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La leyenda del lugar donde nada tiene final

Comparsa 'Soy leyenda'. | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Reivindicación, dosis de emoción y buenos toques de humor completan una gran segunda sesión de semifinales del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas

Que no tiene remedio, ni hay vuelta atrás. Que nadie lo puede evitar. La noche acaba, como todo en esta vida. Eso dicen, que siempre existe un principio y un final. Aunque no piensan igual unos ‘españolitos’ que están a punto de tomar un vuelo directo hacia sepa usted dónde. El telón esconde ya la sala de un aeropuerto en el que también los sueños alcanzan el cielo, un cielo cubierto de coplas. Las maletas guardan talento, un talento que da lugar a una historia legendaria. Ahí está el caimán; el de La Fuensanta, ¿cuál si no? Verde reptil que se presenta alegre y, sobre todo, deseoso de contar que es uno más en esta ciudad. “Mi sentimiento cordobés nunca jamás lo cambiaré”, cantó el ‘lagarto’ en que se transformó cada uno de los miembros del grupo de Fernando Abad, comparsa que defiende primer premio esta edición del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas. El símbolo de un barrio dibujado sobre las tablas, con el santuario en el forillo, el pocito a la derecha -visto desde el patio de butacas- y un puesto de campanitas, fue el encargado de abrir la segunda función de semifinales.

Lo hizo con buena música, voces afinadas y alguna que otra letra atrevida. Como la de su segundo pasodoble, dirigida al Gobierno y a la llamada ‘Ley Mordaza’. También tuvo su recado José Antonio Nieto, que “cuando se ha enterado de que ganó La callejera ha dejado sin música” las calles. De ‘La callejera’ de 2014 a un ‘Soy leyenda’ que también lo es Rafael Castro. El desaparecido autor volvió a protagonizar un buen puñado de letras en una sesión en la que la Comparsa de Fernando Abad lanzó una moneda al pocito para pedir algo que no falta en el Gran Teatro: “Pozo de los deseos, devuélveme los días de felicidad”. Felicidad como la que llevó al público la Chirigota de las Nenas, que también defienden primer premio. Pero no es eso lo que más preocupa a ‘Mi niño es un monstruo’ que quiso alzar la voz contra el cambio de actitud para con ellas tras el éxito logrado el pasado año. “Somos mucho más grandes que una mierda de concurso”, proclamaron después de recordar que el respeto no se ha de ganar, ya que “quien te quiere, te respeta”. Lo afirmaron en el segundo de sus pasodobles, tras un primero en el que valoraron a esas madres solteras que todo dan por su hijo. Niño, quizá no tuvieras padre, “pero te sobra con el amor y los dos huevos de tu madre”.

El patio de butacas respondió con ovación cada copla de una chirigota que pinta bien. Su tenebroso castillo se convirtió acto seguido en una selva llena de leones dispuestos a dar un zarpazo al poder. “Así, en contra de su ley, me visto como un rey del pueblo”, se presentó ‘La comparsa de los Reyes’. El grupo Ibáñez inició su propuesta de forma efectista y acertada, con una gran puesta en escena. Sus pasodobles fueron poesía. El primero, al amor y el miedo a lo que no se dice o hace, a lo que se pierde o deja de tener. Un amor que lo es menos cuando en la cama la ‘parienta’ está con el vibrador y uno cree que es el ‘avión fantasma’ lo que escucha. Después comenzó la ronda de chirigotas, pues tres actuaron una tras otra. La etapa la inició la formación de la ‘Koski’ en una boda con un particular ‘Ave María’. Pongan su melodía a esta letra: “Aquí hay María, huele a María, Dios te salve María, llena el teatro de gracia”. El aroma de ese cigarrito recogió la carcajada del respetable que antes había atendido a una magnífica tanda de pasodobles. Uno fue para Rafael Castro, que al carnaval es lo que el caimán a la Fuensanta, una leyenda sin final. El otro, para el padre de la ‘Koski’, fallecido. Emocionantes las dos letras de unas novias que estaban “hasta el ‘jigo’ de lechuguita” y demás por culpa de la dieta.

De una iglesia a otra. Llegaba el turno de los predicadores, que comenzaban la triple presencia pozoalbense en la sesión. Agradecieron ‘Los que tienen la palabra’ que el teatro contara con una mayor entrada que en su pase de preliminares, donde les tocó cerrar función y apenas tuvieron compañía. Puede que fuera eso lo que animara a los sacerdotes, que ofrecieron una muy divertida actuación. En su primer cuplé, retrataron la situación actual del fútbol español, ausente de malas palabras en los estadios. Otra cosa es que a uno le toquen la moral… Porque si viene Cristiano y se toca el escudo, “el Señor entendería si yo me cago en toda su -ya saben lo que aquí toca- madre”. Fue el popurrí donde lograron definitivamente activar al público, con Dios, que “él sí lo puede todo y no Rastreator”, caminando sobre las aguas. Concretamente, sobre cuatro garrafas de agua. “Estos pastores, que buenos somos, no madrugamos para que Dios ayude a otro”, cantó un grupo que obtuvo buena respuesta. Como la tuvo la Chirigota de Los Mayas, que en su última letra revivieron el ‘Soy cordobés’ con las palmas al unísono y bien tocadas por parte del respetable. Vestidos de terroristas islamistas, ‘Los que sí molan’ aseguraron ser talibanes, “pero del carnaval”. Una fiesta a la que desearon un largo y sano futuro en su segundo pasodoble, con una letra dirigida a la cantera. Y la cantera estuvo sobre el escenario junto a ellos.

El turno de las comparsas lo recuperaron ‘Los inmorales’, cuyo tipo era el de un sátiro. Una criatura obscena que “iba buscando una ninfa” y encontró “una sultana”. El grupo de seres de la mitología griega también tuvo para las instituciones: “Aquí se canta a la gente y la gente canta que engañan para ganar”. Después apareció un tal Christian Grey. Bueno, unos cuantos y acompañados de Anastasia. Era la segunda agrupación llegada del Valle de los Pedroches y se hacía llamar ‘Sombra aquí, sombra allá’. Tanto como 50 sombras. En su segundo pasodoble lanzaron un dardo contra la corrupción y demás vergüenzas actuales de España y solicitaron la necesidad de terminar “con esta plaga que invade nuestra sociedad”. De Pozoblanco llegaron también quienes cerraron la función de la leyenda, del caimán y de Rafael Castro. El escenario pasó a ser una terminal de aeropuerto, ‘La terminal’. De manera elegante defendió un gran repertorio esta comparsa, que tenía “otra maleta de talentos facturada”. El suyo fue el amargo canto a la realidad de un país que vuelve a saber de emigración. Porque hay quien se tiene que marchar para buscarse las habichuelas y que desea volver para ver a su tierra “con libertad, optimismo y dignidad”.

Mientras tanto, a la espera del vuelo, se reivindicó tanto lo primero como lo segundo. Un pasodoble versó sobre el terrorismo islamista y el ataque a Charlie Hebdo -por cierto, “Je suis Charlie”-. El otro arrancó con el ascenso del Córdoba: “El arcángel nos presta sus alas para volar”. Sin embargo, continuó con otro mensaje mucho más significativo, porque la ciudad -y la provincia- “también merece ser de Primera en todo lo demás”. “Vente para la terminal, porque aquí nada termina, todo está por empezar”, cantó en su estribillo este grupo. Y en efecto, nada acaba, por mucho que la noche del sábado se marchara. La legendaria historia del carnaval continúa.

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