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Un suave jazz de verano

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Juan Velasco

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Para Pat Metheny, tocar bien solo tiene un truco: Escuchar. “Aprender a escuchar en profundidad el sonido de una manera musical es un trabajo valioso que lleva toda una vida”, dijo una vez el maestro de Missouri, primer plato fuerte del apartado jazzístico del 38 Festival de la Guitarra de Córdoba, y que ha ofrecido este jueves un recital clásico en el Teatro de La Axerquía frente a unas 1.400 almas.

Que Metheny cree básicamente en la escucha como motor de la experiencia lo viene dejando claro en sus advertencias al público. En esta gira lleva pidiendo a su audiencia que aparquen los móviles mientras dura el concierto, algo que en Córdoba se respetó especialmente en las primeras filas, convertida La Axerquía en un teatro con distintos espacios.

No obstante, nadie oyó la advertencia de viva voz, puesto que una hora se ha tomado el prodigioso guitarrista norteamericano para dirigirse al público cordobés en una noche fresca e idónea para la escucha suave y reposada -que es justo lo que ofrece esta gira de Metheny-. Cuando tomó la palabra, el músico reconoció el honor de estar en una cita que conoce bien -ha venido en varias ocasiones-, en una ciudad, Córdoba, a la que ha definido como “el hogar de la guitarra”, y en un festival prestigioso en el que se siente parte “de una comunidad”.

Antes de entonar su voz, solo había hablado con la guitarra. Metheny quería atención y la tuvo. A cambio ofreció un concierto de algo más de dos horas en el que brilló con un repertorio mucho más clásico que el que ofreció en su última visita al festival, hace apenas cuatro años, en la que vino con el Unity Group, presentando Kin.

De aquella formación ha repetido en Córdoba su inseparable baterista Antonio Sánchez, conocido por poner banda sonora a los desvaríos mentales de Michael Keaton en Birdman (González Iñárritu, 2014), y que, cuando al filo de la hora de concierto ha sido presentado junto al resto de la banda, ha sido hasta coreado por el público. El suyo es un virtuosismo poco frecuente en esta época, en la que brillan los bateristas percusivos. Por la forma en que habla a través de los platillos, Sánchez está más cercano a los clásicos. Y más concretamente a Max Roach, el nombre que acercó la batería de jazz a la modernidad.

Y, si Sánchez ha sonado a Roach, Metheny ha escogido para esta gira su versión más serena. Si, como oyente, siempre ha reconocido su deuda con Wes Montgomery, como intérprete en esta gira, que lleva el clásico nombre de Una velada con Pat Metheny, ha coqueteado con todos los grandes: Grant Green, Kenny Burrell e incluso George Benson en los pasajes más suaves de la noche.

Una velada que arrancó con la guitarra Pikasso en la mano -la cambió un par de veces-, y en la que, del monólogo inicial en clave folk, se dio paso a un certero diálogo netamente jazz entre el líder y sus músicos. Además de Sánchez, Metheny iba bien acompañado por la contrabajista de origen malayo Linda Oh y el galés Gwilym Simcock al frente del piano y los teclados -y de espaldas al público-. A todos les dio aire. Todos tuvieron el hueco por el que colar su impronta, si bien fue en los diálogos con el baterista los que hicieron que el concierto subiera de categoría.

Así lo reconoció el público durante toda la noche, pero muy especialmente al final, cuando Metheny dio rienda suelta a todos, y cuando volvió a brillar Antonio Sánchez, hoy por hoy parte irrenunciable para Metheny, del mismo modo que, en otra época, lo fue Jaco Pastorius al bajo. De aquella época con uno de los bajistas más imaginativos de la historia, se rescató poco, mucho menos que en su última visita, en la que hubo mucha más concesiones al free jazz.

Lo que ha dejado esta gira es un aroma más espiritual, más cercano a los postulados del jazz afroamericano -a pesar de que ninguno de los componentes de la banda lo sea-. Quizá por madurez, quizá por necesidad, el Metheny que ha visitado Córdoba ha sido una versión más reflexiva de sí mismo. No hay nada que reprochar al que probablemente sea el mejor guitarrista vivo de este género en todo el mundo y a alguien que precisamente siempre ha defendido que el jazz es una idea que es mucho más poderosa que los propios detalles de su historia.

Así que solo algunos habrán echado de menos aquello que dijo una vez Wes Montgomery cuando le preguntaron sobre si veía necesario practicar mucho para tocar tan bien, y respondió con total tranquilidad: “Yo nunca practico con mi guitarra. De vez en cuando, abro la caja y le lanzo un pedazo de carne cruda”.

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