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Alvar Rodríguez, 11: donde la música dejó de sonar

Patio de arquitectura moderna de la calle Alvar Rodríguez, 11 | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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El patio de María Prieto tiene, en esta fecha, más vida que en cualquier época del año. A partir del 2 de mayo, las puertas de su patio se abren al público para que éste conozca el “tesoro” de María. No hay música de fondo. Sólo silencio que se interrumpe por las risas o conversaciones de quienes lo visitan. Desde hace tres años, la música no se escucha en el patio de la calle Alvar Rodríguez, 11. Así lo estipuló la familia de María cuando su marido falleció en 2014.

Quien está a la entrada del patio es José Luis Prieto, hermano de María. Él actúa como guía para todo aquel que cruza el zaguán y se sumerge en este patio, uno de los que este año concursan en la modalidad de arquitectura moderna. A diferencia de otros patios, en él llama la atención el silencio y la tranquilidad. Y José Luis es consciente de ello. “En esta casa dejamos de poner música. En 2014 murió mi cuñado y en señal de duelo se decidió no volver a ponerla”. Y así sigue tres años después.

María Prieto y su marido llegaron a esta casa en el año 2003, cuando se la compraron a la única mujer que la habitaba. Completamente en ruinas, el matrimonio decidió “echarla abajo” y construir una nueva. “Cuando llegaron mi hermana y mi cuñado, la casa ya no se podía mantener. Estaba muy deteriorada y decidieron reformarla entera”, explica José Luis. Una vez remodelada, la pareja decidió inscribir su patio en el certamen en el año 2007. Fue en 2014 cuando consiguió el premio al patio singular dentro de su modalidad- arquitectura moderna- y el pasado año se hizo con el séptimo puesto.

A la casa, de dos plantas, se accede a través de una entrada con el tradicional enchinado cordobés. “Tanto esta parte de la casa, como la cancela y la fuente fueron todas ellas ideas de mi cuñado”, explica José Luis mientras va accediendo al interior del patio. Una de las características de este patio, y que comparte con el patio de Pastora, 2, es que permite el acceso a personas con movilidad reducida además de ser practicable con sillas de ruedas.

Tras la entrada aparece delante de José Luis el el aspecto más significativo del patio. No lo duda: el pozo árabe. Este elemento, tan característico de las casas de arquitectura antigua, se convierte en uno de los atractivos de este patio. A pesar de la remodelación de toda la casa, María y su marido decidieron mantenerlo. “Se restauró un poco pero sus materiales siguen siendo los mismos. El cubo no es el típico que se solían utilizar antiguamente, que eran una especie de calderas, pero el agua sí se sigue usando. De hecho, es con este agua con el que mi hermana riega todas las macetas”, apunta José Luis.

Sobre el pozo aparece la imagen de San Rafael. A ambos lados del cuadro, macetas de geranios, gitanillas, claveles y buganvillas dan color a un patio donde las manos de María son, desde hace tres años, las encargadas de dar vida al recinto. Y es que, hasta el fallecimiento de su marido, éste era quien se encargaba del patio. “Mi hermana es ahora quien lo cuida, pero a quien le gustaba de verdad era a mi cuñado. Se tiraba horas. Yo vengo a ayudarla”, cuenta José Luis, mientras pasa por delante de tres macetas en las que va eliminando “cosas muertas de las plantas”. “Esto también me lo enseñó mi cuñado. Ahora estoy todo el día liado”, concluye José Luis.

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