Miguel Gómez Losada: “Siempre me pongo el listón muy alto”
Miguel Gómez Losada es una presencia mitad fantasmagórica y mitad legendaria entre los disc jockeys de música negra con el oído más refinado de Córdoba y Andalucía. Su papel en el grupo de djs The Black Evolution, junto a Salas y David Dj, era y es casi un contrapeso para la propia banda, pues es algo mayor que sus compañeros y, sin embargo, el que menos interés ha mostrado siempre por sacar su colección de discos de su casa.
Cuando The Black Evolution comenzó a pinchar en Córdoba, Andalucía y España, a principios de siglo, Gómez Losada ya era vivía entre lienzos y discos, pero apenas había sentido el impulso de exponer su colección al escrutinio del público. Del mismo modo que ya era un pintor respetado y apreciado por la comunidad artística -llevaba desde los 90 exponiendo por toda España e incluso fuera, ya había llevado su obra a ArCo-, musicalmente vivía una feliz incomprensión fruto de la popularidad de otros estilos que habían solapado al funk y al soul. Entonces conoció a sus dos compañeros de viaje y reactivaron la célula dormida de la música negra en la ciudad.
Fuera aquello un espejismo o una realidad, hoy, por suerte para la ciudad, hay una generación de disc jockeys y amantes de la música negra herederos de lo que Losada, David y Salas hicieron hace una década. La gran mayoría de ellos se pasarán este viernes por Ronda de Isasa para ver pinchar a The Black Evolution en el marco del Festival de las Experiencias Río Mundi, que ha tenido el gusto de dejar que esta mítica banda de djs ponga el auténtico sonido del Hudson en la apertura.
Un sonido que Gómez Losada tiene interiorizado, tras décadas de coleccionismo, y que también ha volcado en una sesión de música exclusiva para Cordópolis, que se puede escuchar al final de estas líneas.
PREGUNTA. ¿Qué es la música para el pintor Gómez Losada?
RESPUESTA. Bueno, es algo tan importante como pueda ser la pintura. La única diferencia es que la pintura es mi medio de vida. Pero pintura y música comparte el denominador común de la pasión. La pasión por el arte. Porque entiendo la música como un arte. Además está en mi vida permanentemente. La uso como una manipulación del estado ánimo. Si quiero un día nublado, si quiero fabricarme un norte imaginario, pues me pongo un piano o algo que pueda variar mi estado de ánimo hacia donde yo quiero.
P. ¿Cuándo empiezas a tomarte la música en serio? Como coleccionista en este caso.
R. Hay una genealogía. Mi padre viajaba a Barcelona en los 70, porque, por su trabajo, él hacía estampados, vendía en la industria textil que estaba en auge. Y siempre que iba, volvía con discos de soul que compraba en El Corte Inglés de Barcelona. Con esas frecuencias yo he crecido. Pero lo que es determinante es a finales de los 70, que mi hermano mayor tenía una pletina y grababa música de la radio. Así que, cuando mi hermano se iba a trabajar, era yo el que se sentaba en su mecedora y le daba al play a su pletina. Con esa ceremonia es cómo escuchaba yo la música de mi hermano mayor.
P. ¿Y qué música era?
R. Pues final de la era disco y principios del funk de los 80. Lo que hoy se entiende por boogie. Yo he deducido con todo esto que es gracias al afecto cómo mejor se transmite la cultura. Osea, si yo admiro a mi hermano mayor, su música es admirable, así de sencillo. Y así me entra de una forma más profunda y más intensa que si yo se la escucho a alguien anónimo. De algún modo se puede decir que la picadura de la serpiente ya la tenía.
P. En aquella época, además, ¿el soul o la música negra era algo residual?
R. Bueno, eso, a mi entender, ocurrió a raíz del año 83, con la llegada de la Movida Madrileña, y la adoración de la música británica, de los Smiths, los Cure, los Waterboys, los Psychedelic Furs. Todos mis amigos de la movida cordobesa escuchaban esa música. Y ahí sí es verdad que yo llevaba como un secreto que era de Stevie Wonder. Y lo llevaba como un secreto precisamente porque cuando no vas a ser comprendido es mejor que no lo promulgues. Si te vas a llevar un desencuentro, pues es mejor llevarlo en secreto. Y yo he llevado eso en secreto mucho tiempo.
P. ¿Cuándo empiezas a promulgar el secreto? ¿Cuando arranca The Black Evolution?
R. En parte. Yo conocí primero a Salas, que tenía el grupo Putopía. David Dj pinchaba entonces en el Surfer, y a primera hora pinchaba la maqueta de Salas y la vendían en el Guardarropa. Cuando lo escuché, pregunté qué es lo que sonaba, y ése fue el contacto. En ese momento, mi colección de vinilo la tenía a nivel doméstico. Yo entonces no pinchaba en vinilo.
P. ¿Ah no?
R. No. Yo pinchaba mucho antes, a finales de los 80. Y además, siempre fui un pincha discos sustituto. Me cogían o los jueves o cuando fallaba el residente porque nunca he tirado de hits ni he pinchado aquello que se esperaba escuchar, sino que a mí siempre me ha gustado poner la segunda de la cara b o poner algo más impopular o más raro, pero bueno. Así que los dueños de los bares no me veían el perfil idóneo para que pinchara un sábado por la noche. Así que, cuando tomo contacto con The Black Evolution, son ellos los que me convencen para que saque mi colección de vinilos.
P. ¿Y cómo fueron los inicios?
R. Pues empezamos a pinchar en sitios como El Niño Perdido, el Pequeño Club... Luego, yo llevaba la programación cultural del Colegio de Arquitectos, en 2006, y ahí, gracias a Rafael Obrero, que siempre me comprendió, se me permitió por primera vez hacer una programación de disc jockeys de música negra en vinilo en el Colegio de Arquitectos. Yo tengo como orgullo, una especie de satisfacción música, de haber sacado el funk de los bares y haberla llevado a las instituciones. Yo me acuerdo de que, en aquel momento, fue muy sonada. Y estoy muy contento de aquello.
P. Ahora has vuelto a conectar por tercera vez con la escena cordobesa. Que curioso que hayas ido estableciendo etapas y conectando con nuevos públicos a través de tu colección, ¿no?
R. Sí, sí. A lo mejor, no sé si es un exceso de confianza por mi parte, pero yo siempre he pensado que, si uno pincha arte, buenas canciones, no tienes que preocuparte de que las nuevas generaciones las entiendan. La excelencia artística es algo que detecta cualquier persona que tenga un poco de sensibilidad. Entonces, nunca me ha preocupado que las canciones se puedan escuchar obsoletas.
P. La atemporalidad.
R. Vale para un buen tema y para un cuadro. De una obra de arte.
P. Precisamente, por ese vínculo, quería preguntarte tu opinión sobre la obra pictórica de músicos como Miles Davis, que precisamente hacía lo contrario que tú: lo que hizo fue volcar su temperamento en la pintura en una etapa oscura. ¿Te gusta la pintura de Miles Davis u otros músicos?
R. Normalmente, me deja un poco insatisfecho cuando los músicos o los actores pintan. Y no sé darte una explicación, porque tengo la idea de que, cuando tú afinas uno de tus sentidos, o a través de una disciplina, hay un mecanismo extraño que hace que uno se refine en general. Hay como una especie de vasos comunicantes, pienso yo, que refinan todas tus facetas. Y, de ahí, que me choca que Miles Davis, que es, junto con Stevie Wonder, uno de los mejores músicos del siglo XX, su pintura no la veo a la altura de su música. Veo que es cómo si no hubiera conseguido refinar su pintura. En general, ha llegado el punto en que, cuando veo que un músico pinta, no le pido que lo haga bien.
P. Este viernes pinchas en Río Mundi, y pinta que va a estar hasta la bola. ¿Algo de nervio?
R. Sí. Esto de Río Mundi es algo nuevo. Yo, esté en la plaza que esté, juegue en El Bernabeu o juegue en El Arcángel, uno tiene que jugar como si entre el público estuvieran los dioses o los mayores entendidos. Siempre me pongo el listón muy alto. Y para mí el listón alto son David y Salas. Tengo comprobado que, si yo pincho para David y Salas, brillo.
P. ¿Por qué habiendo disc jockeys como David o Salas, Córdoba nunca ha terminado de dejarse seducir por la música negra?
R. No solo es Córdoba. Es que en España cuesta. Es que han sido muchísimos años de entender la música negra como algo un poco hortera. Vuelvo a lo mismo. La movida madrileña tuvo mucho efecto, y la modernidad era muy británica, muy de videoclip de los Cure.
P. Siendo los británicos muy amantes de la música negra.
R. Claro. En Londres hay una cultura negra increíble. Pero aquí estamos torcidos de esa manera y lo negro nunca ha terminado de cuajar y se ha quedado para un público más pequeño. Aquí tengo que recurrir a una frase que uso, no tengo una opinión formada. No logro saber por qué, teniendo todos los elementos que tiene la música negra, no termina de cuajar a nivel popular.
P. Supongo que afecta también el hecho de que muchos de los propios djs de música negra que tampoco han querido hibridarla con otros géneros modernos y populares, como puede ser el House o el Techno, que consideran menores. Eso en EE. UU. o en Europa no ocurre tanto.
R. Sí. Pero eso son interpretaciones. No es que no haya una música electrónica que no sea negra. El asunto es que en España hay tanta música negra que nos hemos saltado y no la conocemos... Es que hay que conocer cosas que son básicas. Por ejemplo, el Sonido P-Funk o el sonido Go Go de Washington. Es que hay palos, usando el símil flamenco, que son universales y que en España no se conocen. Y los djs de música negra tienen la obligación moral de dar a conocer aquello que es básico. Por ejemplo, yo en España me he dado cuenta de que en España, cuando se habla de divas del soul, se pasa de Aretha Franklin a Amy Winehouse. Y hay como un arco de 30 años, que parece que no ha existido el soul femenino. Así que, no es que no haya música electrónica de raíz negra interesante, es que hay que contar tantas cosas antes, que quizá lo que ocurra sea eso.
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