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Ecos de Tokio: Lourdes Mohedano, la gran dama del tapiz

Lourdes Mohedano, recibida en Córdoba tras los Juegos Olímpicos de Río | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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La cronología prosigue con la más reciente de las ediciones. Aunque pudiera parecer que transcurren ocho años desde el último éxito, la realidad es muy distinta. Porque de aquel 2008 en que Víctor Sojo -en hockey sobre hielo- y Felipe Reyes -en baloncesto- se sumaran al medallero cordobés ninguna cita desde Barcelona 92’ concluye sin que un deportista de la provincia haga su aportación. Así es tras una segunda presea que obtuviera el pívot en 2012. Sea como fuere, el recorrido por el tiempo desde hace casi tres décadas a través de los podios con sello de Córdoba alcanza su final provisional en 2016. Es en este momento cuando Río de Janeiro alberga los Juegos Olímpicos en una celebración marcada por cierta polémica debido a ciertos problemas logísticos y al pronunciamiento de la diferencia de sectores sociales. Con todo, lo relevante en este caso, el que ocupa, es la llegada de dos nuevos trofeos. Uno es el tercero del jugador del Real Madrid y otro, el primero con firma femenina. No en vano, el evento de Brasil es el mismo en que Lourdes Mohedano se colgara una histórica plata con la selección nacional de gimnasia rítmica.

Seguro que todavía hay quien lo recuerde como si fuera ayer. Y lo cierto es que cuatro años -poco menos de un mes para que sea exacto- transcurrieron desde ese día. Fue el 21 de agosto de 2016 cuando, por la tarde en horario español, la provincia se colocó ante la televisión para soñar con un éxito casi olvidado. En Río de Janeiro, en concreto en el Arena Olímpica, había de saltar al tapiz la que es su gran dama española en los últimos años. Era Lourdes Mohedano, quien con apenas 21 años y un par de meses encaraba el desafío como si fuera el último. Finalmente, tras subir al podio, lo fue. Es lo que tiene el deporte olímpico y una disciplina tan exigente como la suya. Más allá de esto, la peñarriblense buscó una presea de la que España no disfrutaba desde Atlanta 96’. En Estados Unidos, el país gozó con un inolvidable oro, que a la postre iba a dar nombre a aquella generación: las Chicas de Oro. Tras dos décadas, el denominado Spanish Group quería acabar con la espera.

Y terminó ese 21 de agosto de 2016. Sobre el tapiz apareció Lourdes Mohedano junto con Sandra Aguilar, Artemi Gaveou, Elena López y Alejandra Quereda. El solo hecho de hacer acto de presencia generó la ovación desde el graderío: la afición recordaba la brillantez del equipo español en la ronda de clasificación. Tal fue el nivel de sus pases que el combinado nacional llegó a la lucha por las medallas como la mejor, por delante incluso de Rusia. Este último equipo era sin duda el gran favorito y rival a batir. Con los primeros ejercicios cobró fuerza el sueño de repetir la gesta de Atlanta 96’. Si uno es sincero, el Spanish Group mereció conseguirlo. A ritmo de samba brasileña, la de Peñarroya-Pueblonuevo y sus compañeras hicieron que de nuevo el público acabara entregado. Los jueces les otorgaron un 17.800 que superó la nota de un día antes. Se había iniciado, pensaron no pocos -incluida la siempre magistral Paloma del Río-, el camino hacia el primer cajón del podio.

Pero la ilusión y la esperanza perdían cierta fuerza ante lo que ocurrió después. Cabe recordar, que a España le correspondió abrir la final. Rusia, que ya mostró detalles de calado negativo a la hora de puntuar, apareció imprecisa e incluso sufrió una caída de objeto. Sin embargo, el jurado entendió que su montaje no valía menos de 17.600. La generosidad mostrada por los jueces puso en alerta a la afición del Spanish Group, al que podía salir caro aquella exagerada calificación. Lourdes y sus compañeras dieron el paso al segundo ejercicio como el mejor conjunto del primero. El oro se veía cerca.

Más aún cuando en el siguiente turno el quinteto patrio bordó de nuevo su actividad en el tapiz, arrancó el aplauso del público y obtuvo una nota de 17.966. Esta vez sí, Rusia no tenía margen de error. Debía dar el máximo, con toda concentración y precisión, en el centro del Arena Olímpica. Lo hizo su equipo, que sin embargo recibió un 18.633 que estaba inflado y que, además, no hacía justicia al global de la competición. Ocurrió lo esperado, lo sospechado, lo temido y las rusas revalidaron su primer puesto. Lo mantienen desde Sidney 2000, inclusive, después de que en Atlanta, precisamente el cuadro hispano -como se podía intuir tras escribirse antes- se llevó el máximo trofeo. En Estados Unidos tuvo lugar, por cierto, la inclusión de la gimnasia rítmica por grupos en los Juegos Olímpicos.

A pesar del amargo sabor de boca que quedó, no sólo para las gimnastas sino para sus seres cercanos y los aficionados, el Spanish Group podía estar satisfecho. Así era y así lo demostraron Lourdes y sus compañeras a la hora de recibir su medalla. Plata que al paladar era oro. Primero, por la magnífica serie de interpretaciones y la acogida del público. Segundo, porque aun con todo entraban en un palmarés que a España le parecía prohibido. Y tercero, y no menos importante, porque se resarcían de lo vivido cuatro años antes. No en vano, en Londres 2012 el quinteto hispano quedó a un paso del podio. Mohedano, que se estrenó en unos Juegos Olímpicos en Inglaterra, tenía entonces sólo 17 años. Pero era toda una referencia de su disciplina y del deporte en general tanto para Córdoba como para el país.

Con la gran dama del tapiz soñaron, disfrutaron y celebraron no sólo sus allegados. Lo hicieron también, desde la distancia y después a su llegada a la capital y a su pueblo natal, muchos otros. En el Club Liceo, con el que creció como deportista, vibraron y rieron directiva, entrenadoras y pequeñas gimnastas que tenían y tienen a Lourdes como el mayor ejemplo a seguir. Amantes al deporte y sobre todo la rítmica tampoco perdieron de vista a la primera medallista olímpica de la provincia, que poco después optó por retirarse e iniciar una nueva etapa profesional como modelo. Para la Historia quedó su éxito, aunque injustamente rebajado, en Río de Janeiro. Tanto como aquella presea de oro que obtuvo con 16 años en el Preolímpico de Londres en 2011. O como cualquiera de sus trofeos durante su trayectoria.

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