Eva Yerbabuena hermana su flamenco con la música nipona
Dialogar sin hablar. Mezclarse sin fundirse. Eva Yerbabuena ha sabido llevar hasta la extenuación más intimista la conexión entre el flamenco y los cantos tradicionales de la isla nipona de Amami. Sin llegar a fusionar ambas culturas, la granadina muestra un espectáculo soberbio junto a la artista nipona Anna Sato. Entre ambas, el público del Gran Teatro bailó entre el flamenco más puro de Triana y El Piyayo y el Japón más tradicional abriendo, así, la 39ª edición del Festival de la Guitarra.
La creación de Cuentos de azúcar, título del último espectáculo de Eva, llegó a sus manos por casualidad. Al finalizar una de sus actuaciones, Sato le ofreció un disco suyo para que conociera la música y los cuentos de su tierra, la isla japonesa de Amami. El resultado es un espacio jamás visitado con anterioridad en el que el espectador queda sumergido en un eco mítico de culturas que se encuentran en un lugar común previo a la Historia misma.
Todo un reto para quien tiene en su haber seis Premios Max de las Artes Escénicas y goza de una Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Con el protagonismo repartido a partes iguales, Eva regala a Sato momentos que intercala con sus apariciones. Recién llegada del Festival Flamenco de Mont de Marsán, la bailaora muestra todo casi todo su repertorio dentro de un gran círculo en el suelo, influida quizás por la cultura japonesa, en la que todo gira alrededor de esta circunferencia. Es su única atadura, que acaba rompiendo al final de la obra, sentada frente a Sato.
Eva baila, y mucho, en esta obra. Lo hace por seguiriyas, tangos, fandangos y tarantas, hasta acabar rompiéndose por alegrías, porque Cuentos de azúcar es un canto a la vida y al disfrute de las culturas. Este frenético final rompe con el excelente juego visual, milimétricamente ejecutado, con el que Eva y Fernando Jiménez dan comienzo al espectáculo. Llegando al final de la obra, el bailarín hará otra demostración de cómo este nuevo trabajo se acerca, también a la danza contemporánea.
Si imponentes son el cante de Sato y la maestría escenográfica de Eva, los puntales de Paco Jarana, las voces de Miguel Ortega y Alfred Tejada, el toque de Antonio Coronel, Rafael Heredia y Kaoru Watanabe (que pone en escena el tambor japonés, más conocido como taiko) son la base para ofrecer un espectáculo perfecto en el que subyacen las historias de las melodías flamenca y japonesa.
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