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Juan de la Haba: “Un médico sin empatía es alguien sin humanidad”

Juan de la Haba | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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https://youtu. be/agEQF9Oj0iI

- ¿Aquél es Juan de la Haba?

- Sí, creo que sí

- Qué raro que esté ahí quieto

- Le están haciendo fotos

- Ah, claro, entonces sí.

A las puertas del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic) posa para CORDÓPOLIS el oncólogo Juan de la Haba (Córdoba, 1970), quien también es ahora el Coordinador de Investigación Clínica de este instituto. Un grupo de investigadores y científicos le observa mientras tanto. Les cuesta ver a De la Haba sin hacer nada. Sería inaudito. Apasionado de la investigación, más lo es aún de sus pacientes y de entender la medicina como un acto de convivencia entre quien, con miedo e incertidumbre, abre cada día la puerta de su consulta.

Desde hace 20 años ejerce en el Hospital Reina Sofía, trabajo que compagina también con el del Hospital San Juan de Dios. Es, además, profesor en la Universidad de Córdoba, donde transmite a sus alumnos no sólo los conocimientos propios de la medicina, sino también aquello que aún no está en los libros: humanidad, delicadeza y empatía. Un tridente que todo médico debe desenfundar día a día en su consulta para transmitir una frase que, al oírla, da un miedo atroz: “Usted tiene cáncer”.

PREGUNTA. ¿Cómo ha influido la pandemia en el día a día de los pacientes con cáncer en Córdoba? Según estudios recogidos por la Sociedad Europea de Oncología Médica, un 60,9% de los centros redujo su actividad en el pico de la epidemia.

RESPUESTA. Nuestra preocupación era cumplir con el día a día y tuvimos que reorganizarnos pensando que parte de la plantilla muy probablemente no iba a poder trabajar. Hay una asistencia al paciente con cáncer que no puedes dejar de hacer bajo ningún concepto porque el cáncer es una enfermedad grave. Nos preocupaba que llegara un momento en que esa asistencia no la pudiéramos dar. La pandemia ha influido en el día a día desde el punto de vista organizativa pero puedo decir que en Córdoba, la asistencia al paciente en tratamiento se ha mantenido al 100% y se ha procurado hacer una revisión telefónica al enfermo en revisión para evitar su desplazamiento al hospital. Además, se han hecho algunas consultas presenciales sobre todo cuando el paciente ha tenido algún tipo de síntoma. No hemos tenido demoras, ni retrasos ni anulaciones de consultas. Además, la plantilla prácticamente la hemos podido mantener al 100%.

P. ¿Los pacientes le han transmitido un miedo añadido?

R. Bueno... Los pacientes te transmiten mucho cariño porque se van de la consulta y te dicen: “Que se cuide usted, que como le pase a usted algo...”. Es muy gracioso. Eso suple cualquier cosa. Miedo, obviamente sí, pero estos pacientes tienen el umbral de miedo muy alto: tienen un cáncer. El miedo al virus añade un poquito más al que ya tienen, pero yo no he percibido que estuvieran recelosos de que los fuéramos a dejar en la estacada. Ellos saben que el compromiso es alto.

La asistencia al paciente con cáncer en tratamiento se ha mantenido al 100% en la pandemia

P. En el vídeo hablábamos de la empatía del médico con el paciente. ¿Cómo influye tanto positiva como negativamente esa relación?

R. Es bueno tener empatía, aunque tiene que haber algo de distancia porque el paciente sale de la consulta y entra otro. Ese distanciamiento emocional hay que mantenerlo. Empatía para entender bien que ese momento que está teniendo el paciente contigo lo lleva preparando tiempo, que pretende resolver problemas, que trata de encontrar a alguien que desde el punto de vista afectivo le dé una esperanza o una posibilidad de que las posibilidades van a seguir. Fíjate que no te hablo de posibilidad de curar, sino de seguir. Pero es cierto que la empatía debe ir acompañada de una distancia emocional como mecanismo de supervivencia, no de defensa. Eso de que hay que defenderse del paciente es muy esporádico. Los pacientes transmiten mucho cariño en las consultas y algunos te consideran familia. Lo vivo como un regalo. No sé quién decía que somos seres racionales y sociales y en la medida que uno utiliza ese recurso racional para implicarse en una sociedad se siente una persona afortunada y yo lo creo realmente. Me considero alguien tremendamente afortunado. La consulta la puedes ver como un problema, que se convierte en algo insoportable, o desde la perspectiva del matiz que añade a tu vida la convivencia con un paciente que está en una situación de dificultad. Copio muchas cosas de la actitud de los pacientes. Siempre digo que si algún día me toca morirme de un cáncer y no estoy a ese nivel, tendré el doble delito porque conozco el camino bien hecho. Eso es un aprendizaje brutal. Los pacientes te enseñan de dónde cogen fuerzas para caminos que son muy complicados, esa pócima que les ayuda a pesar de estar llegando al final de su vida. Eso es una ventaja siempre.

P. ¿La relación que establece con sus pacientes es uno de los actos humanos más complejos que vive en su día a día?

R. Creo que no. Cuando hay espontaneidad y cariño... Ocurre como con las relaciones laborales: si las basas en lo que tú y yo tenemos que hacer, se establece una relación de contrato donde en ocasiones hace que tu trabajo sea difícil. Pero cuando hay una relación de cariño y confianza, esas relaciones son más fáciles. Lo que hay que mantener siempre es la sinceridad, no andar con mentiras ni con medias tintas. Se pueden decir verdades de una dureza tremenda pero cargadas de cariño. Muchos preguntan: “¿Esto se va a curar?” y le tienes que decir que no. Decirles que sí es mentir, pero eso se puede decir con cariño. No está reñida la verdad con el cariño.

P. ¿Le pasa factura conjugar el cariño al comunicar unos diagnósticos malos?

R. Un poquito de factura sí que pasa y a veces tienes la lagrimilla un poco más fácil. Procuras separarte un poquito, entender que la vida es así, que no somos especiales, que esa es la historia del paciente pero que yo también tengo la mía. Hay muchas cosas que no podemos cambiar y ante esos casos lo único que podemos hacer es acompañar a las familias. La soledad es muy mala. Este tipo de procesos, como cualquier enfermedad, sin nadie que acompañe, tiene que ser tremendo y para quitarse la vida. Un paciente con un cáncer lo que quiere es tener a alguien que lo acompañe. Cuando uno se distancia, pasa de mirar a contemplar, que es mejor que mirar. Miramos mucho y quizás la contemplación implique una predisposición a mirar un poquito más. Tu función no es sufrir con él, sino acompañarlo porque ya sufrirás tú con tus problemas, que pueden ser de los tu familia, trabajo o amigo. Si entiende esto bien se sufre menos.

La empatía debe ir acompañada de una distancia emocional como mecanismo de supervivencia

P. ¿La medicina moderna en general ha cambiado esa visión de monólogo del médico a un diálogo con el paciente?

R. Sí, yo creo que sí. El proyecto de En qué te puedo ayudar es un descubrimiento: entendí que en los años que llevo trabajando atendía a pacientes a los que les cubrí unas necesidades que ellos mismos no se esperaban de mí y que no formaban parte de su objetivo. Eso generó en mí una frustración tremenda. Me hizo replantearme que cómo tenía que empezar mi consulta, que pasaba por dejar de suponer lo que el paciente esperaba de mí, sino que tenía que preguntarlo. En qué te puedo ayudar es la forma en la que empiezo mi consulta. Hay gente que es muy sincera y te dice que sabe que tiene un cáncer y que no se va a curar, pero lo que quiere es que no le duela. A ver, es que su prioridad no es vivir, sino que no le duela. Otros llegan y me dicen: “Mire usted, tengo un cáncer, dos hijas pequeñas y yo como sea tengo que vivir el máximo tiempo posible”. Lo que te está pidiendo es vivir lo máximo a cualquier precio. Son escenarios muy diferentes. La medicina antigua, la paternalista, presuponía qué era lo mejor para el paciente y en la que el enfermo no opinaba. De la falta de diálogo vienen todos los proyectos que han surgido, como Calvas y Bellas, que no es otra cosa que escuchar un poquito. “La pérdida del pelo no tiene ninguna importancia”. Claro que tiene y claro que hay que escuchar. Un médico tiene que tener una actitud de escucha continua. No sé si escuchar implica mejores resultados pero muchas veces los pacientes no van buscando eso.

P. Un desahogo.

R. Buscan hablar con alguien que sabe cuál es su problema de salud y que le puede hacer indicaciones útiles, pero tienes que dejar hablar. Para hacer una medicina personalizada hay que dejar hablar y escuchar. La medicina personalizada es la que haces después de escuchar expectativas del paciente, qué importancia le da a los síntomas que tiene, qué importancia tiene el entorno del paciente, que a veces tiene influencias buenas y en otras ocasiones, no tan buenas. Después de entender todo eso, haces por él lo mejor que puedes con los conocimientos que tienes.

P. ¿Es vital tratar también de vez en cuando a esos familiares que acompañan al paciente?

R. A ellos los llamo las secuelas del cáncer. Son el día a día del paciente, de sus noches sin dormir, y todo habitualmente acompañado de cariño, aunque no siempre se consigue eso. Los familiares deben ser un foco también en la consulta médica. El preguntarle a un familiar cómo se encuentra es importante. Creo que la medicina centrada en la enfermedad llegará hacerlo muy bien una máquina, estoy convencido de ello. A través de inteligencia artificial diagnosticarán tratamientos con una probabilidad de éxito muy buena, pero eso no es medicina, sino tratar una enfermedad. Hacer medicina es otra cosa. Probablemente yo podré entrar en una cabina y a través de un sistema tecnológico me podrá detectar que tengo una gripe y cuál es mi tratamiento y que además acierte, pero eso no es Medicina, sino tratar enfermedades. Hay una parte técnica que se aprende en las facultades y después hay otra humana que uno mismo se tiene que preocupar de aprender, que también se aprende en los libros.

Los pacientes te enseñan de dónde cogen fuerzas para caminos que son muy complicados

P. ¿En las facultades de Medicina se enseña humanizar?

R. Yo lo echo en falta. Creo que en la actualidad está ganando la batalla la tecnología. Estamos resolviendo problemas de manera muy exitosa pero eso está inclinando la balanza hacia la tecnología. Eso hará que controlemos mejor el dolor, pero quizás el control del sufrimiento implique algo más. No es lo mismo dolor que sufrimiento. Hay gente que tiene dolor pero está disfrutando, como quienes se dedican a bailar: le pueden dolor mucho los pies en una actuación pero no están sufriendo. Para aliviar ese sufrimiento, creo que la tecnología se queda corta. Es necesario conocer bien las bases de la medicina, pero también tener un conocimiento humanístico.

P. En sus inicios como médico, ¿palpaba esa medicina paternalista y falta de empatía?

R. (Ríe) Estamos evolucionando desde que nacemos. Yo mismo he ido evolucionando desde que practico la medicina. Al principio estuve un poco asustado por hacer bien las cosas desde el punto de vista técnico. De hecho, te conviertes en un aplicador de protocolos, cosa para la que no hace falta ser médico, sino lo único que hay que tener es un buen conocimiento del protocolo y ser muy cuidadoso. Así fue mi primera etapa. Después, en mi evolución personal -no sólo como médico sino como persona- vas descubriendo que si dejamos a la medicina ahí, es muy pobre y aburrida porque en el momento que te sabes el protocolo, se convierte en una rutina. Cuando evolucionas y ves que la medicina tiene algo más, descubres otra etapa, en la que tratas de individualizar ese protocolo a las necesidades. En la siguiente evolución eres un mero acompañante del paciente: ya te sabes el protocolo y entiendes que la medicina que la relación que estableces con el paciente es de otro tipo.

P. Ha cambiado totalmente su forma de entender la medicina.

R. Sí. Así ha sido mi propia historia personal. Es una evolución que para sobrevivir en este entorno es muy necesaria sino la medicina se llega a convertir en un auténtico trabajo rutinario.

Se pueden decir verdades de una dureza tremenda pero cargadas de cariño

P. Esa rutina es lo que ha llevado, quizás, a que los pacientes se consideren un número.

R. Sí. Hay pacientes que te reconocen en alguna ocasión que les hago sentir único. Ese es el punto. Y quizás le has dedicado tan sólo cinco minutos porque era lo que necesitaba.

P. ¿Tratar a los pacientes como números ha provocado un desprestigio de la medicina?

R. Creo que ha ganado prestigio por desarrollo tecnológico, pero el paciente, a veces, tiene otras expectativas. El desarrollo ha sido descomunal pero, ¿qué aspecto no ha quedado cubierto? El humano de la medicina y quizás ese es el que está echando en falta el paciente. Por eso, todas las corrientes de humanización que se están convirtiendo en una corriente muy presente en hospitales no va en contra de lo tecnológico, porque es muy bueno y está mejorando nuestras expectativas de vida, sino que va dirigido a no olvidar la otra parte, que es el trato entre dos personas.

P. ¿Por qué decidió especializarse en oncología?

R. Porque con esta especialidad había dos facetas que se me cubrían de maravilla: a mí me gusta tratar con la gente y también la parte de investigación. Tener la posibilidad de no ser espectador sino actor y colaborar con la generación del conocimiento que va a solucionar problemas me atraía mucho. Entonces, la oncología tiene un aspecto de trato humano fantástico y también la parte de investigación. Hoy se lo decía a mis alumnos de Medicina: “La asistencia está muy bien pero pensad que podéis ser parte de la generación de soluciones a problemas que en la actualidad no tienen solución”. Hay un libro muy bueno de Ramón y Cajal, Los tónicos de la voluntad, que aborda esto mismo: la investigación, desde el punto de vista médico, es tremendamente práctica porque lo que pretende es solucionar un problema y le importa poco el porqué ocurre algo, sino solucionarlo. De hecho, la primera solución que hubo para el escorbuto fue dar dos naranjas y un limón al día y todavía no se sabía por qué se producía el escorbuto ni se sabía que era una déficit de vitamina C. Sin embargo, encontraron una solución: seleccionaron a dos marineros y le dieron agua del mar: a otros dos, un elixir; a otros dos, nuez moscada y a otros dos, dos naranjas y un limón. Con el tiempo se vio que los marineros que tomaron esto último se les quitó el problema del escorbuto.

Un paciente con un cáncer lo que quiere es tener a alguien que lo acompañe

P. ¿Percibe en los alumnos el interés por la investigación?

R. Yo soy muy optimista. Creo que las generaciones que vienen son mejores que las que las anteceden. Creo que la humanidad evoluciona así a la perfección. Los acontecimientos negativos que ocurren dejan detrás mejores sociedades. Las dos guerras mundiales dejaron mejores sociedades de las que había antes. Pero hay veces que coinciden ritmos diferentes: hay una parte del mundo donde se siguen haciendo las atrocidades que hacía nuestra sociedad en la Edad Media, como quemar a la gente. Hay una inercia hacia la bondad en la que creo y considero que los alumnos de hoy son mejores de lo que fuimos nosotros y quizás haya que marcarles un poco algunos aspectos en los que se puedan apoyar. Muchas veces piensan que la investigación se ha tecnificado tanto que creen que no pueden acceder a ella porque les ha tocado trabajar en un hospital comarcal o en una ciudad pequeña. Pero, no. El médico tiene una función fundamental: la observación de un problema frente al que no tiene solución. Después, la tecnología nos ha permitido conectar en red con grupos. Se puede hacer muy buen investigación desde ciudades pequeñitas simplemente estando conectados y teniendo voluntad. Los de hoy son magníficos estudiantes y tienen un conocimiento más profundo que el que tenía nuestra generación. Pero la parte humana es la que tienen que ir descubriendo y eso lo harán en el trato con las personas. No ser meros espectadores y formar parte de los que solucionan los problemas, esa es la clave. Pero esto implica voluntad y querer. En las facultades se debe enseñar que existe la humanidad y que son formas de estar. En las relaciones laborales, o formas parte de los problemas o de las soluciones. Si verdaderamente sientes el problema de un paciente como algo que tienes que solucionar, tienes delante un turbo.

P. Hace unas semanas estábamos conmemorando el Día Internacional Contra el Cáncer de Mama. ¿Cómo se habla hoy de este enfermedad?

R. Con naturalidad. He de reconocer que el cáncer de mama ha sido la punta de lanza a la hora de poder decir: “Tengo un cáncer”. La población femenina hacéis mucha piña en búsqueda de soluciones a problemas determinados y ha conseguido normalizar la enfermedad y que la gente tenga un nivel de conocimiento bastante bueno de la enfermedad.

El preguntarle a un familiar cómo se encuentra es importante

P. A pesar de esa naturalidad, ¿sigue habiendo estigmas?

R. Creo que no. No es un estigma peyorativo per sí que es verdad que el cáncer en general tiene estigmas como el de la alopecia. Ves a alguien por la calle sin pelo y lo primero que piensas es: “Pobrecillo, seguro que tiene algo malo”. Ese cambio de imagen que genera ese sentimiento de pena. No creo que sea negativo ni que genere rechazo como la gente que va sucia, por ejemplo. Lo que generan los estigmas del cáncer es pena y tristeza y eso es de lo que huye el paciente con cáncer ya que necesita de todo menos eso. Ellos quieren normalidad y como lo hacen es poniéndose una peluca: ocultando que están recibiendo un tratamiento de quimioterapia y que la gente le hable de las cosas que hablan los demás. Se ocultan. El paciente que está en tratamiento genera en su entorno un halo gris y de tristeza y de eso huye y busca un entorno de ejercicio físico y de entretenimiento. Ellos necesitan su normalidad. Pensábamos que la sociedad había dado un paso más y que no le daba tanta importancia al aspecto físico pero qué va. Hay un canon de belleza-perfección que bajo mi punto de vista son conceptos antagónicos: si hay algo bello es la imperfección. Algo complemente liso, sin rugosidad, para mi no es bello. Gente que no tiene carácter ni forma de ser bien definida es una persona que no es bella, además de maleable. La persona que tiene su carácter y sus planteamientos definidos sí se acerca a la belleza. La sociedad entiende la belleza como algo muy pulido y suave pero eso es fruto de la mentalidad positiva que impera. Durante el confinamiento, por ejemplo, no vi bien el momento de los aplausos porque vi que respondía a una sociedad con demasiado positivismo. Que yo tengo mis miserias a pesar de ser médico y las conocen en mi casa y mi círculo íntimo y eso forma parte de mi belleza. Que una sociedad potente es aquélla que tiene miserias y virtudes que las trabaja para solventar esas miserias y no se pueden tapar, como al igual que no se podía tapar con aplausos situaciones que se estaban viviendo. Además, se hacía con un sentimiento como de que no pasaba nada. Yo no lo he vivido bien ni lo percibía como apoyo. Joder, es que se estaba muriendo la gente en la UCI.

P. Y si complicado es dar un diagnóstico de cáncer de mama a una mujer, ¿cómo lo es si la paciente se encuentra embarazada?

R. Ahí se juntan varios problemas porque está la mujer embarazada, el padre embarazado, los abuelos embarazados... Un embarazo es así. Esto sólo se puede hacer atendiendo al paciente y al entorno. De nuevo se plantea un problema que tenía una solución hasta hace unos años: elegir entre madre o niño. Era decidir abortar o tirar para adelante con el embarazo con menoscabo de la reducción de posibilidades de curación de la madre. Se empezaron proyectos como Cáncer de mama y embarazo que tratan de que las dos cosas salgan hacia adelante y sin menoscabo de las posibilidades de curación. ¿Cómo se comunica? Como hay que hacerlo siempre: con la verdad y con mucho cariño. En el lugar de una mujer embarazada se podría poner mejor una mujer embarazada entonces, me trato de imaginar ese sentimiento de ilusión-tristeza y de qué manera eso se hace convivir. Sí te digo que lo consiguen. Es genial. A mí me han enviado fotos de los bebés como si fuera uno más de la familia. Es un trabajo de equipo porque Ginecología se pringa y se remanga tela marinera. No hay horas porque el problema puede surgir en cualquier momento y la solución no puede esperar. Ginecología hace un papel fundamental en el éxito de poder tratar a una mujer embarazada con quimioterapia.

P. ¿Cómo es el cáncer de mama en los hombres?

R. Se detecta un poco más tardíamente porque la mama está más pegada al tórax y suele tener un pronóstico algo peor que en la mujer. Hay pacientes que te dicen: “Es que en su consulta soy el único hombre”. Habitualmente el hombre se adapta bastante bien a todo. Lo afrontan de manera totalmente diferente a como lo hacen las mujeres. Ellas quieren saber, planificar y controlar y eso es muy positivo. El hombre es un poco más del día a día. Estamos generalizando y quizás nos equivoquemos pero así es cómo suele afrontar el hombre una misma enfermedad. En la mujer, la mastectomía tiene un impacto sobre su visión corporal mucho mayor que la que tiene el hombre. Cada vez menos, el cómo nos ven desde el punto de vista físico influye más en la mujer que en el hombre.

En las facultades se debe enseñar que existe la humanidad y que es una forma de estar

P. ¿Venceremos algún día esta enfermedad?

R. Yo creo que sí. El cáncer es un compendio de muchas enfermedades. Vamos a ir venciendo tumores y van a dejar de ser un problema. Antes me preguntabas por la curación pero es que estamos tan curados como la tecnología nos permite decir que estamos curados. Ahora te puedes hacer una analítica y pruebas y estás genial pero el mes que viene puedes empezar con un cáncer. Antes, la curación era mucho más fácil: había una herida, se resolvía la herida y ya estabas curado. Pero ahora, con la era de las enfermedades crónicas, hablar de curación cuesta porque no tenemos esa tecnología que nos diga que nunca más vamos a tener un determinado problema. El concepto de curación se ha ido modificando a lo largo de los años. La hiperlipemia o la hipertensión no se curan, sino que se controlan. La curación del cáncer pasará cuando deje de ser un problema. El Covid, en el momento en que deje de ser un problema, la curación importará relativamente poco. Cuando el Covid no provoque ingresos en la hospital o en la UCI y sólo sea un catarro. Tan bueno es tener una vacuna como tener un tratamiento que evite que la gente se muera, que tenga que entrar en la UCI o que se bloquee el sistema sanitario.

P. ¿Cómo afronta la resignación en los pacientes?

R. No me gusta esa palabra. Quien se resigna es quien está continuamente negando su situación y además le genera estrés y pena. Asentimiento. Esta es mi realidad, ya está. El resignado es el que está en continuo sufrimiento. Una madre que se le muere un hijo y dice: “Hay que resignarse”. ¿Por qué? ¡No! Eso es un continuo sufrimiento.

P. ¿Alguna vez le ha transmitido algún paciente que no quería seguir viviendo?

R. Sí... Cansancio. Mucho. Hay gente que se cansa porque es una carrera muy larga en algunos pacientes durante meses y años. El cansancio es un argumento muy sólido. Mira, me puse a correr un día porque entiendo que eso se asemeja a lo que los pacientes hacen, salvando mucho las distancias. Al principio, lo único que puedes hacer es seguir corriendo. Cuando ya llevas un rato es cuando empiezas a ver otra etapa de la carrera y lo que no te puede fallar es la voluntad de seguir corriendo. Después viene una etapa en la cual sigues corriendo y no estás tan cansado porque a lo mejor el paisaje es más agradable o porque a lo mejor tu mentalización es diferente. Esta gente tiene que encontrar el camino. Nadie se para salvo que se pegue un tiro. Pero eso le pasa a la gente sana igual.

La Medicina ha ganado en tecnología, pero el paciente tiene a veces otras expectativas

P. Ante estos casos o ante los diagnósticos negativos, ¿cómo se le pide a un paciente que construya un relato de supervivencia?

R. Hay veces en las que tienes que llevar al paciente al extremo contrario y decirle: “La opción que queda es no hacer nada y este es el final de la vida”. Eso lo tienes que medir muy bien y eso no se hace en una entrevista. Eso de informar en 15 minutos no se hace. La primera vez que nos conocemos tú y yo no nos vamos a decir cosas íntimas, sino que nos tendremos que ver más veces. Vamos a echar un café o nos vemos dentro de dos semanas. Después de un tiempo de relación sí hablaremos de otras cosas. Hay una situación ante la que me siento desarmado: el paciente que está solo. El que tiene un nieto tiene un aliciente, la gente joven tiene mucho grado de motivación, al igual que vosotras con los hijos. Eso es un impulso esencial. Hay gente que encuentra su camino. Hay que seguir una estrategia muy personalizada y no te sabría decir qué funciona con una persona que no quiere nada. Lo que necesita es tiempo y yo en una consulta no le puedo decir al paciente: “Tú te vas a ir de aquí con tu futuro construido”. Eso es una prepotencia y no doy para tanto ni de coña.

P. ¿Cómo influye en los pacientes escuchar declaraciones como las del médico Jesús Candel relativas a “quien quiere curarse de cáncer se cura y quien no, se muere”, dejando recaer su propia supervivencia en su predisposición ante la enfermedad?

R. Eso es horroroso. No puedo con ello. Hace cinco o seis años se acababa de morir una paciente muy joven con la que tuve cierta vinculación y tuve una pequeña crisis. En ese momento escuché a las hermanas Campos decir: “En el cáncer, lo importante es la actitud. Si luchas, te curas”. Me jodió tanto que me puse a escribir una carta: Si luchas, vives. Primero, estoy en contra del verbo luchar porque me parece negativo, al igual que vencer. Con el cáncer convivimos y nuestra misión es vivir. Punto. Hay gente tremendamente luchadora, de una capacidad humana brutal, que se acaba muriendo. La lucha es vivir.

P. ¿Ha cambiado su concepto de muerte?

R. Totalmente.

Me da un miedo atroz enfrentarme a la muerte de un hijo

P. ¿Cómo la veía antes?

R. Con mucho miedo. A un paciente le pregunté: “Una paraplejia, un cáncer renal... una situación muy crítica. Con lo que tienes encima, ¿no tienes miedo?”. Y su contestación fue una canción: No creo en el jamás, de Juanes. Antes veía a la muerte con mucho miedo. Tal vez, cuando tenga que mirarla a la cara me dé un poco de miedo también, que no es que lo haya eliminado al 100%. Creo que puedo llegar a entenderla y verla como parte de mi propio proceso vital. Me da un miedo atroz tener que enfrentarme a la muerte de un hijo, a la muerte contra natura. A pesar de eso, la gente la enfrenta y sigue.

P. Tampoco queda otra que seguir viviendo.

R. Pero mi muerte la entiendo como el fin de mi proceso de vida. Lo otro, no.

P. ¿En Córdoba se muere bien o hay encarnizamiento terapéutico?

R. El encarnizamiento terapéutico muchas veces lo asociamos al concepto social que tenemos. La gente no se quiere morir y encarniza a sus propios familiares. Te siguen trayendo a Urgencias al abuelo que, tras mucho pasado, por fin ha entrado en coma para morirse. Déjalo en casa y que descanse. Es un concepto más que médico, social. Yo creo que también una evolución buena de la sociedad va a ser entender la muerte como un proceso natural y cuando hablemos de muerte digna. Esto no viene a golpe de ley. Mañana firman una ley de eutanasia y no por eso somos una sociedad más madura. Esto viene de la reflexión de que la muerte forma parte de nuestro proceso vital, que puede durar un día o unas horas. Hay muertes que son muertes crónicas, como las que duran 15 ó 20 años. Eso tiene que ser durísimo. Hay gente que se diagnostica de un cáncer incurable y empieza a morirse ese día y tarda quizá tres años en morirse, pero deja de vivir. Y luego hay gente que con la misma enfermedad van a vivir lo mismo y si le dices que se van a morir, viven más intensamente.

P. ¿El progreso de la medicina nos ha llevado a una vida más larga pero a una muerte más lenta?

R. Nos ha llevado a una vida más larga seguro, pero seguimos muy separados de la muerte.

Un paciente de cáncer huye de la tristeza y de la pena

P. Fruto de nuestra cultura.

R. Sí. Nos acercamos ahora en noviembre pero tenemos una cultura de no mirar a la muerte y debemos seguir peleando por vivir más tiempo y con calidad de vida. Pero hay muertes en vida y eso es muy duro, incluso más que estar enfermo. Esas son las que hay que evitar que ocurran. En ocasiones, cuando hay pacientes que están muertos en vida, lo que suele llegar es un suicidio o solicitan una eutanasia. Debiéramos de evitar eso, que es la muerte en vida. Tener que seguir respirando cuando tu corazón está muerto debe ser muy duro. A la muerte no la miramos de cara a cara.

P. ¿En qué punto se encuentra la investigación contra el cáncer?

R. La investigación sigue dos grandes corrientes. Primero, conocer bien la enfermedad y saber qué mecanismos molecuares son los que desarrollan los diferentes tipos de cáncer, lo que nos está permitiendo identificar cerraduras en las que meter posibles llaves que nos abran puertas. Esta es la parte del conocimiento básico. Y segundo, un desarrollo farmacológico y tecnológico brutal. A ver, este desarrollo farmacológico es compromiso social y business y se tiene que buscar un equilibrio en base a decisiones que deben tomar a quien les toque porque el business es ilimitado, al igual que las ganancias, y hay que ponerle un tope. Somos cada vez una sociedad más cara y la investigación en el primer mundo es así. Regulamos tantísimo la investigación para sostener la seguridad del paciente que participa en un ensayo clínico que... ¿La seguridad es ilimitada? Llegará un momento en el que habrá que equilibrar. Lo que nos gastamos en seguridad después lo tenemos que pagar de bolsillo. Es algo muy complejo y no tengo la solución, pero creo que en todo momento debe haber un equilibro entre el bien social y el beneficio económico. En el momento en que empezamos a incrementar este último, disminuye el bien social.

P. ¿Cuál prima ahora?

R. El beneficio económico. Solucionar esto es poner en marcha políticas dirigidas a un modelo social de la sociedad y que lo tengan como prioridad.

[Durante el confinamiento] No se podía tapar con aplausos situaciones que se estaban viviendo

P. ¿Cómo ve ahora a sus pacientes a través de la mascarilla?

R. Ay... Los médicos siempre decimos: “Tiene usted buena cara”. Ahora no podemos decirlo. Es interesante lo que vemos ahora ya que la gente sonríe con los ojos. Yo te miraba y te he visto antes una visión triste y luego reírte y todo ha sido con los ojos. A mí me supone hasta un juego. Es un ejercicio.

P. ¿Qué le está enseñando la pandemia?

R. Que no lo sabemos todo. Hay que ser humildes. Probablemente también nos esté enseñando a tener confianza y a que nos toca confiar en quien toma las decisiones, que se supone que lo hace pensando en un bien. Si nos dicen que nos tenemos que poner la mascarilla, pues hay que tener confianza y ponérnosla. También nos está enseñando a actuar como sociedad y no a nivel individual. Tenemos una sociedad a la que no le ha costado ningún trabajo saltarse las normas antes de la pandemia. La gente conducía con tres copas, por ejemplo. Que le daba igual siempre y cuando no lo pillaran. Yo siempre intento ver el punto positivo de cada evolución. Ahora la gente tiene conciencia de que no es que no te pillen, sino que te tienes que poner la mascarilla y lavarte las manos.

P. A ver lo que dura ese cumplimiento.

R. Esperemos que dure menos la pandemia.

P. Ojalá.

R. Ojalá.

La pandemia nos está enseñando que no lo sabemos todo

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