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Josefina Molina vuelve a hacer historia: primera directora en recibir el Premio Nacional de Cinematografía

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Marta Jiménez

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“La acción transformadora del mundo y de la realidad que han puesto en marcha las mujeres ya es irreversible por mucho que tardemos y por muchos palos que nos pongan en las ruedas. Y el cine será una de nuestras mejores armas”. Son palabras de la cineasta Josefina Molina (Córdoba, 1936) al finalizar su discurso tras recoger el Premio Nacional de Cinematografía este sábado en el Festival de San Sebastián.

Ha sido la primera vez que una directora española se alza con este galardón, un hecho en el que Josefina Molina también ha sido pionera representando a una generación de cineastas con las que “se ha saldado una deuda de reconocimiento”, en palabras del ministro de Cultura, José Guirao. Una gran e inusual ovación ha recibido a la directora a su llegada a la terraza del Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera, escenario del acto.

Nacida durante la Guerra Civil en el barrio de San Pedro -en la calle Gutiérrez de los Ríos número 20-, fue una niña que soñó con ser directora de cine para “romper con la inercia” de las tareas del hogar que la vida reservaba a las mujeres de su época. “Esa niña tuvo suerte y ahora esta anciana recoge este premio importantísimo”, expresó.

Con 23 años se marchó de Córdoba, donde había creado una compañía de teatro, a estudiar a Madrid “porque quería ser directora de cine sobre todo y ante todo”. Acabó siendo la primera mujer licenciada en dirección cinematográfica en la antigua Escuela Oficial de Cine.

Molina ha confesado en San Sebastián que la luz de tu tierra “la llevas donde quiera que vayas y la buscas en cada rincón”, aludiendo a cómo los paisajes de su infancia, de la sierra cordobesa, el Cañito Bazán o los alrededores de Medina Azahara han influido en su estética. Una estética que su amigo y director teatral José Carlos Plaza, “uno de esos hombres del futuro en aquella época”, ha definido como “llena de un rigor inapelable y de honestidad”.

El ministro de Cultura ha confesado cómo la película Función de noche (1981) no se le ha borrado de la mente desde que la vio por primera vez. José Guirao ha destacado los programas de Estudio 1 que dirigió Molina en RTVE, la serie Teresa de Jesús (1984) y películas como Vera, un cuento cruel (1973) o La Lola se va a los puertos (1993). También ha recordado “la sólida carrera literaria” de Josefina, llena de ensayos y novelas. José Carlos Plaza la había definido previamente como “mujer del Renacimiento ” o “pensadora de la palabra”.

Guirao ha aludido asimismo a la creación de CIMA, la asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, de la que Josefina fue fundadora y ahora es presidenta de honor. Muchas de estas cineastas han acompañado a la directora en el acto levantando sus abanicos rojos cuando Molina se ha acordado de las 43 mujeres asesinadas este año por la violencia machista -“¿cómo podemos vivir con esta aberración”- o al referirse a una batalla que continúa librando porque haya más mujeres en los puestos directivos del sector audiovisual, “para que estemos representadas con equidad”.

Molina cree que los derechos de las mujeres vuelven a estar “amenazados” tras años de lucha feminista al encontrarnos “con algo que no esperábamos, el rechazo malintencionado y vergonzante a normalizar en la sociedad lo que la Ley de Igualdad aprobó en el parlamento. Las luces rojas se han encendido”.

La directora Patricia Ferreira, compañera de CIMA y amiga y cómplice de la premiada, también le ha dedicado unas palabras en las que le ha agradecido su “valentía” en unos tiempos que no fueron “nada fáciles” para las mujeres y mucho menos para las que se dedicaban al audiovisual. Entre el público la han aplaudido directores como Manuel Gutiérrez Aragón o Juanma Bajo Ulloa, además de los directores de los festivales andaluces de Málaga, Huelva o Tarifa.

Josefina Molina representa la paradoja cordobesa. Una ciudad que ha puesto poca energía en la cultura contemporánea y mucho menos en la cinematográfica, pero que sigue dando al mundo hijos ilustres que un buen día hubieron de abandonarla para llegar a serlo. De hecho, por más que haya pasado más de medio siglo desde que ella se convirtiese en la primera mujer en estudiar cinematografía, hoy cualquiera con sus mismos sueños se encontraría en una situación muy similar.

“Sigue habiendo muchos obstáculos y mucha inercia. Nací en la guerra y vivi 40 años de dictadura. No quiero volver a vivir eso”, sentencia la cineasta, que sigue volviendo a Córdoba, aunque ya no tenga casa aquí, para ver a sus amigos.

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