Isaac Rosa: “Hemos interiorizado tanto el modelo 24/7 que buscamos ganarle horas al día quitándoselas a la noche”
Con Las buenas noches, Isaac Rosa aborda un territorio poco transitado por la ficción: el sueño y, sobre todo, su ausencia. A partir de su propia experiencia con el mal dormir, el autor construye de nuevo una historia que entrelaza lo íntimo y lo social para ofrecer, en última instancia, una mirada lúcida sobre cómo vivimos y descansamos (o no).
El autor, que hace unas semanas estuvo en Córdoba presentando la versión cinematográfica de Feliz final, ha pasado este domingo por la Feria del Libro de Córdoba acompañado de la escritora Azahara Palomeque. Antes, ha charlado con Cordópolis sobre este nuevo libro, en el que se propone un viaje a través del insomnio, pero también una exploración sobre el modo en que el sistema económico y tecnológico invade incluso nuestras horas de sueño.
Podemos mirarnos como sociedad observando cómo dormimos
PREGUNTA. Las buenas noches trata un tema del que, curiosamente, no hay tanta ficción como un o podría imaginar.
RESPUESTA. Sí. Hay mucho diario, mucho ensayo también, mucha autoficción de gente que duerme mal, pero es verdad que no encontré mucha ficción, mucha novela. La novela nace de mi propio mal dormir. De una temporada en la que yo dormía mal, y eso hace que empieces a preguntarte por qué duermes mal, pero también empiezas a ver las posibilidades narrativas de escribir sobre el dormir, sobre el no dormir, sobre el no poder dormir y el no querer dormir, sobre nuestra relación con el sueño. Entonces, la novela surge de mis malas noches, esas en las que yo empiezo a pensar en una posible novela, en la que va surgiendo una posible historia que contar, la de estos dos protagonistas. Y es ahí cuando empiezo, además, a ver que todo lo que tiene que ver con el dormir, con el sueño, te permite mirarnos como sociedad. Podemos mirarnos como sociedad observando cómo dormimos.
P. Una de las cuestiones más curiosas del libro es cómo traslada ese estado de insomnio también al estilo.
R. Claro, cada novela tiene detrás una búsqueda formal sobre de qué manera contar una historia. Y a mí me gustan aquellas formas que, digamos, se imbrican con el fondo. Es decir, donde no está el tema, por un lado, y la forma en que está escrita por otro, sino que la forma es parte del tema. En este caso, se trataba de escribir una novela en la que la propia escritura y, por tanto, la propia lectura, hablara ya del insomnio, reproduciendo en la escritura el proceso mental de alguien que no puede dormir, reproduciendo el tipo de discurso propio de la noche, de alguien que no puede dormir y que está pensando, recordando, fantaseando, intentando contar o recontar otra vez la misma historia. Yo buscaba que fuera una lectura que te transmitiera como si estuvieras dentro de la cabeza de un insomne.
P. Se habla más del trastorno del sueño, pero no tanto de la falta de sueño como enfermedad mental, que no sé si es el siguiente paso. Supongo que, al hacer esta novela has dado con mucha gente que realmente sufren este tipo de problemas en su día a día.
R. Bueno, hay gente que está diagnosticada, hay gente que tiene insomnio u otros trastornos del sueño, pero luego hay una mayoría de población que no está diagnosticada, que a lo mejor no ha ido al médico, o que, incluso si fuera al médico, no lo considerarían insomnio, porque a lo mejor no tiene continuidad. Gente que, en cualquier caso, tienen problemas para dormir. Es decir, hay un malestar extendido que hace que la gente no duerma las horas suficientes o no descanse bien. Y creo que ese malestar que no nos deja dormir tiene que ver con problemas sociales, con la vida que llevamos, con un modelo de sociedad.
P. Claro, es curioso, porque a lo mejor cualquiera pensaría: “No, todo esto del scroll infinito, las pantallas, la incapacidad de prestar atención afecta”. Pero en realidad esto va mucho más atrás, es un sistema que viene desde hace muchos años.
R. Las pantallas y el scroll son parte del mismo sistema. Es decir, cuando hablamos de las pantallas y de las redes sociales y de todo eso, sabemos que no es que nos quite el sueño como un efecto secundario, sino que está diseñado para quitarnos el tiempo, los datos, la atención y el sueño también. Pero forma parte del mismo sistema. Cuando hablamos de las pantallas y de las redes sociales, hablamos como si fuera un fenómeno de la naturaleza, como algo sobre lo que no podemos actuar, que es algo a lo que podemos adaptarnos, resistir como podamos. Sin embargo, forma parte del mismo sistema, del mismo modelo de sociedad, del mismo modelo económico, del mismo modelo tecnológico, en este caso. Entonces, claro que es una de las cosas que nos quita el sueño y también es una de las cosas que podríamos intentar cambiar.
P. Se habla mucho de que la mejor almohada es una conciencia tranquila, pero tu libro viene a tirar eso al suelo.
Somos una sociedad que necesita productos para dormir mientras también consume productos para estar más activo y despierto
R. Bueno, eso es un tópico, ese que dice que el que tiene la conciencia tranquila duerme bien. Todos conocemos ejemplos de lo contrario, de gente completamente impresentable que no debería dormir y, sin embargo, duermen.
P. De hecho, cuando uno se hace adulto -o cuando se convierte en padre-, descubre que la conciencia no juega ningún papel en el sueño.
R. Cuando fuiste padre te diste cuenta de lo falsa que es esa expresión de dormir como un bebé. Miqui Otero que me presentó en Barcelona, comentaba eso mismo: “Si hay algo que no duerma como un bebé, es un bebé”. Los bebés no duermen como un bebé, los bebés son terroristas del sueño.
P. Y luego también está esta propaganda de la gente que dice: “Yo con cinco horas duermo suficiente para aguantar el día”.
R. Claro, está instaurada en una parte de nuestra sociedad esa idea de no querer dormir, de interiorizar un modelo de sociedad de 24 horas, siete días a la semana, en el que parece que tenemos que estar todo el tiempo activos, y despiertos, y productivos, y consumiendo. Y eso lo acabamos interiorizando y buscamos ganarle horas al día ganándoselas en la noche. Al final nos acabamos convirtiendo en una sociedad de extremos en la que, al mismo tiempo que consumimos masivamente productos y fármacos para dormir, consumimos masivamente también excitantes y productos para estar despiertos y activos. Eso dice mucho de nosotros como sociedad.
P. ¿Cómo se relaciona esta novela con Feliz final? Porque en Feliz final también contabas cómo el sistema se había colado en las relaciones. Y aquí, pues, cómo se cuela en la cama.
R. Claro, bueno, en cierto sentido, esta también es una historia de amor. O sea, yo quería describirla como una historia de amor extraña, de una pareja que lo único que hacen es dormir juntos, que no tienen sexo, que tienen una relación en la que parece que no hay deseos, sino que lo que hay es sueño. Y, por otro lado, yo veía en esta novela, igual que en Feliz final, la posibilidad de que, mirando algo aparentemente tan íntimo como era el amor en aquel caso, o como es el dormir en este, poder vernos como sociedad. Muchas veces, para vernos y para contarnos, solemos mirar desde la economía, desde lo social, desde lo cultural. Pero hay veces que mirando a lo más íntimo, en este caso el dormir o la forma en que nos amamos, o la misma forma que si miráramos a la forma en que criamos a nuestros hijos, por ejemplo, pues dice mucho de nosotros como sociedad. Creo que es un sitio desde donde observarnos.
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