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Los vientos cordobeses que ponen banda sonora al cautiverio de Cervantes y Amenábar

Amenábar en el rodaje de 'El cautivo'.

Juan Velasco

20 de septiembre de 2025 20:06 h

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De un pequeño estudio en el centro de Córdoba a los estudios Abbey Road y, de ahí, a las pantallas de cine de todo el mundo. Ese ha sido el viaje de las pistas que ha grabado el multiinstrumentista cordobés Javier Márquez para la banda sonora original de la película El cautivo, del cineasta Alejandro Amenábar, y en la que este músico ha aportado, en buena medida, la sonoridad del Mediterráneo tan necesaria para un film basado en el tiempo que el escritor Miguel de Cervantes pasó preso en Argel.

De hecho, buena parte de esa atmósfera de opresión rota por la luz del marenostrum viene marcada por los timbres singulares del duduk armenio, la flauta de pico o el cabal búlgaro. Todos ellos suenan gracias a este cordobés, que todavía está asimilando que haya logrado poner su sello personal en una de las producciones más importantes del cine español de la temporada.

Fue, eso sí, un trabajo de encargo. Y llegó casi de forma inesperada. “Me llamó Sergio Jiménez Lacima, el responsable de la orquestación de la banda sonora. Me dijo que necesitaban grabar duduk y otros vientos, y que tenía que estar en Madrid ese mismo fin de semana”, rememora Márquez en una charla con Cordópolis. Finalmente, dada la premura, logró convencer al equipo de que podía hacer lo que le pedía en su estudio en Córdoba con la misma calidad profesional.

Y se hizo. Jiménez Lacina buscaba un experto en esos sonidos. Márquez era una opción perfecta, tal y como le recomendó la compositora Vanessa Garde, con quien ya había trabajado en la música de Ocho apellidos marroquíes. El autor de la música era, de hecho, el propio Amenábar, acostumbrado a ponerle música a sus películas, y un cineasta al que Márquez reverencia desde Abre los ojos.

El proceso no fue improvisado: Márquez recibió las sesiones de Pro Tools con las bases en MIDI sobre las que debía interpretar sus instrumentos antes de que la orquesta registrara en Abbey Road el resto de la partitura. Con microfonía de alta gama y técnica de estudio depurada, grabó varias tomas de cada fragmento y envió el material completo a los compositores. “Les mandé hasta tres versiones de cada corte. Yo les indicaba cuál era la que más me convencía, pero al final tenían la libertad de elegir”, detalla.

El resultado, asegura, ha superado sus propias expectativas. “Escuchar tu instrumento en una producción de Amenábar es muy fuerte. Yo todavía sigo en una nube. Además, en esta ocasión estoy especialmente contento con cómo han tratado mis pistas en la mezcla final: se escuchan claras, orgánicas, con una presencia que no siempre se da en el cine, donde la música suele quedar relegada frente a los diálogos”.

Javier Márquez

Diez de los quince cortes de la banda sonora

La huella del músico cordobés en El cautivo es extensa: de los quince cortes que conforman el álbum oficial de la banda sonora, suena en diez. “Yo calculo que aparezco en un 60 o 70% de la música. Eso demuestra que mi aportación no es un detalle exótico, sino que forma parte del tejido sonoro de la película”, afirma.

Su especialidad en instrumentos de viento mediterráneos se ha convertido en un rasgo identitario. El duduk armenio, en particular, le ha abierto las puertas del audiovisual internacional. “Aunque no es un instrumento árabe, su sonoridad se asemeja mucho a la del Medio Oriente. Es muy útil para recrear atmósferas orientales, como en esta película ambientada en Argel. En este campo, es por el que más me llaman”, explica este músico, que tiene en agenda varias producciones más.

Entre ellas, la música para una película india bajo la batuta del compositor Iván Martínez Lacámara —creador de la música de La Casa de Papel, en la que ya colaboró—, un documental sobre la guerra de Gaza y varias colaboraciones con guitarristas de primera fila como Alejandro Hurtado, Pipo Romero y, sobre todo, Vicente Amigo.

Con este último ya ha compartido escenarios y lo vive como un privilegio: “Cada concierto con Vicente lo siento como el primero y el último. Tenerlo al lado, que te mire y te sonría mientras toca, hace que todo el sacrificio en el estudio cobre sentido”.

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