El solar del Córdoba CF y los planes de Carlos González
El club comienza a dejar ver sus planes para un futuro que pasa por cambios drásticos en la estructura deportiva
Lo del Molinón fue lo último. El 3-0 ante el Sporting de Gijón ejerció como esa bofetada terapéutica que saca al enfermo de un estado de ensoñación o de delirio para devolverle el sentido de la realidad. Ya nadie saca la calculadora para hacer cuentas. Ya no se escuchan arengas en el vestuario. Ya nadie mira con interés el papel de los equipos que marchan por delante de los blanquiverdes, que jornada a jornada han desmentido sus propios discursos con un desempeño decepcionante en el campo. La aventura ha terminado. El Córdoba no va a ascender a Primera División en el curso 2012-13. ¿Y en el próximo? Conseguir que el cordobesismo crea que es posible, que recupere la ilusión y, fundamentalmente, se abone en verano para dotar de músculo social al proyecto, es el desafío que se ha planteado desde ya el presidente, Carlos González, quien tiene toda la pinta del general Custer en la batalla de Little Big Horn. Rodeado de sus fieles, algunos malheridos, se aferra a la bandera mientras dispara a todo lo que se mueve a su alrededor. Al margen de los resultados que haya podido conseguir -a la vista están: los del año pasado y los del actual-, no se puede negar que resulta conmovedor el talante del rector cordobesista a la hora de generar expectativas. De momento, ha admitido en sus círculos más cercanos que ha cometido errores, ya sea por propia iniciativa o por inducción. Un primer paso. Le quedan algunos más. Serán decisivos. No le queda otra para reconducir unos planes que han descarrilado en el momento más inapropiado.
La cuestión es que el Córdoba ha sufrido una mutación brutal desde que González y su equipo de gestión tomaron el mando después de que la sociedad saliera del concurso de acreedores. En la temporada 11-12, la de su llegada, el club llegó a tener -contra pronóstico- un entrenador cordobés carismático, cotizado y con contrato en vigor -Paco Jémez-; un secretario técnico de la casa, buen conocedor del mercado y hábil para manejar presupuestos austeros -Luna Eslava-; una generación de canteranos con talento y proyección, con nombres como Fuentes, Fernández, Javi Hervás o Fede Vico y una segunda unidad con Sillero, Javi Cabezas, Fran Cruz, Bernardo, Javi López o Toni Seoane, entre otros; un puñado de fichajes comprometidos como Caballero, López Silva, Dubarbier o Garai, al margen de estrellas de la Liga Adelante con capacidad para marcar diferencias, como el creativo Borja y el goleador brasileño Charles. Además, su estilo de juego causaba admiración en todo el país. El Arcángel se convirtió en un templo del espectáculo. Los aficionados acabaron seducidos por las prestaciones del equipo y por el privilegio de asistir a la primera tentativa seria de ascender a Primera División después de cuarenta años. De todo aquello queda lo que se puede ver. El desmantelamiento ha sido prácticamente total. Quedan pocos y están en desbandada. Y de los que quedan, casi nadie puede asegurar su continuidad. Carlos González anda ya poniendo las bases de lo que será el tercer capítulo de su proyecto de ascenso, ese trienio que se marcó como periodo de tiempo para conseguir el retorno a la élite cuando desembarcó en el Córdoba en verano del 2011. Conseguir la alianza con los socios -se avecina una campaña de abonados sorprendente-, un previsible guiño a la cantera -promocionarán talentos emergentes... ¿y Pablo Villa?- y algún fichaje de impacto -¿un regreso ilustre a casa?- figuran como puntos destacados de la estrategia de redención del CCF.
Y el equipo, ¿qué? Con cuatro partidos por delante, los mensajes en el vestuario están repletos de ambigüedad después de haberse desparramado durante semanas todos los tópicos a propósito del optimismo sin base real. Entre el hastío y la vergüenza torera, el Córdoba desgranará las últimas jornadas (dos partidos en casa: Huesca y Mirandés; dos fuera: Recreativo de Huelva y Numancia) como una especie de reivindicación personal. Quienes se van a marchar, sudarán por llegar al menos con una imagen decorosa a sus lugares de destino; los que se quedan, por conseguir dar lustre a su nombre ante una afición desencantada. Si el Córdoba queda séptimo u octavo, que puede ser, estaría fuera del play off pero sólo un puesto por debajo de su extraordinaria campaña pasada. Un vano consuelo numérico, puesto que las sensaciones entre un campeonato y otro son totalmente opuestas. Si aquello era en principio de algo, lo actual atufa a fin de ciclo.
Carlos González anda buscando un director deportivo o secretario técnico, alguien que sea capaz de liderar la construcción de un grupo deportivo que será reformado por completo. Los contactos con Sergio Fernández (ex Murcia y Hércules) y Pedro Cordero (ex Tenerife) fueron los primeros en salir a la luz pública, aunque no han sido los únicos. De la llegada de un jefe en la parcela deportiva dependerá la confección del cuerpo técnico, en el que no parece tener cabida Juan Eduardo Esnáider pese a haber firmado un contrato que le vincula a la entidad hasta el 30 de junio de 2014. Los mediocres resultados, el nulo efecto revulsivo tras suplir a Rafa Berges, la falta de sintonía con el plantel y las últimas declaraciones del argentino, que dejan entrever su desilusión con el compromiso y con el trabajo de ciertos jugadores, no favorecen una continuidad que está a día de hoy descartada. En esa tesitura, con una estructura en descomposición, el Córdoba sigue afrontando la rutina diaria en el último mes de competición como una condena. En el verde se acabaron los sucesos trascendentes. Ahora se está jugando el partido de los despachos.
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