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Paco, Miguel: la palabra siempre queda

Comparsa 'Los soñadores' | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Parece perdida en la maleza. Parece olvidada entre la sed y el hambre, que por suerte no lo son tanto como antaño. Parece ahogada como el anillo en el agua. Parece estar extinta. No es así sin embargo. Está muy presente, viva e impetuosa. Al menos ocurre cada año por febrero. Éste es el tiempo en que la voz brota cual copla manada de una fuente, la de la Piedra Escrita. Éste es el tiempo en que el mando lo toma el pueblo, de un barrio u otro, de la capital o de la provincia. Éste es el tiempo en que Don Carnal le recuerda a propios y extraños el verso infinito de Blas de Otero. “Me queda la palabra”. Siempre queda, tal y como demuestran quienes suben a las tablas del Gran Teatro. El reino por unos días del dios travieso lo es también de esa palabra brillante, inquieta, simpática o incómoda. Pero sobre todo libre.

Es la palabra que rompe la más vergonzante mudez. Así sucede como cada año en el Concurso de Agrupaciones Carnavalescas de Córdoba, que este viernes alcanzó el final de su trigésimo octava edición. Una noche ésta en que como siempre fue posible imaginarse de cualquier forma. Por ejemplo, como un cordero rebelde. En ello se convirtió la comparsa de Suso y Marcos, que con ‘El silencio de los corderos’ abrió el turno de la modalidad en la última función de la batalla de coplas. Reivindicó en cierto modo a Blas de Otero con un repertorio muy crítico no sólo con la clase política sino con quien consiente. Sobresalió su primer pasodoble, en que describió la actividad laboral de cada uno de sus componentes para recordar que son trabajadores que en Carnaval se sienten “tratados como mierda por un sucio Ayuntamiento […] no le hace justicia la palabra gobernante, para mí es un sinvergüenza”.

Dicho lo cual, el segundo pasodoble de ‘El silencio de los corderos’ fue una revisión a la palabra de otro Blas, esta vez Infante. “Escuchando mi himno me imagino que algún día se levanten los vasallos […] dando honor al himno de Andalucía”. Pues eso. Es la palabra que no tiene edad y permite soñar con pleno ímpetu. Precisamente es lo que hizo acto seguido la comparsa infantil La rebelión de los valientes de Pozoblanco, que intervino invitada con ‘Piérdete conmigo’. En esta ocasión el grupo mostró a los niños perdidos de Nunca Jamás en uno de los momentos entrañables de la noche. Al igual que en 2019 el conjunto completó una interesante actuación tanto en música como en voces. También en repertorio. En su primer pasodoble recordó que la vida está para vivirla y no para dedicarla a las nuevas tecnologías. En el segundo cantó a Andalucía como “lo más grande que existe en la Tierra”.

Tampoco tiene hora la palabra, como pudo comprobarse este viernes que se después del grupo infantil se transformó en sábado. Superada la medianoche llegó el turno para los que trataron de embaucar al respetable. Y lo consiguieron. Fue la comparsa de los hermanos Cobos, que con ‘Los traicioneros’ completó un pase de primer nivel. Con el sonido que ya le es tan característico tiró dos pasodobles de altura. En el primero fue directo con las espinas de su rosal a por el Ayuntamiento por aquello del atraso en el pago de la subvención: “Nunca olvides que nuestra fiesta no está en tu mano, está en la voz de tus ciudadanos”. El segundo fue una letra dedicada a los componentes de la agrupación pero también a todos aquellos que hicieron grande el Carnaval. Presente estaba en ese instante Miguel Amate: “A los que están y siempre estarán”.

Con todo, el aldabonazo del conjunto llegó con su segundo cuplé que por momentos estuvo un tanto mascado y por otros incluso con compás perdido. La razón era fácil. La letra se escribió cuatro horas antes, como mucho, pues versaba sobre la ausencia del nombre de la comparsa en el folletín oficial de la final. El Gran Teatro contestó con una cerrada y merecida ovación. Palabra que es también artesanía pura del poeta que dedica sus versos a la fiesta de febrero. Ya con el reloj a la carrera en la madrugada del sábado la ensoñación transportó a un ‘Taller de las coplas’, que fue el proyectado por Rafael González para su comparsa.

La agrupación no faltó a su maestría tanto vocal como interpretativa. Logró emocionar sobremanera aun cuando algunos espectadores insistieron con sus gritos, que incomodaron muy mucho. Los editores de coplas tiraron un primer pasodoble que fue relato de la confesión de un hijo a su padre acerca de su homosexualidad. “Gracias por hablar conmigo, a mí no me importa nada […] maricón es el que maltrata a una mujer indefensa […] no más llantos ni lamentos te quiero tal y como eres”. Y punto. El segundo de la tanda fue otra brillante muestra de sensibilidad por parte del autor. Una mujer dialogó con su marido largo rato pero lo cierto es que ya era viuda. El retrato de la soledad tras años de amor.

Palabra que en el Campo de la Verdad tiene nombre, firma y sello propios. Son los de uno de los pioneros del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas. Son los de uno de los más altos mandos de la fiesta de febrero, cuyo ingenio trasladó a un escenario de lunas y estrellas. Pablo Castilla volvió a recordar por si alguien lo hubiera olvidado que es uno de los grandes con ‘Los soñadores’, propuesta de su comparsa. Quizá fue uno de sus pasodobles, el segundo, la mejor letra de la noche en la modalidad. El primero de la tanda versó sobre la historia de un hombre que sufre por la violación de su hija. Pero ojo porque es médico y si ese bárbaro le llega a sus manos, mientras le destrozó la vida él salvará la suya. Fue después cuando los corazones latieron por encima de sus posibilidades. De repente, otros dos carnavaleros aparecieron a cada extremo de las tablas. Vestían indumentaria y mostraban cuadros de formaciones de…

“Adiós mis generales, los fieles, los cabales, adiós Miguel, besos a Paquito […] adiós mis compañeros, los pioneros, los más guerreros, los no vencidos […] adiós ejército de coplas sin ninguna derrota”. Y mucho más. Fue la dedicatoria que Pablo Castilla, con su conjunto de Pierrot, tuvo para Paco Luque y Miguel Amate. El público terminó en pie y rompió en un sonoro y amplio aplauso. El homenaje, por cierto, bebió de una copla anterior del autor de ‘Los soñadores’. Fue Conozco dos generales, pasodoble que escribió para ‘La tartana’. Aquel proyecto fue segundo premio en 2018 en el teatro Góngora, precisamente donde todo comenzó con el propio Castilla presente. La letra fue para Luque y Amate, que luchaban contra sendos cánceres. Dos años después, los dos generales se marcharon. Por cierto, en la presentación cantó Pedro Funes, pregonero este año.

No se cansa ni se rinde. Es inagotable y en ocasiones indomable. Paco, Miguel: la palabra siempre queda. Incluso cuando la noche está cada vez más cerca de hacerse día. Precisamente a la hora en la que lo más normal es dormir correspondió volver a soñar. Esta vez en el cierre de la final para creer que uno puede convertirse en ‘El dios de la fiesta’. Tal fue la propuesta de la comparsa de Javi Lonene, que completó una muy buena tanda de pasodobles. El primero incluso emocionó a su autor pues se lo dedicó a su hijo. “Perdóname por las tardes que yo me negué y por los momentos perdíos […] por no entender que un cuplé no me da de comer”. En la letra llegó a decir “hasta luego” al Gran Teatro. Quizá fue la forma de anunciar un retiro momentáneo -si así fuera bien se le echaría de menos-. El segundo desarrolló la historia de un padre que vio cómo su hija sufrió maltrato -hasta la muerte en este caso- tal y como lo hizo su mujer a sus manos. Tras el popurrí la suerte estaba echada para todos los grupos pero también se puso el broche perfecto a una función sobresaliente en la modalidad.

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