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Un insospechado fin de fiesta

Los aficionados encienden las linternas de sus móviles al final del partido | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Muy posiblemente todos los que caminan rumbo al estadio piensan de igual forma. Es más que probable que la confianza, al igual que la ilusión renovada, sea colectiva. Quizá quienes acuden a la cita tienen la firme creencia de disfrutar de un triunfo. Otro en una nueva final, que esta vez no es la última por muy poco. Lo cierto es que pese a las buenas vibraciones con que la mayoría de los aficionados, sino la totalidad, nadie siente seguridad. Es lo que tiene una temporada tan irregular, casi más en el juego que en los resultados -y en eso ya sabe cada cual cómo está el tema-, que termina por llenar de incertidumbres al más optimista. Pero no importa. Toca volver a dar vida a El Arcángel, ese rincón olvidado entre atracciones y una valla que un año va a terminar por alcanzar las taquillas. Desde primera hora recoge buen ambiente El Arenal, entre grandes estructuras a medio desmontar. Sin embargo, la situación se torna difícil por unos momentos.

Y nunca mejor dicho lo de tornar, porque los tornos del coliseo ribereño toman papel protagonista más de una hora antes del inicio del duelo que es, una vez más, trascendente. En Tribuna comienza a formarse una cola que ya no va a deshacerse hasta el momento exacto en el que el árbitro confirma que el balón puede rodar. Tras subsanarse el problema, las gradas presentan poco a poco menos huecos. La imagen es la mejor de los últimos meses, por mucho que no lleguen a 15.000 los seguidores que se reúnen en El Arcángel. Eso según el dato de la Liga de Fútbol Profesional, pues la sensación tanto por aspecto como por sonido es que esa cifra se queda corta. Da igual. Lo importante en realidad es que los muchos o pocos que acuden al choque entre el Córdoba y el Oviedo están dispuestos a dar aliento a un equipo que un rato después va a despertar de un extenso letargo. Suena el himno y el aire parece correr de manera diferente.

Apenas terminan los versos de Manuel Ruiz Queco cuando Piovaccari aparece para abrir la ruta hacia la victoria. El estadio vibra sobremanera. Por un instante pareciera que el Córdoba es el que lucha por el play off y el Oviedo por la permanencia. Una circunstancia que ya no va a desaparecer en todo el partido. Porque de repente el conjunto blanquiverde despliega un fútbol hasta este domingo pocas veces visto a lo largo de la temporada. De ahí que antes de alcanzar el cuarto de hora el italiano ya logre llevar el resultado favorable al 2-0. El equipo de Luis Miguel Carrión es un huracán para los asturianos que al descanso no consiguen impedir que el marcador deje de moverse. Alfaro se suma a la fiesta y hace el 3-0 antes de que termine una primera parte para enmarcar. Todos viven una situación insólita la presente campaña, tanto que incluso toca añadir la parada de un penalti por parte de Kieszek.

Los temores se desvanecen de golpe y porrazo. Lo hace también la incertidumbre y cobra fuerza la seguridad de que todo va a terminar bien. Nada cambia, eso sí, en el minuto 54, en el que la grada vuelve a despachar su sonora protesta contra la propiedad y el Consejo de Administración del Córdoba. No faltan los pañuelos, ni los cánticos en ese sentido, como tampoco lo hiciera el concierto de pitos dedicado a Luis Miguel Carrión antes del encuentro. Un silbido que es cada vez más generalizado y convertido en otra costumbre. Pero lo verdaderamente importante para el futuro más próximo del cuadro califal es lo que sucede en el campo. Y ahí los blanquiverdes mandan con claridad. Javi Lara hace el cuarto y El Arcángel parece venirse abajo. El Oviedo logra recortar diferencias, pero ya poco peso puede tener en el choque. La conjunción de fútbol y resultado otorga una magnífica dosis de felicidad a una afición necesitada de ella. Fuera, el escenario de lo que hasta hace unas pocas horas fuera un jolgorio sólo quedan los restos de días de gozo. Sí, la Feria ya no existe, pero la alegría no cesa a sólo unos metros. Continúa en un insospechado fin de fiesta.

Al filo de la conclusión del choque, otro penalti a favor del Oviedo hace que el marcador quede ligeramente más ajustado. Linares acierta a marcar en esta ocasión y el árbitro decreta el final de lo que es un festival inédito esta temporada. Aunque en ese instante la atención se centra en la grada, donde la alegría deja paso a la protesta. Una vez más. También es insospechada la despedida a la tarde noche, o sólo quizá lo fuera -porque lo más probable es que pudieran imaginarlo-, para Carlos y Alejandro González. Los cánticos en contra de propiedad y Consejo de Administración retornan con intensidad y con una imagen curiosa: las luces de los móviles de los seguidores. Se marcha la Feria, regresa la felicidad.

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