El adiós a una pasión que no cesa
Las despedidas tienen siempre un sabor amargo, esto es algo de sobra conocido, más si cabe cuando tratamos la despedida de un genio. El Festival de la Guitarra de Córdoba acogió ayer un agridulce “adiós” a los escenarios de Serranito, donde fue sembrada en el Gran Teatro un aura de tristeza desde butacas al paraíso, pues dicho adiós supone la pérdida de un gran exponente a la más fructífera generación de la guitarra flamenca.
Ante un teatro expectante en completo silencio, sonó su guitarra por malagueñas, ya resabiada por los años. Tarareando con la boca la melodía que resonaba entre sus manos, dio paso al cante de Eva Durán, quien hizo el cante aparentemente fácil, cantó como se habla y habló desde el corazón. Ya en esta interpretación se dejaba entrever la tónica de este concierto, un gran ejercicio de técnica con mucho riesgo, y el apoyo de las guitarras de Paco Vidal y Javier Conde, así como el chelo de Cary Rosa.
En un acto lleno de sinceridad confesó al público de Córdoba que, en primera instancia, estaba nervioso, para más tarde relatar la importancia en su vida y proyección artística de esta ciudad.
La segunda parte del concierto, de un carácter más animado, supo de la pasión fundamentalmente por la guitarra, pero también por la musicalidad. Serranito dio paso a las segundas guitarras, fueron las que en solitario acompañaron el cante por tangos de Granada. La soleá por bulerías le dio el espacio perfecto a Ángel Muñoz, quien realizó las funciones de palmero, pero cuando verdaderamente sorprendió al público fue con su pulido baile.
En el terreno de lo personal, Serranito nos presentó un tema que nació de su vivencia propia, y narra el pronto fallecimiento de un amigo cercano a su entorno, Dani, un tema que aún cargado de pena, es uno de sus favoritos en el repertorio. Entre tangos y bulerías, acabó golpeando por seguiriyas la madera fría de su guitarra. Un solo por bulerías de algunos de los componentes del cuadro animó el ambiente de tragedia y tras una despedida por tangos, que no fue la última, no hubo asistente que no se levantara de su asiento.
A modo de fin de fiesta, ejecutó un arreglo propio de Recuerdos de la Alhambra, pieza compuesta por Francisco Tárrega. Entre aplausos y rumbas, asomó una tarta con velas de 79 años, un “cumpleaños feliz” muy flamenco.
“Como un sueño” es en efecto una despedida, pero también es la aceptación de la guitarra como miembro inherente al cuerpo, es un tarareo que no cesa en el que queda claro cómo lo tradicional puede resultar de lo más novedoso.
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