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Gaia Redaelli: “La Axerquía ya se está gentrificando”

Gaia Redaelli | MADERO CUBERO

Marta Jiménez

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Esta arquitecta llegada a Córdoba en 2003 tiene los pies bien anclados en lo local. Y ello no le supone ninguna incapacidad para volar. Gaia Redaelli (Milán, 1970) es una absoluta mujer de su tiempo y de sus espacios. Vive en Córdoba, tiene parte de su trabajo en Milán y recorre las ciudades del mundo para empaparse de lo que ocupa una gran parte de su cabeza: la rehabilitación de la ciudad consolidada, los cascos históricos y las barriadas, las viviendas y los edificios de interés patrimonial, así como de espacio público y el fomento de la arquitectura.

La protagonista de la última charla de julio ha sido directora de la Fundación Arquitectura Contemporánea, concurso que ganó y que la trajo hasta aquí. Es profesora y arquitecta en Milán, participa en un grupo de investigación sobre ciudad contemporánea en la Universidad de Sevilla, fue directora General de Rehabilitación y Arquitectura (2012-2015) de la Junta de Andalucía y creadora del programa La ciudad amable, además de directora del plan de Equipamientos e Infraestructuras culturales de Córdoba. Tiene premios, publicaciones y la cabeza llena de ideas.

Una de las últimas es la iniciativa PAX -acrónimo de Patios de la Axerquía-,  un proyecto dirigido a garantizar el derecho a la vivienda, pero también “el derecho a la ciudad”. Por su dimensión mediterránea, PAX ha sido invitado en la prestigiosa XV Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia, como proyecto español en un pabellón griego de una bienal italiana, y ha aparecido en la revista internacional Abitare, bajo el sugerente título Córdoba redescubre el patio mediterráneo.

Es por eso que la arquitecta, tras varios días pensando cuál sería el mejor espacio para esta charla, elige la Capilla mudéjar de San Bartolomé en la Facultad de Filosofía y Letras. Para huir del geranio de la postal típica de los patios. “Y porque este es un patio que una institución como la UCO ha permitido que reactive gente joven de la ciudad y que eso genere una microeconomía”. Algo en lo que ella cree firmemente.

Porque en hacer ciudad se tarda mucho. Y hay que hacerlo bien.

P. Opinaba el pensador Zygmunt Bauman que la ciudad “se convierte, hoy, en el principal laboratorio en el que se buscan, se diseñan, se experimentan y se ponen a prueba soluciones locales a problemas globales”. ¿Qué ha aportado como laboratorio esta ciudad?

R. Creo que ha servido para ahora pensarlo y después actuar. Esa dicotomía entre la economía global y la cultura local en Córdoba se está dando con virulencia porque lo que está pasando en el casco histórico es una puesta en evidencia de esa dificultad de hacer compatible la escala global y la local, el patrimonio, la cultura… El proyecto PAX es una reflexión sobre esta problemática. Hay una incidencia potencial de fondos interesados en la economía del turismo que trascienden lo local porque se mueven a nivel europeo, y lo que es el valor patrimonial que encierra una cultura del lugar, material e inmaterial. Acabo de venir de Lisboa porque estoy haciendo un trabajo de gentrificación en las ciudades europeas, y Lisboa ha sido un caso dramático porque en el plazo de dos años toda la Baixa Pombalina, en el centro de Lisboa, ha sido comprada por fondos de otros países que ahora lo revierten en equipamiento turístico. Eso trae economía pero, por otro lado, desvirtúa lo local. Es una clarísima consecuencia de la dificultad de hacer compatible lo local con lo global.

P. ¿Qué significa el derecho a la ciudad?

R. El derecho a la ciudad quiere decir que mientras, por supuesto y con razón, hemos asistido en los últimos años a la reivindicación del derecho a la vivienda, lo que que hay que subrayar ahora es que hay que ampliar el derecho a ese hogar privativo, por intimidad, en la colectividad y el intercambio que se genera a través de un hecho físico que es a la vez un hecho social como es el entorno urbano. La mayoría de la gente en el mundo globalizado vive en ciudades que no necesariamente son metropolitanas. En nuestro caso son medianas o ciudades pequeñas en las que se puede vivir y convivir, y el derecho a la ciudad es el derecho a los servicios, la posibilidad de movimiento democrático en el territorio con transporte público y dentro del núcleo urbano el espacio público como lugar de la convivencia que tiene que ser el soporte del encuentro ciudadano, del intercambio y de ese conflicto que también se genera en los espacios públicos.

Lo que está pasando en el casco histórico es una puesta en evidencia de esa dificultad de hacer compatible la escala global y la local

P. ¿Crees que la mayoría ciudadana es consciente de ese derecho?

R. Creo que se está generando. Siempre lo ha habido pero no se ha verbalizado. Ha sido el lugar del intercambio, del comercio, en el fondo de una economía local. Ahora se está dando porque el 15M abrió ese camino, ocupó el espacio público, no lo transitó y subrayó el espacio público como lugar de la convivencia, algo que viene del ágora griega donde los espacios públicos principales de la ciudad eran lugares para debatir pero también para decidir, que es importante la diferencia. Y luego porque hoy en día existe una gran conciencia sobre cómo influye la movilidad ciudadana en la habitabilidad y amabilidad del espacio público, convivencia difícil pero que se puede dar por su doble componente de ahorro energético, porque el tráfico influye, y por otro lado porque queremos dotar a la ciudad de lugares de convivencia. Un equilibrio entre movilidad sostenible y participación ciudadana.

P. Aún estamos instalados en una cultura de la construcción frente a una cultura de la rehabilitación, incluso en una ciudad llena de patrimonio abandonado como esta. ¿Cómo se cambia esa mentalidad?

R. De esta ciudad y de todas. Hay un problema, sobre todo en España, por el legado que ha dejado la burbuja inmobiliaria de la ciudad en expansión. En ello ha participado el sector productivo, la administración y la propia ciudadanía, que se ha dejado arrastrar. El sistema financiero ha fomentado la deuda privada que caracteriza a España y esto, en mi opinión, tiene que dar un giro importante en el modelo productivo y pasar de la cultura de la especulación a la cultura de la rehabilitación. De otra forma se perderían valores del derecho a la ciudad y valores patrimoniales muy importantes. Se va a gentrificar el entorno urbano con centro urbano para turistas y ciudadanos cordobeses que viven en el extrarradio.

Se está generando un equilibrio entre movilidad sostenible y participación ciudadana

P. ¿El ejemplo no debería darlo la administración rehabilitando edificios vacíos para equipamientos y no construyéndolos de nueva planta?

R. Por supuesto, es así. la administración tiene mucho que ver con esto. Es difícil cambiar toda la cultura que subyace a esa modelo. Aquí la administración pública tiene mucho peso con respecto a Italia, por ejemplo, donde nos hemos acostumbrado a vivir sin gobierno y sin gobernantes, en una suerte de anarquía pero con un equilibrio propio que se va ajustando a las dinámicas. En España, desde la Transición, el poder político es muy fuerte y ahora que entra en crisis, no solo económica sino institucional, debería renovarse y adaptarse a los tiempos. En términos fiscales hay políticas que se pueden hacer y abrir caminos para cambiar la mentalidad. Ayudar a las pequeñas empresas ligadas a la rehabilitación, al ciudadano que quiere actuar sobre sus propiedades, a lo mejor una herencia de sus abuelos y que ahora mismo no sabe cómo encajarlo.. Si no se actúa ahora, en tres años podemos perder bastante del patrimonio inmaterial, además del material, que tiene esta ciudad.

P. Ya existen plazas de la Judería en las que no vive un solo vecino, tan solo hay apartamentos turísticos, tanto de ciudadanos particulares como de inversores.

R. Hay muchos fenómenos que vienen de la economía global, como la industria del turismo. Nuestro entorno mediterráneo tiene cada vez un turismo más importante y más presente, lo que no tiene que ser negativo. Lo es cuando esto viene acompañado de fondos especulativos que están haciendo palanca sobre una industria que le va a beneficiar. Antes esos fondos intervenían en la ampliación de la ciudad, que ahora no tiene ningún valor. El suelo que sí lo tiene es el suelo turístico que produce economía. Este es un fenómeno irreversible en el momento que la ciudadanía ha perdido su localización y su empoderamiento. Será difícil recuperar además ese bien.

P. Los edificios patrimoniales que sí se están recuperando son las casas palaciegas y ahora los conventos, pero con el único objetivo de convertirse en hoteles. ¿Eso es ganar o perder para la ciudad?

R. Creo que eso es perder, pero me preocupa más que el tejido urbano de un casco histórico, incluso de los edificios históricos menos pretenciosos, caigan uno a uno para convertirse en lugares turísticos, o de cinco estrellas o apartamentos que intervienen de manera puntiforme en el territorio, como ha ocurrido en la Barceloneta, un barrio popular de cierto patrimonio social que de repente ha sido comprado por fondos especulativos y puesto en Airbnb. Ha habido un respuesta ciudadana potente y eso que la gentrificación no viene solo del turismo, esa es una de las causas, pero viene de muchos otros factores que hay que entender porque la administración pública tiene que actuar.

 Si no se actúa ahora, en tres años podemos perder bastante del patrimonio inmaterial, además del material, que tiene esta ciudad

P. ¿Cuáles son esos factores?

R. Desde luego cómo influye el mercado de las propiedades donde se mueven los intereses de grupos que  tienen el ojo puesto en el sur de la Europa mediterránea. Porque aquí ha habido mayor crisis, tanto de la administración como de la ciudadanía, o sea, menor capacidad de intervención en las dinámicas económicas y mayor patrimonio, por tanto mayor atractivo turístico. Por otro lado, cómo la regeneración urbana promovida por la administración ha generado mejoras en la infraestructura pública, lo que promueve que los propietarios, un 83% de propietarios en España frente al 50% en Alemania, no lo olvidemos, intervengan con fondos propios en la regeneración urbana. Pero, de repente, hay mecanismos que fastidian esto y producen una mejora económica en el suelo de un barrio y la intervención de otros fondos. Eso ha ocurrido en Chueca [en el centro de Madrid], por ejemplo, donde también interviene un sector social específico, que ahora está siendo gentrificado. Hay un estudio muy interesante de la Universidad Complutense, que lleva a su población, homosexuales que ha regenerado el barrio de Chueca, a mudarse a Lavapiés porque ya no tienen la capacidad económica de estar allí. El tercer factor es la turistificación de una manera muy importante.

P. ¿En Córdoba solo está gentrificada la Judería?

R. Bueno, yo veo ya a la Axerquía gentrificándose, lo cual es muy dramático. En la Judería se ha dado la gran potencia atractiva de la Mezquita. Ayer mismo hice un itinerario con Valcárcel [el artista Isidoro Valcárcel, que expone en el C3A 12 ejercicios de medición sobre la ciudad de Córdoba] y hablamos sobre su trabajo sociológico de 1974 en donde preguntaba a la gente ¿qué puedo ver en Córdoba? Estando en la Mezquita, todo el mundo le recomendaba otro sitio y se iba a ese sitio, hacía la misma pregunta y siempre lo mandaban de nuevo a la Mezquita. Es bonito porque establece un mecanismo de ida y vuelta al bien más extraordinario de la tierra, en mi opinión, que es la Mezquita, que tiene esa capacidad de atractivo. El turismo evidentemente se ha concentrado alrededor y ha generado ese comercio que abunda en la Judería y que es el elemento más importante de la pérdida de identidad, con la rotura de las plantas bajas que hacía de esta una ciudad callada y que ahora se abre…

El suelo que tiene valor es el suelo turístico que produce economía

P. A gritos.

R. (Risas) Con mucho delantal y abanico. Eso ya está hecho y también ha producido un cambio en las plantas altas de los edificios. Pero lo que también está pasando en  La Axerquía de forma callada es que se está interviniendo de forma puntiforme. O sea, uno a uno. Hemos hecho la estrategia PAX viendo, en primer lugar, cuánta casa hay de valor patrimonial y solo en la Axerquía hay cincuenta. Igual no debería decirlo para no dar ideas, pero un fondo con diez millones de euros compra todo este patrimonio en la Axerquía norte. Una cifra que para un fondo no es mucho dinero. 

P. ¿Me permites publicar la cifra?

R. Ponla chi se ne frega [qué más da], seguro que ya lo saben los interesados. Lo importante es que se enteren los demás.

P. ¿Y lo de Judería y la Axerquía ya es irreversible?

R. En algunos casos no, en la Axerquía para nada, por eso nuestro grupo está elevando este problema no solo a la administración, sino también a la ciudadanía. En la Judería sí se han pasado varias líneas, pero, por ejemplo, el Ayuntamiento de Barcelona tiene la voluntad de poner en marcha medidas concretas y transversales que conectan la política de vivienda, de urbanismo, de comercio, de hacienda… Se pueden abarcar medidas de amplia dimensión para ayudar a la ciudadanía para que se quede en los sitios y no solo de forma nostálgica, sino actualizando ese valor y utilizando el turismo para generar una microeconomía local. No se le pueden poner puertas al campo. El turismo va a estar y cada vez más y lo que proponemos en PAX es cómo eso se traduce a una microeconomía local, que es muy diferente. Por otro lado, hay acciones concretas que hacer en barrios concretos, depende de su situación. Por ejemplo, insistir con el parque público de viviendas en lugares sensibles y centrales porque conserva en los cascos históricos un sector social determinado. En Cádiz se hizo, la Junta de Andalucía lo hizo muy bien en el casco histórico de Cádiz y funcionó. Imagínate la diferencia de hacer una política así frente a la de que los pobres salgan de sus barrios y se vayan a barrios pobres.

El comercio que abunda en la Judería es el elemento más importante de la pérdida de identidad

Luego están las experiencias de los incentivos con retorno. En Montevideo [Uruguay] se dan microcréditos a las familias para rehabilitar sus propias casas  con formato retornable. La administración hace como de banco pero con un objetivo específico que es de interés público: hacer que la gente se quede en sus casas en zonas céntricas.

P. ¿Es un error que el modelo de ciudad sea solo turístico?

R. Claro, por supuesto. La UCO acaba de hacer un informe bastante interesante sobre cómo influye el turismo en Córdoba y no hay que demonizarlo, es una de las industrias de la que vive la ciudad, desde el comercio a la hostelería pasando por la recepción de turistas. Pero, repito, hay que controlar que eso no se convierta en una herramienta más de especulación de la economía global y que en su parte correspondiente genere una microeconomía local. Son políticas que hay que hacer conjuntamente ciudad y ciudadanía. De otra forma no se va a lograr ese objetivo. El derecho a la ciudad no es el del turismo, es el que insiste más en la ciudadanía local.

P. ¿Cuáles serías las otras patas de ese modelo de ciudad en Córdoba?

R. El valor cultural. Aquí se vive un momento equivocado y dañino entre turismo y cultura. La cultura es la convivencia, son las herramientas que se dan a las personas para tener criterios propios de juicio, no es el exponer lo que nos han dejado nuestros antepasados para atraer más pantalones cortos. De la cultura sí hay gente que ha hecho industria y hay que pensar que la cultura no puede ser siempre subvencionada, tenemos que empezar a innovar, a conocer otras experiencias que nos permiten avanzar. La cultura es una herramienta para Córdoba, es una fábrica sin humo, pero no puede ser solo aprovechando lo que nos han dejado nuestros antepasados.

Solo en la Axerquía hay cincuenta casas con valor patrimonial. Igual no debería decirlo, pero con diez millones de euros se compra todo este patrimonio

P. ¿Que propone la estrategia cordobesa PAX para la puesta en uso y la rehabilitación de las casas-patio abandonadas en la Axerquía?

R. El grupo que impulsamos Patios de la Axerquía abre el debate de la necesidad de reactivar el casco histórico de Córdoba a través de mecanismos de innovación social, porque de otra forma es imposible. Creemos que es importante que haya una cogestión entre ciudad y ciudadanía y hemos abierto un diálogo con una serie de actores como el Ayuntamiento de Córdoba, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, las dos universidades de Córdoba, con el departamento de Antropología de la UCO, y la Universidad de Sevilla con la que ahora estamos midiendo el patio como elemento regulador de la temperatura dentro de una vivienda. A veces pensamos que es mejor poner un panel fotovoltaico o un elemento mecanizado de refrigeración y estamos obtenido datos sobre cómo el patio regula en términos energéticos un edificio. Puede tener hasta diez grados menos. Esto inserta a PAX no solo en una cuestión de derecho a la ciudad, sino que también queremos abrir un pensamiento sobre la ecología de la ciudad mediterránea.

Con todos estos agentes a los que se suma FAECTA [Federación Andaluza de Empresas Cooperativas de Trabajo Asociado] como la herramienta que permite actualizar la convivencia dentro de los patios que es, en nuestra opinión, la cooperativa de viviendas. Una actualización de esa convivencia entre familias que se daba dentro de un patio, algo que hoy es difícil porque todos nos queremos mucho pero también necesitamos nuestra independencia. Es un proceso alternativo a la propiedad y al alquiler, intermedio y que en otros países europeos se da al 50% de los casos y en Uruguay al 100%, porque no tiene parque público de vivienda y lo sustituye con el proceso cooperativo. La cooperativa es una innovación social de esa convivencia y FAECTA es partner del proyecto. Estamos intentado lanzar retos para ser conscientes de que va a pasar algo en los próximos años en el centro de Córdoba y que hay que actuar para cambiar el modelo y concienciar a la gente que vive aquí y que tiene memoria, de vivir en un patio y también atraer a las personas que no tienen esa memoria.

El derecho a la ciudad no es el del turismo, es el que insiste más en la ciudadanía local

P. ¿Existe algún colectivo interesado ya en este modelo?

R. Somos conscientes de que es un proceso a medio plazo. No gustaría que las administraciones fuesen más decididas en este proceso, pero también está bien en que haya interés de la sociedad civil. Los primeros interesados somos un grupo de personas del mundo del urbanismo, la antropología, la geografía, la ambientología y del mundo cooperativo, que somos quienes hemos impulsado y estamos coordinando esto. Luego hay colectivos interesados como gente que hace envejecimiento activo, algo que cada vez se va a dar más en nuestra sociedad, personas mayores activas que atesoran la memoria de la ciudad y quieren ser partícipes de la actualidad. También hay colectivos más jóvenes y personas que no pertenecen al modelo tradicional, personas entre 20 y 40 años que tiene modelos de trabajo diferentes, que se desplazan… eso se ajusta más a un modelo cooperativo porque ya no tienes una hipoteca propia, bajando a un ejemplo concreto, eres parte de un proyecto y quien tiene la hipoteca para la rehabilitación es la cooperativa. Eso te permite, en el caso que cambien tus condiciones vitales, que tengas más flexibilidad. Es una innovación social que se adapta perfectamente a los tiempos que vivimos. Ya no hay trabajos fijos ni quien quiera vivir lejos de la ciudad usando el coche cada día. En otras ciudades hay muchas personas que han vendido el coche propio y que utilizan un coche colectivo, algo que beneficia a tu economía y también en términos de comunidad.

P. En Córdoba aún pesa mucho la idea de la incomodidad que supone vivir en el casco histórico. ¿Cómo derribamos ese lugar común?

R. Es una cuestión de política. Ni la política de vivienda de la ciudad ni la de movilidad son hechos cerrados. Son tomas de decisiones, modelos que se proponen y se escogen, desde la administración pero también desde la ciudadanía. La Junta ha utilizado los fondos europeos pasados, una buena parte de ellos, en construir carreteras. Eso conlleva a un modelo de movilidad policéntrico, como es Andalucía, donde muy fácilmente hay gente que vive en Córdoba y trabaja en Sevilla, esa movilidad puede potenciar el transporte privado o el público, y aquí se ha hecho una cosa, en mi opinión, delicada, porque se han abierto muchas autovías que ahora no se pueden mantener, y se ha apostado por la alta velocidad que sí une las capitales de provincias pero ha deshecho un transporte ferroviario de pequeña escala con pueblos y ciudades inalcanzables desde el punto de vista del transporte público. Eso son modelos pensados y decididos en su momento.

Otro ejemplo es cuando se toma la decisión de dónde poner un edifico importante: la sede de una administración, un hospital, una universidad… todo lo que conlleva mucha movilidad es importante saber dónde se pone. No es lo mismo poner un edificio de gran atracción cerca de una estación de tren o cerca de la salida a una autovía. Eso produce en el derecho a la movilidad que tiene cada ciudadano, más allá de la cultura que cada uno pueda tener al respecto, que se tome una u otra decisión. Por ejemplo, el centro de congresos de Córdoba incipiente, otro avatar, está muy lejos de la estación de tren. O al lado de esa estación que haya una biblioteca, algo que a mí no me parece bien por muy bonita que sea. Un centro de congresos tendrá una atracción mayor en cuanto a número de personas y tiene más sentido que esté cerca de una estación. Eso ocurre porque las decisiones no se toman basándose en un modelo de movilidad, sino de suelo.

La cultura es una herramienta para Córdoba, es una fábrica sin humo

P. Volviendo a los patios, ¿cuál es tu opinión sobre la fiesta de los patios?

R. Pues mira, estamos solicitando un proyecto de Horizonte 2020 para entender cómo la declaración de patrimonio inmaterial en tres casos tipo de Europa, entre ellos la de los patios de Córdoba, influye en la percepción que tanto la ciudadanía local como los visitantes tienen de ese elemento que fue declarado. Se trata de analizar estos elementos que han sido reconocidos como una de las identidades europeas. Ojalá sea desde la base de la cultura y de la sociedad y no de la economía que ya se ve cómo está yendo, fatal. El caso de la fiesta de los patios es muy paradigmático. La declaración de la Unesco la asumió el Festival de los Patios y queremos poner sobre la mesa que la Unesco declaró la convivencia alrededor del patio, que es muy diferente. Una cosa es la fiesta y otra lo que produce un patio a nivel antropológico. El festival está provocando una distorsión de lo que es ese patrimonio cultural, que es esa convivencia. Es decir, si yo me imagino que la declaración de la Unesco supone que todas las casas-patio de Córdoba se conviertan en un atractivo turístico en mayo o que, mejor aún, que eso suceda en los doce meses del año, producirá que los patios no tendrán ya un vida normal y corriente. Algo que me parece sumamente negativo.

P. Fuiste directora general de Rehabilitación y Arquitectura en la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía a las órdenes de Elena Cortés. ¿Qué fue lo mejor y lo peor de aquella etapa?

R. Para mí fue una experiencia excepcional. Siendo una técnica que venía del mundo de la investigación y de una institución de la sociedad civil como era la Fundación Arquitectura Contemporánea, pues que alguien me invitara a participar de la res pública, que para mí es lo más bonito, fue una sorpresa y un reto extraordinario. Además, entrar en la Junta de Andalucía, que es una administración muy potente a pesar de estar en una crisis abismal, y hacerlo con entusiasmo y competencias me pareció extraordinario. Cuando se intentan cambios en una administración hay que luchar contra las lógicas inercias. Los funcionarios son gente preparada y sensata, conscientes de que están en crisis, por lo que innovar es lento. No haber cerrado cuatro años, que era mi intención y después volver a mi actividad, ese desajuste no fue agradable, fue incomprensible e inmerecido [la ruptura del pacto de gobierno PSOE e IU en la junta de Andalucía en 2015 provocó que Elena Cortés fuese consejera durante solo dos años y nueve meses]. Lo mejor que puede hacer un arquitecto como técnico y como persona es participar en el interés público y una de las herramientas es la administración pública. Lo mejor fue que se me encomendó el cambio de sistema productivo desde la especulación a la rehabilitación. Lanzamos el reto a la universidad y se habló de vivienda y de ciudad en una comunidad muy grande como es Andalucía.

P. Fue una época en la que soñabais con que la bicicleta fuese un rasgo de identidad de Andalucía. ¿Por qué solo se consiguió en Sevilla?

R. Bueno, se consiguió en Sevilla porque, como toda política urbana, se hizo desde el ámbito municipal. Entonces, entiendo que el papel de la administración autonómica es facilitar y auxiliar al ente municipal a hacer política urbana. Cuando la Junta de Andalucía ha intentado intervenir en este asunto en el ámbito municipal ha generado líos. En Sevilla se hizo el Plan de la Bicicleta desde el ayuntamiento y ahora es un ejemplo internacional. Está alcanzando un 10% de desplazamientos sin medios de transporte contaminantes privados. ¿Qué queríamos hacer allí? Transferir ese modelo a otras capitales de provincia y dotarlo de fondos europeos, absolutamente compatible con lo que pide Europa 2020, intervenir en la movilidad, era traducirlo y exportarlo. Hay ayuntamientos que lo aceptan mejor que otros y hay que darle continuidad. No es muy costoso e imagínate lo que supone que las ocho capitales andaluzas más Jerez y Algeciras alcancen el 10% de desplazamiento en bici o andando, eso supone una reducción de la producción de contaminación al cambio climático en una región policéntrica como esta importantísimo. Tuve el placer de promover el programa de la Ciudad Amable, que no es otra cosa que la traducción en términos urbanos de cómo se regenera el espacio público y el transporte y la movilidad sostenible, dialogando con ayuntamientos y técnicos municipales, además de con la ciudadanía. Fue un programa reconocido por ONU-Habitat como de Buena Práctica por la relación del ámbito autonómico con el local y también fue finalista en la Bienal de Urbanismo y Arquitectura española, como investigación aplicada a una política concreta. Hay cosas que se han quedado, por ejemplo, la Ciudad Amable, que ya es un modus operandi de la propia consejería.

El festival de los patios está provocando una distorsión de lo que es ese patrimonio cultural

P. Hablemos de otros temas urbanísticos de la actualidad. ¿Por qué crees que el Ayuntamiento de Córdoba ha tardado tanto en darle cumplimiento a la ordenanza municipal que regula los veladores (del año 2008)?

R. Porque ha llegado el momento de corregir la permisividad que se ha dado en años anteriores a que el comercio pueda ocupar el espacio público por la razón de generar economía y no sabemos qué economía, bueno sí lo sabemos por el informe de la UCO. Por otro lado, dejar más presencia del turismo en la cotidianidad de la ciudad. Esos casos se unen y ha habido casos fuera de escala en la ocupación del suelo público en algunos puntos de la ciudad. Ahora bien, creo que es interesante pensar que en una ciudad mediterránea, el espacio público no tiene solo un valor de contemplación o para el turismo. Yo aprecio vivir en el espacio público en mi cotidianidad, reunirme con la gente sentándome en una plazoleta, debatiendo cosas y decidiéndolas. Esto es un ágora. Entonces, no me parece bien que el concepto velador, la palabra me parece espeluznante, se solape automáticamente con el turismo. Soy asidua a las terrazas. Todos conocemos El Correo del famoso Manolo y tú me dirás si allí, que no tiene interioridad, si no se han decidido cosas de todo tipo. Me parece que el espacio público como eje principal del derecho a la ciudad, desde el punto de vista de la ecología urbana pero también de la sostenibilidad social y de la convivencia es muy interesante. Los veladores no deben estar ligados solo a los intereses de cada comercio y al turismo, sino que se plantee para qué sirve la peatonalización en muchas de nuestras calles, esa reconquista del peatón hacia la convivencia y la cercanía en detrimento del coche que no es solo para turistas, sino para nosotros. Estos debates hay que abrirlos más allá de la pura aplicación de la normativa y también entender cuál es el tema y la idea del diálogo para que no haya  tensiones entre partes y sea de interés público.

No me parece bien que el concepto velador se solape automáticamente con el turismo

P. ¿Hasta la fecha ha habido claramente una desatención de la administración hacia el diseño del espacio público?

R. Córdoba creo que no lo ha hecho del todo mal. Podría ser peor. Existe un plan de movilidad sostenible que no está nada mal y que se debería aplicar cuanto antes. Es una ciudad bastante habitable por lo que debería ser posible ese avatar de una ciudad amable. Se podría hacer más porque su identidad de ciudad mediterránea y su especificidad con la geografía que ha generado sistemas de espacios públicos, haría revolucionaria la relación de la ciudad con su espacio público. Tuve el placer de hacer el Plan de Equipamientos e Infraestructuras Culturales y ese documento que establecía que el espacio público es un equipamiento cultural se ha ejecutado solo por partes, aunque me consta que se usa como herramienta, así que sería útil empezar por ahí.

P. Por tanto, ¿todo está por hacer aquí?

R. Personalmente creo que hay dos o tres elementos que  a pesar de la gran dificultad que tiene la administración pública, se podría hacer bastante más. Es una ciudad que funciona, no es un desastre. Depende del cristal con que se mire, si se quiere que vengan más turistas, todos muy contentos. Pero si no se quiere perder la identidad y que todas las personas accedan a los bienes y a los servicios, eso ya es otra cosa. Insisto, se podría hacer bastante más y hay temas que son prioritarios. Entender la ciudad por su relación entre lo global y lo local. Aquí la gente piensa que está lejos del centro del mundo y yo creo que está en el centro de las nuevas relaciones que se están dando en el Mediterráneo. La relación entre Europa y su arco mediterráneo del norte de África y la propia Europa es consciente del papel que juega el sur. Esos mecanismos meten a Córdoba en una centralidad que se ejemplifica en la masa de turismo que está llegando y que supondrá una transformación de modelos que ojalá se basen en la identidad cultural que nos une. Y que diga al Mediterráneo no a los fondos que llegan de fuera y que inciden directamente sobre la piel de la gente y de la ciudadanía.

Aquí la gente piensa que está lejos del centro del mundo y yo creo que está en el centro de las nuevas relaciones que se están dando en el Mediterráneo

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