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¿Dónde está el límite?

La mascota, Koki, inclinada sobre el césped de El Arcángel ante Osasuna | MADERO CUBERO

Paco Merino

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“Quiero romper una lanza a favor del equipo, porque ha competido al límite de sus posibilidades”, dijo Merino en la sala de prensa instantes después de encadenar su cuarta jornada consecutiva sin ganar. Un punto de doce posibles con él. Campo semivacío. Jugadores cabizbajos. Críticas en el entorno. Un lío monumental. El entrenador linense no tiene el puesto garantizado, lo que supone una obviedad -ya saben las leyes del fútbol- y, en el caso del Córdoba, una muestra más de su descabellada deriva. La derrota ante Osasuna (0-1, gol del excapitán Xisco) puso en evidencia una realidad: el proyecto va cuesta abajo y no parece que nadie tenga claro qué hacer para frenar el previsible batacazo. En el horizonte cercano aparece el mercado de invierno como solución, pero... ¿qué agujero se va a tapar?

“Jodido”. Ese es el término más repetido en las últimas semanas. Lo ha dicho Merino y también todos sus jugadores. “Jodido”, apuntó Sergi Guardiola ante los micrófonos de GolTV después del duelo. “Jodido”, expresó minutos después Fernández en la zona mixta. “Creo que hemos trabajado muy bien durante la primera parte y en la segunda nos hemos encontrado con el gol en contra muy temprano”, añadió el lateral cordobés, convertido en carrilero de largo recorrido con el desesperado cambio de dibujo. “No hemos tenido suerte de cara a la portería, algo diferente al equipo rival”, añadió el canterano, uno de los pocos que puede hablar con cierta propiedad del estímulo sentimental. “Son números desastrosos. Tenemos que saber el escudo y la ciudad que representamos. Tenemos que saber lo que sienten los aficionados”, manifestó a la prensa.

Lo que sienten los aficionados se pudo comprobar en datos y en sensaciones. Algo más de siete mil acudieron en la noche del viernes a El Arcángel, en lo que supone la peor entrada de los últimos años. Teniendo en cuenta que la entidad dispone de unos 12.000 abonados, hagan la cuenta. Un cuarenta por ciento dejan su asiento vacío. Y antes de que concluyan los partidos, el éxodo es masivo. La visión del graderío despoblado y los hinchas buscando los vomitorios con gesto serio resulta descorazonadora.

Los cánticos reprobatorios hacia los González -Carlos, accionista mayoritario, y Alejandro, su hijo y presidente- son permanentes. Frente a Osasuna se escucharon desde los primeros minutos. Gritos de “González, vete ya” y “Directiva, dimisión” salieron incluso desde la Grada de Animación, auspiciada por el propio club y en la que el presidente saltaba mezclado con los seguidores en un memorable partido veraniego ante el Betis (victoria por 1-0). En el tórrido agosto, en el club se sentían en una nube. Luego empezó el campeonato oficial y, con fuego real, al Córdoba le han tiroteado. Con diez derrotas en catorce jornadas, penúltimo y desorientado, trata de ponerse de pie.

“Antes era la sangría de goles y ahora es que no marcamos. Estamos trabajando en ello, pero no nos ha servido”, dijo Fernández, quien expuso de modo descarnado sus sensaciones personales. “Duele mucho esta situación en tu propia casa y en tu estadio. Es verdad que hay apretar el culo y ponerse en el pellejo de la gente. Juguemos bien o mal, el resultado es lo que manda y no se están dando”, soltó con un rictus de amargura en el rostro.

Otro que estaba, cómo no, “jodido”, era Edu Ramos. “Hemos generado ocasiones para ponernos por delante. No estamos teniendo suerte de cara al gol, de que entre la pelota”, explicó, antes de apostillar que “nos llegan una o dos veces y sí anotan, esa es la diferencia”. El mediocentro malagueño admitió que fue “una noche muy dura”, que le hace sentir “tristeza porque creo que no nos merecemos esto”. “Confío en este equipo. Cuando llegue esa primera victoria vamos a salir adelante. Con el trabajo y esfuerzo se conseguirán los resultados”, señaló uno de los jugadores referenciales tanto bajo el mando de Carrión como con Merino.

Y ahora... ¿qué? De momento, solo queda contemplar como espectador el resto de la jornada del fin de semana en Segunda para ver los efectos finales de la derrota. El Córdoba sabrá a cuántos puntos se queda de los puestos de permanencia y seguirá remando, con Merino -o con quien sea-, para salvar el cuello. El domingo que viene irá a la Ciudad Deportiva del Sevilla para jugar ante el filial nervionense una humillante final, en la que el premio será evitar ser el último en la clasificación.

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