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Latidos de superación

Paco Navarro, entrenando en la sala de La Fuensanta | TONI BLANCO

Cristian López

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“Tío, parece que te han puesto el corazón de un keniata”. Desde uno de los puntos más altos del Cerro Muriano aún se escuchan las carcajadas de dos amigos que, entre risas, bromean a propósito del órgano vital de Paco Navarro. Un nuevo motor que le ha devuelto la vida a sus 54 años. El deseo de afrontar cada día con la energía disparada. La que antes le faltaba, incluso para caminar. Es cierto que el corazón no tiene memoria, o quizás sí. En cada gesto refleja la alegría del que tiene una segunda oportunidad por delante. Y no piensa desaprovecharla. La sonrisa del querer y ahora, por fin, poder. El afán de superarse día tras día. Latidos que dejan huella.

Su historia comienza siendo apenas un adolescente. “De pequeño tuve una crisis de una angina mal curada, fue lo que se denomina un soplo. Eso me lo detectó un cardiólogo después de un entrenamiento de fútbol”, relata Paco Navarro. Cada recuerdo en él aflora con la mirada dispuesta hacia la lejanía, pero con la mueca del que ha sufrido demasiado. Y de verdad. “Yo a partir de ahí hice una vida totalmente normal. Practicaba deporte como cualquier otro chaval”, explica. Un paréntesis de alivio en el que todavía le da tiempo a remover la leche en el vaso. Y a diferencia de entonces, ahora los años sí que pasan deprisa. “A los 37 empecé a notar que me cansaba mucho. La boca del estomago me dolía. Fui al médico, y lo único que me recetaron fueron unas pastillas para el estómago, porque se pensaban que eran gases”.

Así aguantó durante un tiempo, pero el dolor no cesaba. La pesadumbre se convirtió en rutina e ir al trabajo era una carga que cada día pesaba más. “Coincidió que tuve que ir a ver a mi madre varias veces al Hospital Materno. Y la cuesta que hay en la entrada, que eso es nada, no podía ni subirla”, subraya. Su primer susto, y nombrémoslo así, sin tapujos, al ser −probablemente− el más inesperado de todos. Fue ingresado y le pusieron una válvula aórtica de titanio. Corría el año 2000. Una parada en un camino lleno de piedras. Una pausa para respirar. Tomar aire y seguir subiendo. La lucha continuaba.

Nueve años de vida normal. Regresó a la afición por el senderismo. Andar volvía a ser su rutina, la más feliz de todas. “Todo iba perfecto, pero un día me fui de viaje con unos amigos a los Pirineos, y allí empecé a notar que algo no iba bien. Estuvimos tres días, y aguanté como pude. Una locura”, apostilla Paco.

A la vuelta tuvo la revisión anual y le detectaron que tenía los ventrículos obstruidos. Fue intervenido de nuevo y le pusieron un DAI (Desfibrilador Automático Implantable). “Por si algún día el corazón fallaba”, puntualiza. Solo alguien que ha pasado por lo mismo que él puede decir eso con tal firmeza.

Y falló. El segundo susto.

Una bajada de potasio le provocó una parada cardíaca. Paco casi ni se enteró. Y el DAI se activó por primera vez. Aunque no sería la única. “Fui a Reina Sofía y allí me dieron nueve descargas más, pero ya despierto. Eso era un dolor fortísimo en el pecho. Tuve un periodo en el que me llegaron a dar casi treinta paradas en pocos meses”, afirma. Desde entonces seguiría teniendo problemas. Puntuales, pero igualmente incómodos. Y se decidió a dar el último paso. El trasplante. “Yo le dije a Amador, que era mi médico, que no podía seguir así. Aquello no era vida. Él me pregunto: ¿Vamos a por todas, Paco? Yo le dije: Vamos”.

Tras nueve meses en lista de espera, Paco Navarro fue intervenido de un trasplante al corazón el día 2 de diciembre de 2014. Su vida cambió totalmente desde aquel momento. Una sonrisa se dibuja en su rostro al hacer memoria de la evolución en estos dos últimos años. Una alegría que se transforma en emoción al recordar la razón por la que él está ahí en ese momento. “Yo rezo todos los días por mi donante y por todos sus familiares. Gracias a él sigo con vida. Y quiero resaltar la importancia de ser donante. Un pequeño gesto que puede dar una vida”, explica emocionado.

Asimismo, tampoco pasa por alto el tiempo que tuvo que pasar en el hospital. “Aunque digan que la Seguridad Social no funciona, yo quiero resaltar la labor de los médicos, y en concreto del doctor Amador López Granados, el que ahora es muy buen amigo mío. Ellos hacen un trabajo encomiable con los medios con los que cuentan. Y también es importante decirles a las personas que ahora se encuentren en lista de espera, y que estén mal como yo lo estuve, que se puede salir”.

Una superación a base de latidos. Cada día con más fuerza. Una pasión por el deporte que aún sigue y que a día de hoy se sitúa en su punto más ilusionante. De hecho, y si todo marcha de manera correcta, Paco competirá en los VII Juegos Nacionales para Trasplantados, que se celebrarán en Ávila entre el 28 de abril y el 2 de mayo, en las modalidades de tenis de mesa, pádel y marcha. Además, posteriormente viajará a Málaga para disputar los XXI Juegos Mundiales (del 25 de junio al 2 de julio) en las mismas disciplinas. “Esos retos son mis dos motivaciones ahora mismo”, puntualiza.

Una vida que discurre entre el amor por su familia y su pasión por el deporte. Un afán que se intercala entre las rutas matutinas de senderismo, los entrenamientos por libre de marcha, los de pádel en el Open Arena y el tenis de mesa en La Fuensanta, con el Club Córdoba 81. Un no parar. Eso sí, todo es genético.

“Prácticamente en mi casa todos hemos sido deportistas”, afirma con orgullo. Y así es. Entre sus hermanos se encuentran el boxeador José Luis Navarro, más conoció como El Cazador, y que fue campeón de España en los pesos welter, campeón del Mundo Hispano de los pesos welters y super-welter, y campeón de Europa en la misma categoría. “Era famoso porque siempre se subía al ring con la camiseta del Córdoba CF”, matiza sonriendo. Y en esa pasión blanquiverde, aparecen otros dos hermanos. Se trata de Rafa Navarro, que llegó a jugar en Segunda con el Córdoba o el Villarreal, y en Primera con el Sporting, y actualmente es entrenador del Espeleño, y el pequeño Javi Navarro, que también se puso la elástica califal en Tercera. Y por último, el mayor, Salva Navarro, destinado al mundo del ciclismo.

Una vida dedicada a rebasar obstáculos, y que ahora busca superarse de nuevo. Tres retos mundiales por delante. “Solo con estar allí ya es una victoria para mí”, sentencia. Y la energía del más joven.

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