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Al final sólo queda el silencio, roto por un eco de pasión

Aficionados gritando contra Carlos González | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Medio millar de seguidores blanquiverdes marchan desde la Puerta del Puente al estadio para solicitar la salida de Carlos González, que también se pide en el interior del coliseo ribereño

Silencio. Es lo único que queda al final. Es lo que se escucha, porque a veces suena con fuerza, en la sala de prensa mientras llega Albert Ferrer. Es lo que ocupa cada rincón de El Arcángel. Son las ocho de la tarde y las gradas están vacías, aún más. Las gradas están desiertas. Y apenas alguien pronuncia una palabra. El silencio lo invade todo. Aunque quizá se mantiene el eco de una afición que quiere lanzar un grito de reivindicación. La palabra y nada más. Como la poesía, es un arma cargada de futuro. Mientras el cielo, de oscura tonalidad, parece ser representación del momento actual, la voz del cordobesismo se escucha. No sólo fuera. No sólo dentro.

Silencio. Es lo único que existe al principio. Es lo que se escucha, porque a veces suena con fuerza, cuando uno se acerca, cuatro horas antes, a la Puerta del Puente. Es lo que acompaña cuando uno comienza a recorrer el Puente Romano. Pero pronto se rompe. Porque la afición no quiere callar. Tiene un mensaje claro. Apoya al equipo y solicita la salida del propietario de un club que no está solo. Quizá no son todos los que algunos pudieran desear. Y sin embargo resultan suficientes. Se oyen cánticos. El cordobesismo tiene la palabra. No necesita más. “González vete ya”, piden los cerca de 500 seguidores que inician su marcha hacia el coliseo ribereño, ése en que no van a entrar. Es una señal de protesta, un gesto de rebeldía. Caminan, sonríen porque se saben defensores del sentimiento que otros dicen no representar.

Silencio. Es lo único que espera a las puertas del templo blanquiverde. Es lo que se escucha, porque a veces suena con fuerza, en las cercanías del estadio. Aunque se vuelve a romper. La voz de la afición se enciende conforme avanza en su trayecto. Y mientras la música es ruido estridente. Quizá pretende ocultar cuanto piensan los que se encuentran con un vallado tan amplio que pareciera ser protección de una cumbre de primeros ministros. Allí se unen más aficionados. “González vete ya”, vuelven a pedir. “Directiva dimisión”, repiten. “Jugadores, jugadores, os venimos a animar”, cantan. Porque están con el equipo, ése al que no van a ver. Les duele, pero así creen que lo deben hacer.

Silencio. Es lo único que hay entre asiento y asiento. Es lo que se escucha, porque a veces suena con fuerza, en un estadio que presenta la peor entrada de la historia más reciente del club. Apenas 2.500 personas, quizá 3.000 con generosidad, se dan cita en un coliseo apagado. El corazón no late como en otras ocasiones. Desde fuera se oyen los cánticos de quienes rompen la ausencia del sonido. En el interior, la afición anima cuanto puede. Pero también reivindica. Celebra el gol de su equipo y acto seguido dice: “González vete ya”. Tampoco la soledad, tan dolorosa como buscada, resulta beneficiosa para el presidente. El Córdoba se vuelve a quedar sin la victoria y al final sólo queda el silencio, si bien el eco de su afición no se apaga.

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