Un estudio de la UCO demuestra que las pausas en la actividad humana benefician a la biodiversidad
Un estudio de la Universidad de Córdoba (UCO) publicado en 'Global Ecology and Conservation' confirma que la inactividad humana, consecuencia de los confinamientos por Covid-19, tuvo efectos positivos en la biodiversidad, concretamente en la calidad del hábitat de las especies, tal y como demuestran datos satelitales sobre variables medioambientales y partículas contaminantes, así como información sobre la movilidad humana y la distribución de especies obtenidos entre 2017 y 2022.
Tal y como ha indicado la institución universitaria en una nota en la que ha detallado que cuando disminuye la movilidad de las personas y la contaminación, el espacio en el que viven anfibios, reptiles, aves, mamíferos y plantas mejora su calidad, lo que abre la puerta al fomento de prácticas que pausen o reduzcan la actividad humana, como el teletrabajo.
Así lo ha comprobado un estudio publicado en la revista 'Global Ecology and Conservation' realizado por el investigador del Área de Ecología de la UCO Salvador Arenas Castro junto con los investigadores portugueses Neftalí Sillero, João Carlos Campos y João Alírio.
Para ello, el equipo estudió la calidad del hábitat cada ocho días, y durante un periodo de cinco años, para casi 400 especies de la Península Ibérica a partir de datos obtenidos por satélites que informan de diferentes características de los ecosistemas, como la calidad de la vegetación o las características funcionales de los ecosistemas.
Concretamente, se interesaron por el albedo (que informa sobre el balance energético), la evapotranspiración (balance hídrico), los índices de vegetación (que informan sobre la biomasa o la productividad) y la reflectancia y temperatura de la superficie terrestre. Estos datos los analizaron desde julio de 2017 a agosto de 2022 (esto es, antes, durante y después de la pandemia), observando una tendencia general negativa de la calidad del hábitat.
Una vez obtenida esa información, el equipo comprobó los resultados con otros datos relacionados con la paralización de la actividad humana como consecuencia de los confinamientos: partículas tóxicas en suspensión fruto de la quema de combustibles fósiles (dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono), partículas en suspensión de menos de diez micras (polvo, ceniza, hollín o polen, entre otros) y datos de movilidad.
Al superponer los resultados de la calidad del hábitat de las especies con los datos de partículas y movilidad, el equipo vio que había una relación ya que en el momento en que aparece un confinamiento, la contaminación disminuye y la calidad del hábitat aumenta para el conjunto de todas las especies, sin tener relación con la estacionalidad.
“En el primer confinamiento, por ejemplo, la calidad del hábitat aumentó cuando el confinamiento ya llevaba unos días en desarrollo provocando un descenso en las partículas en suspensión y en la movilidad de las personas”, ha explicado el investigador Salvador Arenas Castro.
A pesar de que los confinamientos de larga duración tuvieron efectos negativos en la naturaleza (como un aumento de incendios o la caza furtiva) y pueden provocar malestar en la sociedad, la investigación demuestra los beneficios que tienen no solo para las especies, sino también para las personas.
“Si la calidad del hábitat en el que viven las especies mejora, habrá más cantidad y mejor calidad de agua, el aire estará más limpio y los recursos naturales serán más asequibles, lo cual nos hará más felices, más saludables y más conectados”, sostiene Arenas Castro concluyendo que “una mayor biodiversidad proporciona salud y bienestar social”.
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