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Juan Velasco

Rute —
10 de octubre de 2021 05:45 h

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Los feriantes tienen su oportunidad en mayo en Rute. Es la primera semana del mes y, tras un año largo de pandemia que han vivido totalmente excluidos, se les permite montar algunas atracciones en una de las plazas de la localidad. Ha sido un invierno duro en Rute ,y un poco de festejos, aunque moderados, no hacen daño a nadie. Así que la vida transcurre en el pueblo con serenidad festiva, propia del mes de mayo en la provincia de Córdoba.

A unos kilómetros de la plaza, ajenos al trajín de los feriantes, hay otro grupo de excluidos. Animales y humanos conviven durante unos días en la reserva de la Asociación en Defensa del Borrico (Adebo). Se están grabando imágenes y recursos de sonido para La exclusión, el último trabajo del músico, cantante y exflamenco Niño de Elche.

Ubicado una serranía junto a Rute y bajo la Torre del Canuto, en la reserva también se vive la vida con serenidad festiva. La noche anterior ha habido jaleo y el equipo comenta lo poco que ha dormido mientras sufren los rigores de la primavera preveraniega cordobesa (esto es, verano entre que aparece el medio día y anochece). El artista visual Lois Patiño, encargado de las imágenes, va lleno de barro hasta las rodillas y recuerda que el día anterior se metió en la porquera de los cerdos a grabar unos planos y aún retiene el pestilente aroma.

Xavier Erquicia, experto en grabaciones de campo y responsable del sonido del disco, pide la hora y recalca que hay que grabar a los burros con Paco, que así llaman todos a Niño de Elche. Y éste acaricia al borrico que bautizó Antonio Gala, mientras escucha las habituales (y a menudo maravillosas) locuras del presidente de Adebo, Pascual Rovira, que está encantado con tener a la tropa de artistas en la reserva.

Siempre entendemos, desde lo musical, que disco y espectáculo es lo mismo. Pero eso es como decir que cine y teatro son lo mismo

Niño de Elche y Pascual Rovira se conocen desde hace tiempo. Desde aquel proyecto poético, musical y filosofal que fue Voces del extremo, y que acabó dando nombre al disco con el que Paco Contreras comenzó a llamar la atención a nivel nacional. Han pasado seis años desde aquel disco y Niño de Elche ha trazado un camino difícil de definir (e igualar) en el mundo de la música española. Entre otras cosas, porque, desde hace años, no sólo se dedica a la música.

Y nada ejemplifica mejor su concepción de la creación que su último trabajo, que es, a la vez, un disco, un proyecto visual y un proyecto escénico. “Siempre entendemos, desde lo musical que disco y espectáculo es lo mismo. Pero eso es como decir que cine y teatro son lo mismo. Son concepciones diferentes, montaje distinto, el espacio, el tiempo, el sonido… Pues esto es igual: no se puede pensar que el espectáculo vaya a sonar como el disco. Aquí va a haber un formato más concertístico, y un formato más escénico”, cuenta Niño de Elche sobre un nuevo trabajo que, en lo estrictamente discográfico, cierra de algún modo la trilogía que inició con Antología del Cante Flamenco Heterodoxo (2018) y continuó con La Distancia Entre El Barro Y La Electrónica. Siete Diferencias Valdelomarianas (2020).

Tres discos con tres colaboradores artísticos distintos, Refree, Miguel Álvárez Fernández y Ramón Andrés, y tres golpes de vanguardia musical publicados por la multinacional Sony. Raro raro. “Yo tengo esa suerte. He podido encontrar una forma de trabajar con Sony muy cómoda y han entendido la necesidad de estos trabajos más experimentales dentro de mi figura. Es una línea de trabajo muy particular. En mi caso es complicado utilizarme como ejemplo, porque tiene muchas particularidades que es difícil trasladar a otro tipo de artistas”, reconoce el cantante.

Mi idea de cantar no es hacer melodías con la voz, es usar la voz como sonido que está en un espacio y como sonido que convive con otros sonidos

Un poco antes, Niño de Elche está quemando con un soplete su rostro hecho de cera. “Mola, parece que está llorando”, dice Juan López, artista visual y sonoro de Córdoba, que lleva también colaborando con el músico ilicitano desde hace más de un lustro en diversas aventuras artísticas. Algunas de ellas, como El vuelo de hipnos, suponen una especie de ensayo creativo, musical y artístico del trabajo que ha supuesto La exclusión, un disco con un registro sonoro muy particular, donde conviven la música antigua, la música industrial, la grabación de campo, el spoken word o la música coral.

Y, en el centro de todo, su voz, como un canal, muchas veces más que como un instrumento. “Mi idea de cantar no es hacer melodías con la voz, es usar la voz como sonido que está en un espacio y como sonido que convive con otros sonidos. En mi caso, la voz es una idea sonora”, explica Niño de Elche sobre el registro de un disco en el que, musicalmente, se rastrean influencias de Steve Reich, Ligeti, La misa del asno, Einstürzende Neubauten o el Negro del Puerto.

En lo conceptual, cuatro bloques bien definidos, trabajados codo a codo con Ramón Andrés (cuyo libro Pensar y no caer sirve de punto de partida): Animal-Humano, donde aborda las relaciones entre la animalidad y la humanidad, el lenguaje, la violencia y su relación con la naturaleza; El cuerpo, basado en nociones como la enfermedad, la eternidad, el dolor o lo protésico; Europa, en el que la base son las ideologías, los totalitarismos, las guerras, lo industrial, la economía o la identidad; y Muerte-Nada, que aborda el silencio como concepción mística.

Creo que la exclusión puede ser el mal contemporáneo

Un ciclo que va de lo espiritual a lo animal y viceversa, y que arranca con el sonido de los burros de Rute. “La figura del asno me interesa muchísimo, porque en él se encarna la concepción del chivo expiatorio, el excluido, el sanbenito, el trabajo. Es un animal con muchísima simbología y su sonido me transmite muchísimo. Y me interesaba tener un coro de burros. La primera idea fue el sonido, pero a partir de ahí entendí que había que grabarlo”, relata el artista, que usa esta figura como gatillo con el que disparar un discurso que intenta alejar de lo político, aunque no con demasiado éxito.

Porque resulta difícil aproximarse a un disco como La exclusión sin buscar en él más preguntas que respuestas. Y preguntar es un acto mucho más político que responder. “La primera idea lleva a pensar que es un disco de reivindicación política sobre las víctimas, pero no es tanto eso como hablar de las cuestiones más profundas y elementales del ser humano”, apunta el músico, que reconoce su interés en trabajar “sobre la concepción del mal”. “Creo que la exclusión puede ser el mal contemporáneo. Es una idea que plantea George Steiner y que he debatido con Ramón Andrés”, apunta.

¿Es que hay otras cosas que hacer en la vida? Comer, beber, follar cuando puedes, y hacer estas cosas

Aunque no todo ha sido intensidad en La exclusión. A pesar del profundo estrato del que dota a su trabajo y de la reflexiva templanza con la que se suele explicar, a nadie se le escapa que Niño de Elche es, en el fondo, un arqueólogo de vivencias, un tipo en busca de estados anímicos sobre los que trabajar. Eso explica que, muy a menudo, ande a la gresca con mucha gente -incluida gente a la que aprecia-, y también que lleve un ritmo de trabajo tan intenso entre discos, espectáculos, exposiciones, libros, películas, teatro o, más recientemente, la radio.

“¿Es que hay otras cosas que hacer en la vida? Comer, beber, follar cuando puedes, y hacer estas cosas. Para mí la creación artística no es crear un producto, que también, sino comer, beber, reunirnos, cenar, hablar, conocer gente... Eso tiene una riqueza, construye una serie de relieves y estratos que convierten a la creación artística en algo especial. ¿Hacer un disco? Eso es lo mínimo. Es lo más pequeño que hay en todo el proceso. A veces es la justificación para poder pasarlo bien. ¿Cómo voy a parar? Y, de hecho, ¿qué supone parar?”, reflexiona el artista.

¿Lo sabes? “No. Ramón Andrés dice que parar es ya la no búsqueda. El amor. Yo, como no he encontrado el amor, creo (Se ríe). No sé, para mí, parar es leer, estar en casa, ver una película, pasear. Eso es verdad que son cosas que ahora no las suelo hacer”.

Lo más flamenco que hago es robar de otros. Porque el flamenco, musicalmente, es todo robado

Cinco meses después de la charla, Niño de Elche atiende el teléfono desde Madrid. Faltan unos días para que presente La exclusión en Conde Duque (será del viernes 15 al domingo 17 de octubre). Se le ve ilusionado con una propuesta escénica y concertística en la que le acompañarán el guitarrista Raúl Cantizano (que aquí tocará la zanfoña), el gaitero Andrés Rodríguez y el percusionista Pepe Benítez. 

Será también el momento en el que se proyecte el trabajo visual hecho por Lois Patiño y por el propio Niño de Elche, a partir de una serie de imágenes que mezclan a Bela Tarr con Stanley Kubrick, y que vuelven a poner sobre la mesa la forma de trabajar bajo la que opera Paco Contreras.

Se toma un tiempo para pensarlo. Al final lo escupe. “No sé si soy multidisciplinar, interdisciplinar o directamente indisciplinar. Pero todos los artistas que me interesan han trabajado de esta forma. Son las formas de hacer, más allá de lo que hagas, lo que me ha interesado siempre”, confiesa Niño de Elche.

¿Lo tuyo es tuyo, aunque cojas de todos?, se le plantea para cerrar la entrevista. “Claro. Lo más flamenco que hago es robar de otros. Porque el flamenco, musicalmente, es todo robado”.

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