estaba iniciando ese proceso de secularización. Pero cuando ya la religión católica deja de ser tutelada de manera institucional por el estado, pues ahí se produce un proceso mucho más rápido de secularización que en otros lugares porque necesitábamos acompasar nuestros procesos a los procesos de evolución de las sociedades europeas. Esa es la primera razón, el resultado de un contexto y un ámbito cultural que nos lleva directamente a ese proceso de secularización, en el que las instituciones se liberan de la dependencia religiosa y entran en un proceso de autonomía, pero también las personas consiguen liberarse de la dependencia religiosa en diferentes aspectos, sobre todo en el ámbito moral relativo al modelo de pareja, al modelo de familia, sobre el origen y el final de la vida, en el tema de la sexualidad… Y yo creo que ahí se ha producido un extraordinario avance y en la medida que las conciencias se han liberado de la dependencia eclesiástica, yo creo la ciudadanía ha conseguido la autonomía moral. Autonomía moral en todos los campos y yo creo que donde ha llegado al máximo de libertad y de apropiación de la propia conciencia es en el caso de las mujeres.

El feminismo ha entrado dentro de la base de la Iglesia católica con más fuerza que en otros sectores. Primero existe una Teología feminista, movimientos de mujeres que reivindican los mismos derechos que los hombres en la Iglesia, en la participación de responsabilidades, de presencia en lo sagrado...y también muy vinculado a los movimientos feministas. Pero independientemente de que haya un movimiento feminista dentro de la Iglesia católica, yo creo que la conciencia generalizada de las mujeres católicas es una conciencia que ya no está conformada por los planteamientos rígidos y estrictos de la jerarquía de la Iglesia. Es decir, se puede ser perfectamente católica y utilizar métodos anticonceptivos sin ninguna contradicción, cosa que antes no era posible. Se puede ser homosexual o lesbiana y ser creyente sin ningún tipo de conflicto interior. Y yo creo que eso se debe también a que las conciencias de las mujeres -y de los hombres, pero sobre todo de las mujeres-, se ha emancipado de toda tutela religiosa.

Y la segunda razón de esa ruptura con la Iglesia católica, de ese crecimiento de la indiferencia religiosa, del ateísmo y del agnosticismo, creo que se debe también al mal ejemplo que está dando la jerarquía católica en la respuesta a los problemas que vive nuestra sociedad. El distanciamiento de los sectores populares, esa vinculación con el neoliberalismo, a través por ejemplo de las inmatriculaciones...todo eso ha generado un descontento y un malestar dentro de las propias personas creyentes y han decidido romper y desvincularse de la institución. Pero eso no quiere decir que la gente haya dejado de ser creyente, sino que se ha desvinculado de la religión institucional y, de alguna manera, también se mantiene ese catolicismo popular, pero por otra parte la gente también tiene una forma de ser cristiana no tan visibilizada a través de actos externos sino interiores.

P. ¿Considera que la Iglesia se ha despojado de los valores cristianos?

R. Yo creo que sí, ha habido una renuncia a los valores auténticos del cristianismo que están representados en la carta magna del cristianismo que son las bienaventuranzas . Me parece que sí, que no han sido ejemplo y testimonio de solidaridad, de acogida, de acompañamiento, de cercanía de los sectores más vulnerabilizados de la sociedad. (La Iglesia) se ha encerrado en sí misma y se ha convertido en autorreferenciales. Es decir, el Papa Francisco habla de una Iglesia en salida, pero la jerarquía católica española sigue encerrada sobre sí misma. Y buena parte de su actuación es para mantener la institución y buscar el mantenimiento de la influencia en la relación con el poder. Es decir, que les preocupa más la relación con el poder para resolver cuestiones de tipo económico, jurídico, educativo..que la preocupación por los problemas más graves que sufren las mayorías populares en nuestro país.

Las agresiones sexuales dentro de la Iglesia son crímenes contra la integridad y la dignidad de las personas

P. ¿Qué le reclaman actualmente los cristianos de base a esa jerarquía de la Iglesia?

R. Que se ubiquen en el momento que estamos viviendo. Que no sea una Iglesia del pasado sino que sea una Iglesia que tenga antenas, abiertas y bien levantadas, para detectar cuáles son los problemas reales de la sociedad. Y los cristianos de base, los teólogos y teólogas lo que le piden a la Iglesia jerárquica, es que intente tener una sensibilidad especial hacia las situaciones más dramáticas que vive la sociedad española. Por ejemplo, yo creo que la jerarquía católica no es sensible al problema de la violencia de género. No veo yo que haya la respuesta que requiere la gravedad de los feminicidios, por parte de la jerarquía. No recuerdo que haya ningún documento sobre el tema de la violencia de género y, sin embargo, hay múltiples documentos contra el divorcio, contra la interrupción voluntaria del embarazo, hay textos contra la píldora del día después, etcétera. Pero en ese caso (el de la violencia de género), no percibo yo que haya una preocupación y una sensibilidad especial. Y, sobre todo, yo creo que la irreconciliación mayor en este campo de la Iglesia institucional es con el feminismo. Es decir, el feminismo sigue siendo pensado por parte de la jerarquía como una teoría que destruye la familia, que facilita la permisividad de las mujeres para renunciar a su papel de guardadora del hogar y el papel de la maternidad, incluso ha habido algún obispo que ha considerado que el feminismo es cosa del diablo y que es la ideología más perversa de la historia de la humanidad. Eso lo dicen los propios obispos en sus declaraciones y en sus documentos.

Incluso, fíjese que a la teoría de género le llaman la ideología de género. Y eso no es ningún cambio ingenuo de lenguaje sino que es una condena en toda regla de la teoría de género en sus aspectos más rigurosos, en su fundamentación antropológica, filosófica, religiosa y ética. Por tanto, a mí me parece una de las asignaturas pendientes que la jerarquía, la institución eclesiástica, tiene que resolver. Porque parten de la idea de que hay que seguir manteniendo el modelo patriarcal de familia, pero claro ese modelo responde a otro momento histórico. Ahora mismo, sin necesariamente tener que aplicar la teoría feminista o la teoría de género, pues habría que considerar desde el punto de vista democrático que hombre y mujer dentro del matrimonio son iguales y, por tanto, tienen que conciliar el trabajo y la atención al hogar, tienen que asumir las responsabilidades domésticas y que, en cualquier caso, la toma de decisiones tiene que ser democrática. Por tanto, por el simple hecho de vivir en una sociedad democrática, ya la igualdad de hombres y mujeres, por ejemplo en el entorno familiar, pues tenía que ser algo indiscutible. Pero claro, los obispos consideran que esa idea está introducida por el feminismo y que eso destruye a la familia. Claro, destruye a la familia patriarcal. Pero, sin embargo, respeta y reconoce la igualdad entre hombres y mujeres, entre padres y madres, entre hijos e hijas, que no respetaba la familia patriarcal. Y a mí me parece que esa es una de las claves fundamentales para ver si se produce una evolución o se produce una involución.

Y luego, por supuesto, claro, toda la actitud que debe mantener la jerarquía católica con los movimientos sociales. Creo que está totalmente alejada de los movimientos sociales. Ahí el Papa les está dando una buena lección, ya se ha reunido cuatro veces con los movimientos populares de todo el mundo y bajo esa consigna, que todavía no he visto reflejada en los obispos españoles, que son las tres T: trabajo, techo y tierra. A mí me parece que lo que le reclaman los movimientos cristianos de base, teólogos y teólogas de la liberación a la jerarquía católica es que estén vinculados más con los movimientos sociales, más que con las organizaciones de poder. Vinculados a los movimientos sociales críticos del capitalismo, críticos del colonialismo, críticos del patriarcado y críticos también de la conciencia antiecológica que defiende la depredación de la tierra por parte del modelo capitalista.

P. ¿Qué juego de poderes hay en la Iglesia actual?

R. Yo creo que, en relación con el poder, podríamos utilizar la expresión de esa serie que se llama Juego de tronos. Y en la Iglesia también hay un juego de tronos. Primero, el poder político, es decir, la Iglesia, la jerarquía, yo creo que todavía no ha sido consciente de que en la sociedad democrática española hay tres poderes: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. Y sigue presentándose como si fuera el cuarto poder al mismo nivel que los otros poderes. Y por eso siempre entra en pugna- o con frecuencia entra en pugna-, sobre todo con el poder legislativo, con el poder ejecutivo también y con el poder judicial, de alguna manera. Es decir, que reclama tener una relación con los poderes de igual a igual, simétrica.

De eso el ejemplo más claro sería todo lo que tiene que ver con las inmatriculaciones, la reunión del presidente de la Conferencia Episcopal con el presidente del Gobierno, todo el tema de los acuerdos con las Santa Sede que requieren de un diálogo. Incluso el propio Gobierno y, en concreto el PSOE, lo dejó claro en su programa del último congreso. Dijo ‘Intentaremos llegar a un consenso en cuestiones de relaciones Iglesia-Estado, siempre poniéndonos de acuerdo con la Iglesia'. Es decir, ese es el primer problema del poder, que no es consciente de que la Iglesia, la jerarquía, ha dejado de ser un poder. Puede ser un poder fáctico, con influencias, sin duda ninguna, como cualquier otra organización, pero no un poder dentro de los poderes del estado.

Y luego, en el interior de la Iglesia, pues hay también un juego de tronos y de poderes. El poder doctrinal es una de las claves fundamentales que no quiere perder la jerarquía, que es el control de la doctrina, de la ortodoxia, de forma que cualquier interpretación de los teólogas y teólogas que pueda disentir en la interpretación de las verdades fundamentales del cristianismo, pues corren el peligro de ser objeto de sanción, de condena o de calificación de heterodoxia o de herejía. Por tanto, la jerarquía sigue teniendo el poder doctrinal y lo defiende con verdadero fervor y con un cierto carácter dogmático y autoritario.

Luego está el segundo poder, el clerical, en el ámbito de la gestión diaria de la Iglesia católica, de las comunidades cristianas, de las diócesis, de las parroquias… ¿Y ahí cuál es la clave? Pues que se sigue pensando que el poder y el ejercicio de la autoridad la tienen los clérigos. De forma que se sigue procediendo con el binomio y la contraposición clérigos-laicos, y el clérigo es el que tiene todo el poder y los laicos se limitan simplemente a obedecer.

Y luego está el poder sobre las conciencias, el poder moral. La jerarquía sigue pensando que debe ser guía de la conciencia moral de los ciudadanos. ¿Por qué? Porquecreen que la secularización, el laicismo, lo que lleva es a conciencias laxas que desembocan en libertinaje. Y ellos se consideran los guías morales de nuestra sociedad.

La jerarquía católica no es sensible al problema de la violencia de género’

P. Ha presentado en Córdoba su libro ‘La internacional del odio’ donde creo que analiza la apropiación de los valores cristianos por parte de la extrema derecha. ¿Qué análisis hace sobre esto?

R. El libro de 'La Internacional del odio' nace en Brasil. La primera idea que yo tengo para escribir este libro sucede en agosto de 2019, cuando estoy dictando una serie de cursos por diferentes universidades de Brasil y conozco muy de cerca cómo funciona el Gobierno brasileño bajo la presidencia de Bolsonaro. Y compruebo que, efectivamente, el modelo de estado que desarrolla es el modelo de esa alianza entre la extrema derecha política y las organizaciones cristianas fundamentalistas. Allí mantengo relaciones con políticos, politólogos, científicos sociales, colegas teólogos y teólogas… y participo en muchas de las manifestaciones que tuvieron lugar ese mes en las diferentes ciudades en las que yo estaba impartiendo clases. Y además sigo muy de cerca la gran manifestación que hubo de mujeres indígenas en Brasilia. Todo eso me lleva a pensar que nos encontramos con un modelo de estado teísta, que está bajo la presidencia de Dios. Descubro que es verdad la afirmación que hizo Bolsonaro durante su campaña electoral y con la que terminó su discurso de toma de posesión de la presidencia cuando dijo: 'Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos'.

Me doy cuenta de que Brasil se ha convertido en el epicentro de lo que yo luego voy a llamar el cristoneofascismo, donde el epicentro del teísmo político en la forma de cristoneofascismo y donde quien gobierna en Brasil es la extrema derecha de Dios. Un día, dictando una clase, un alumno pide la palabra: '¿Profesor puedo hablar?' Y me dice: 'En la iglesia nos prohíben hacer política y Bolsonaro se pasa todo el tiempo hablando de Dios y citando la Biblia'. Y yo, no quise darme por enterado pero enseguida capté por dónde iba y le dije: '¡Ah,¿pero Bolsonaro es teólogo?' Y dice: 'No, pero está constantemente citando textos bíblicos, ha ido incluso a Israel a bautizarse en el Jordán, tiene unas relaciones estrechísimas con las megaiglesias fundamentalistas evangélicas y realmente la palabra Dios la está utilizando constantemente'. Y yo dije: ¡Ah, pues si le parece podríamos definir a Bolsonaro como el teólogo y el predicador del cristoneofascismo'. La clase prorrumpió en un larguísimo aplauso. Entonces, vuelvo a España y escribo un artículo con ese título: 'Bolsonaro, predicador y teólogo del cristoneofascismo', que publico en el diario El País.

Pero claro, después de Brasil vuelvo y viajo por América Latina y me doy cuenta de que el cristoneofascismo no es algo específico de Brasil, sino que está recorriendo todo el continente latinoamericano. Me doy cuenta de que el cristianismo liberador ha sido sustituido por el cristoneofascismo. Igual que el cristianismo liberador supuso una alianza de los movimientos cristianos progresistas, de comunidades bases, movimientos de solidaridad vinvulados con la izquierda política, con los gobiernos antiimperialistas en la época en la que prácticamente todo el mapa latinoamericano estaba marcado con el color rojo o con el color progresista, pues me doy cuenta de que se ha producido un cambio fundamental de paradigma. Es decir, en América Latina sobre todo los evangélicos fundamentalistas, han tenido una gran fiebre de vocación política, y entonces han salido de sus espacios de reclusión religiosa y han dado el salto a la esfera pública y, además, la han conquistado. Muchos de los pastores han entrado en la arena política y han conseguido unos resultados excelentes. En Colombia, por ejemplo, debido a estas organizaciones integristas dentro de los evangélicos y organizaciones católicas ultraconservadoras, pues consiguen que no fuera aprobado el plebiscito de los Acuerdos de Paz. En Costa de Rica, en las elecciones de 2017, pues en la primera vuelta gana un predicador evangélico tremendamente duro contra el aborto, contra el matrimonio igualitario, contra la homosexualidad…

 Y claro, vengo a Europa y me doy cuenta de que el movimiento cristoneofascista, la alianza entre los partidos políticos y movimientos de la extrema derecha y las organizaciones cristianas integristas, gana fuerza, de una manera extraordinaria. Vox en España aliado con Hazte Oír, Salvini en Italia, Orbán en Hungría y también los dirigentes políticos de Polonia y otros países en esa dirección. Dije: Ya está. El libro que voy a escribir no se va a centrar en el cristoneofascismo brasileño sino que va a hacer un análisis de este fenómeno que es internacional. Y es cuando le pongo ese título de ‘La internacional del odio’.

Y claro, estudio también este fenómeno en EEUU durante la presidencia de Trump que, sin tener ninguna sensibilidad religiosa, él se va a vincular con los evangélicos fundamentalistas. El 3 de enero de 2020, en el comienzo de la campaña para su reelección, se va a crear un movimiento que se llama Evangélicos por Trump y él, con mucha habilidad política, va a apelar incluso a la Biblia para justificar determinados comportamientos represivos contra la población negra, la represión contra las comunidades indígenas y la defensa de alianzas con países como Israel, cambiando el lugar de la embajada como una provocación.

La inmatriculación de la Mezquita es un atentado contra un bien que debería pertenecer a la ciudadanía

P. ¿Cree que la religión se ha convertido en un arma arrojadiza en esa sociedad de la polarización, de la crispación?

R. Totalmente. Es decir, se habla de la guerra cultural. Pues yo creo que hay que hablar también de una guerra de la religión. ¿Y en qué consiste? Parece que es anacrónico hablar de guerra de religión hoy, pareciera que pertenece a los siglos XVI y XVII, pero no, hoy yo creo que se sigue manteniendo y sigue existiendo una guerra por el uso político de la religión, en una dirección neoliberal desde el punto de vista económico y ultraconservadora desde el punto de vista ideológico, frente a otro uso de la religión al servicio de los sectores más vulnerabilizados y de las mayorías populares que están sufriendo las consecuencias de las terribles crisis. De la crisis de 2008 cuyas consecuencias fueron para los sectores populares y de la crisis de la pandemia que, si bien es verdad que la pandemia ha afectado a todos a nivel mundial pero, sin embargo, es enormemente selectiva y afecta de manera especial a los sectores populares más desprotegidos.

Sí, efectivamente, hay una guerra religiosa entre aquellos sectores como Hazte Oír, como Germinans Germinabit en Cataluña, como Asociación de Abogados Cristianos o como esa asociación semiclandestina que es El Yunque que es la que protege y apoya económicamente a estos grupos, que son los abanderados de la homofobia, de la xenofobia, de la defensa a ultranza de la heteronormatividad y de la binariedad sexual y, por tanto, oponerse a cualquier otro tipo de identidades sexuales. Y claro, ahí lo más grave no es que lo presentan como un programa político, sino que buscan la legitimación de la religión, en concreto, de la Iglesia católica en sus sectores más integristas o más conservadores.

Aquí en Córdoba, sin ir más lejos, quien legitima esos planteamientos de la extrema derecha política es el propio obispo, Demetrio Fernández. En aquella famosa pastoral que publicó el 5 de diciembre de 2018, después de los resultados del 2 de diciembre en las elecciones autonómicas andaluzas (donde la alianza de PP y Cs posibilitó la salia del PSOE de la Junta después de décadas). El obispo de Córdoba termina su pastoral con un deseo político-religioso legitimador de la derecha y la extrema derecha, a quien dirige su afecto y bendición, que he recogido en un artículo esta misma semana.

Y luego está la otra corriente, que es la de un cristianismo progresista y liberador que se pone del lado de los sectores populares y que apoya la ampliación de derechos como el matrimonio igualitario, la defensa LGTBI y, sobre todo, busca estrategias para neutralizar esos discursos de odio de la extrema derecha política y de los movimientos ultraconservadores dentro del catolicismo. Por tanto, sí, podemos decir claramente que hay una guerra no solamente cultural en la esfera política sino una guerra de religión por el uso de la misma en una determinada orientación liberadora o en otra orientación totalmente alienante y opresora.

P. En estos últimos días hemos conocido que la Iglesia española ha encargado una investigación sobre los abusos sexuales cometidos en la institución a lo largo de la historia. ¿Qué opinión le merece?

R. En primer lugar, que creo que durante 80 años la actitud de la jerarquía católica ha sido de silencio, de encubrimiento y complicidad. Encubrimiento y silencio de tamaños crímenes como son las agresiones, porque creo que no está bien utilizado el concepto 'abusos' porque pareciera que son toqueteos, por hablar en términos vulgares. Pero no, son agresiones sexuales contra personas indefensas en unas edades en las que ni siquiera eran creíbles sus testimonios. Y son además crímenes porque constituyen un atentando contra la integridad y la dignidad de las personas violadas, agredidas. ¿Y con qué consecuencias? Primero, con la consecuencia de no ser escuchadas; segundo, con la consecuencia de si son escuchadas no son creídas; tercero, con la consecuencia de que desembocaban a veces en amenazas y obligarles a guardar silencio, lo cual les revictimizaba de nuevo.

Todo eso desemboca en una falta de compasión con las víctimas. Tienen que vivirlo solos, con unos traumas terribles, porque incluso a veces la propia familia no creía esos testimonios y han desembocado en frustraciones de por vida. Es decir, les robaron la infancia, les destruyeron la adolescencia, les mataron la juventud y, luego, pues han tenido que vivir con una serie de traumas de los que muchos no han conseguido salir, incluso con suicidios fruto de todo eso.

Yo creo que los dos fenómenos más graves de la Iglesia católica, a nivel general y en especial en España, posiblemente fueran el silencio durante la II Guerra Mundial ante las agresiones del nazismo y posteriormente, aquí en España, ese encubrimiento y esa protección (de los abusos sexuales). Porque en realidad no solo ha sido silencio, encubrimiento y complicidad, sino protección de la propia jerarquía a esas personas que habían cometido agresiones contra personas indefensas. Y la negativa, hasta hace dos días, a crear una investigación por una comisión externa que no fuera controlada por la propia jerarquía para descubrir la verdad. No solamente eso, sino también la resistencia numantina a que se conociera toda la verdad a través de unas organizaciones independientes que no estuvieran controladas por la jerarquía.

En la Iglesia hay un juego de tronos y de poder

P. En esta investigación ¿cree que sí se va a conocer esa verdad y se va a hacer justicia con las víctimas y los agresores?

R. Eso es lo que yo desearía, pero me parece que va a ser difícil, sobre todo porque la investigación se ha encargado a un bufete de abogados que se llama Cremades & Calvo Sotelo, del que el director es miembro del Opus Dei y además miembro del patronato del colegio Retamar de Vallecas, que es un colegio ubicado en una zona popular pero con un cierto carácter elitista. Piense que el Opus Dei es una de las organizaciones que tiene un número muy importante de pederastas en sus colegios que nunca ha investigado y que incluso, en el caso del colegio Gaztelueta, han defendido la inocencia de este profesor que abusó de un muchacho entre los 10 y los 12 años y que, sin embargo, el director del colegio todavía ha seguido defendiendo la inocencia de este agresor que ya ha sido condenado en firme por el Tribunal Supremo a dos años de cárcel. Por tanto, ¿cómo se puede entregar la investigación a un despacho dirigido por un miembro confeso y convicto del Opus Dei con la idea de conocer toda la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?

Yo creo que eso es una contradicción y no tengo mucha esperanza de que se ponga en práctica ese texto, esas palabras de Jesús de Nazaret: 'La verdad os hará libres', del Evangelio de Juan. Soy muy escéptico sinceramente, pero por la propia configuración de ese despacho. Ojalá me equivoque, sería la mejor noticia, pero tal y como está programado, no veo que sea fácil.

P. Acerca del tema de las inmatriculaciones, usted siempre se ha posicionado en contra, no sé si por aquello del ‘No robarás’… Y ahí ha habido otro acuerdo entre Gobierno e Iglesia en el que se va a devolver una pequeña parte de esos bienes inmatriculados, dentro de los que no se encuentra la Mezquita de Córdoba.

R. El tema de las inmatriculaciones es el ejemplo más claro del total incumplimiento de la jerarquía católica del mandamiento 'No robarás'. Es decir, no te apropiarás de aquello que no te pertenece. Pero aparte de eso, creo que es la mejor demostración de lo que yo llamo el neoliberalismo episcopal. ¿En qué consiste? La jerarquía católica está intentando apropiarse y hacer acumulación del mayor número de bienes de nuestra sociedad y el ejemplo claro son las inmatriculaciones. Para mí es escandaloso que el Gobierno crea las informaciones que recibe de la jerarquía católica, los novecientos y pico bienes que dice que ha inmatriculado ilegalmente. No. Han sido 100.000 desde el año 1946. Y yo creo que buena parte de esos bienes no le pertenece a la iglesia. Y no le debería pertenecer ninguno más allá de aquellos bienes que necesite para realizar su actividad religiosa, cultural, educativa, formativa a candidatos a la vida religioso, etc. Por tanto, ese abuso de la apropiación les convierte en aliados del neoliberalismo.

Volvemos al juego de poderes. La jerarquía cree que cuanto más poder económico tiene, más capacidad tendrá de influencia. Cuando hablamos antes del juego de poderes señalé el poder doctrinal, el poder clerical y el poder en relación con los poderes del Estado. Y creo que habría que hablar también de este otro poder, el económico, considerando que de esa manera pueden competir más y con más influencia, fuerza y poder, en relación con los otros poderes.

Esa es posiblemente una de las mayores contradicciones de la jerarquía de la Iglesia. Está en contradicción clarísimamente con aquel texto del Evangelio en el que Jesús dice: 'No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero’. Y en el caso del comportamiento con las inmatriculaciones, no es que sirvan a dos señores, sino que sirven al dinero y al mismo tiempo convierten al dinero en Dios. Es el acto más perverso de idolatría.

Las inmatriculaciones es el ejemplo más claro del total incumplimiento del mandamiento ‘No robarás’

P. De hecho usted ha dicho que la inmatriculación de la Mezquita es un auténtico pelotazo urbanístico.

R. Sí, lo dije ayer mismo en la presentación del libro. Fíjese que no creo que se haya producido nada igual, más allá de las donaciones de personas particulares o determinados estados confesionales a la jerarquía católica, pero un caso como este de que se inmatricula el edificio más importante del Islam occidental, con esa gran riqueza no solamente religiosa sino arquitectónica, que es además Patrimonio de la Humanidad desde el año 1984. Y que un bien Patrimonio de la Humanidad se convierta en una propiedad privada de una institución como la Iglesia católica que es una institución privada… Yo creo que las relaciones del Gobierno y del estado español con la Iglesia tenían que ser lo mismo que las relaciones que pueden tener con las organizaciones no gubernamentales o con cualquier de las otras religiones, no más. Me parece realmente uno de los escándalos más clamorosos que refuerzan todavía más esa idea del poder económico que la Iglesia quiere mantener e incrementar. Y de alguna manera, un poco malévolamente -no lo oculto- me acuerdo de aquel texto de los evangelios que habla de que Judas traiciona a Jesús por 30 monedas de plata.

P. ¿Por los 30 euros que costó la inmatriculación de la Mezquita?

R. Por los 30 euros, 30 monedas de plata. Ciertamente me parece una operación de lo más fraudulenta que se puede producir en un estado democrático social de derecho. Es un atentado contra un bien que debería pertenecer a la ciudadanía y que debería ser un espacio abierto sin necesidad de ningún tipo de control, incluso económico. Porque ya no son solo las 30 monedas, los 30 euros que costó la inmatriculación, sino que son los ingresos que el Cabildo Catedralicio de Córdoba incorpora a su arcas por las visitas.

P. ¿Cree que la Iglesia renunciará a los privilegios que mantiene en España? ¿O algún Gobierno los eliminará?

R. Yo creo que la propia jerarquía de la Iglesia sería la primera interesada en renunciar a esos privilegios, económicos, educativos, fiscales, culturales, incluso militares…. Creo que tendría que ser la primera que se presentara ante el Gobierno y dijera: Renunciamos a esos privilegios que no se corresponden para nada con la opción por los pobres y las personas marginadas que es el principio fundamental de la ética cristiana. Pero no lo va a hacer, de ninguna manera.

Ahora mismo está negociando. La actitud es de negociar y eso considerado como un paso hacia adelante. Yo creo que es una práctica incorrecta porque es situar el poder de la Iglesia al mismo nivel que el del Gobierno cuando no existen más que tres poderes. No creo. Ahí tiene que haber una decisión política que tiene que traducirse en una ley y que tiene que ser ratificada por el poder judicial. Por parte de la jerarquía no creo que se produzca. Sí habrá negociaciones, habrá renuncias, pero el núcleo duro de los acuerdos con la Santa Sede se va a seguir manteniendo y, eso, por responsabilidad de los propios gobiernos.

Yo creo que los gobiernos de la democracia en España de 1977 hasta nuestros días, ya son 45 años, todos los gobiernos han sido rehenes de la jerarquía católica. La derecha, la izquierda y el centro. Incluso con la izquierda socialista, pues la verdad es que la Iglesia ha conseguido más privilegios que con otros gobiernos de derechas. El ejemplo más claro fue el incremento de la declaración de la renta, el destino de parte de esa declaración a la Iglesia o a fines sociales, que incrementó el destino a la Iglesia del 0,5% al 0,7%. Y ayer (el pasado jueves) en la presentación del libro, se refirieron a Rosa Aguilar que siendo alcaldesa -por IU- se alió con la Iglesia y le dio muchísimos privilegios.

Hoy sigue existiendo una guerra por el uso político de la religión

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