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Miriam Palma: “Wallada me encontró a mí”

Wallada imaginada y pintada por el artista cordobés José Luis Muñoz

Marta Jiménez

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Una cita de Cristina Peri Rossi es parada obligada en la apertura de esta novela de poco más de cien página: “Las mujeres son libros que hay que escribir/ antes de morir/antes de ser devorada/antes de quedar castrada”. La autora, Miriam Palma (Miranda de Ebro, Burgos, 1963), profesora de filología alemana y traducción en la Universidad de Sevilla, tiene muy claro que hay que escribir a las mujeres. “Investigo y me interesa la escritura de las mujeres, que tradicionalmente han estado relegadas del canon masculino y que han tenido que servirse de unos códigos dictaminados desde la mirada masculina”.

La huella de las ausencias. Un relato sobre Wallada (Maclein y Parker, 2017) se trata una reedición, acompañada de una exhaustiva corrección y revisión, de este relato publicado en 2010 por la editorial cordobesa El Almendro. Una suerte de carambola ha hecho que vea la luz esta nueva edición de la novela que la autora aprecia como “un regalo”, como lo fue que en su día un alumno del máster que impartía invitara a Miriam a escribir sobre la princesa omeya y poeta Wallada (la que alumbra), nombre como un presagio, o tal vez porque no podía ser otro el apelativo de una poeta tan refinada y curtida. “Al principio me dio vértigo pero cuando empecé a indagar sobre ella, ella me encontró a mí”.

Hija del califa Abderramán Obaidallah al Mustafkí y de Amin'am, una esclava cristiana enviada a cultivarse a Medina, su nodriza y maestra fue la esclava negra Safia. La princesa fue la más célebre de las poetas de Al Andalus. En 1025 abrió palacio y salón literario en Córdoba, donde ofrecía instrucción a hijas de familias poderosas y acaso instruía a esclavas en la poesía, el canto y las artes del amor. Vivió nada menos que noventa años, del 1001 al 1091, aunque la fecha de su muerte no se conoce con exactitud.

Palma realiza una falsa autobiografía de un personaje histórico real en la que asegura que ha llegado a confundir su personaje con el real. Un salto sin red ya que ni le gusta la novela histórica, y ésta exactamente no lo es, ni era ninguna especialista en la época andalusí. “Estuve mucho tiempo pensando en cómo contar la historia. Finalmente tuve la sensación de que el personaje casi me poseía y de que solo podía contarlo en primera persona. Tardé mucho en empezar a escribir hasta que ella habló. Paseé mucho con Wallada por Córdoba.

En la novela hablo de forma poética y, a veces, un poco mística, porque es así como la imaginé. Hasta experimenté sensaciones que le ocurren a ella en la novela, como cuando entra en la Mezquita y se queda un tanto conmocionada espiritualmente. En ocasiones no sabía si era yo o era ella“.

Pese a lo que pueda creer conociendo la historia de Wallada, en la Córdoba andalusí no había libertad sin honor o sin marido. Lo denunció el propio Averroes (Ibn Rushd): “Nuestro estado social no deja ver lo que de sí pueden dar las mujeres. Parecen destinadas exclusivamente a dar a luz y amamantar a los hijos y ese estado de servidumbre ha destruido en ellas la facultad de las grandes cosas. He aquí por qué no se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales”. Sin embargo, la poeta Wallada creó otro imaginario de la mujer en la época porque los hombres se lo permitieron debido a su estatus. Según Ibn Bassam, Wallada era “la primera de las mujeres de su tiempo; su garbo libre, su desdén por los velos daban testimonio de su ardiente naturaleza. Por otro lado, tal era el mejor medio de manifestar las cualidades interiores, las plásticas notables, la dulzura de su rostro y de su carácter. Su casa en Córdoba era el lugar de reunión de las gentes nobles de la capital (...)”.

“Sin duda, ella era una mujer de la élite”, opina Miriam, “Al Andalus fue un tiempo fascinante y ahora nutre muchos mitos que creo alejados de la realidad. Las mujeres en aquella época estaban bajo unas coordenadas bastante injustas. El mito de la libertad de las mujeres es absurdo. Aunque sobre ella hay información, lo que dice mucho de su importancia como persona de la época. Aun así hay pocos datos y también mucho mito en torno a ella”. 

Entre lo mucho que se cuenta entre el mito y la realidad, es que se paseaba sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, llevaba versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes. Los del lado izquierdo decían: “Por Alá, que merezco cualquier grandeza/ y sigo con orgullo mi camino”; los del derecho: “Doy gustosa a mi amante mi mejilla/ y doy mis besos para quien los quiera”.

Lo triste es que Wallada fue más famosa por sus amores que por su obra. Cuando tenía unos 20 años conoció al hombre que marcó para siempre su vida, Ibn Zaydun. Fue un noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante del momento. Pero Wallada era la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba, quien se enamora de Ibn Zaydun en una noche de fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre cordobesa de entonces. Fue el choque de dos vanidades literarias, en la que ella tomó la iniciativa.

Pero tras unos amores estrepitosos, apasionados, públicos y versificados, pronto se rompió el idilio ¿Cuál fue la razón? Wallada escribe: “Sabes que soy la luna de los cielos/ mas, para mi desgracia, has preferido a un oscuro planeta”. A la autora de La huella de las ausencias le da “rabia” que haya trascendido más su historia de amor que sus versos. “Siempre ha ocurrido con las mujeres en la historia. Tiene que ver con la construcción de los femenino. Casi nunca hemos sido verdaderos sujetos históricos. Somos madres de, esposas de, hijas de o amantes de”, se lamenta Palma.

Wallada ha eclipsado a otras mujeres poetas de Al Andalus. Probablemente ella sea de la que más datos se conservan pero hay varias de las que se tienen noticias. “Existieron muchas en Al Andalus” relata Miriam, “como Muhya, con la que la princesa tiene una especie de rivalidad, con diatribas muy agresivas. Muchas de ellas eran esclavas”.

La belleza poética del lenguaje de esta novela ha sido capaz de impregnarse del espíritu del personaje y de transportar esa sensualidad, ese estilo preciosista y sublime que reina en la poesía de Wallada hasta sus páginas en prosa. “Ese ha sido mi homenaje”, confiesa Miriam Palma. “Cuando se gestaba Wallada, intenté que fuera una poeta hablando con voz propia. Y como poeta tenía que hablar de forma poética. Lo hice por coherencia con el personaje y porque yo escribo poesía fundamentalmente”. 

La huella de las ausencias. Un relato sobre Wallada (Maclein y Parker, 2017) se presentará en Córdoba a principios de 2018. A su autora le ronda desde hacia tiempo en la cabeza otro proyecto con la princesa omeya como protagonista. “Estoy pensando es trasladar a Wallada a la actualidad. Es una locura y seguro que se queda en eso, una idea loca, pero pienso en ”resucitarla“, porque creo que miraría la realidad que tenemos ahora, le fascinaría, sería peleona, pero acabaría exhausta y triste. Las cosas han cambiado muchísimo pero las mujeres aún lo tenemos muy complicado”.

Y el caso es que en su novela no queda muy claro si ella está viva o muerta. Puede que sea el limbo histórico de algunas mujeres que han dejado huella: de las que no solo creyeron sino que practicaron la libertad de saberse no poseídas por nadie.

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