Gata Cattana, la voz quebrada a punto de explotar
A Ana Isabel García Llorente la llamaban Gata por sus ojos. Por esa mirada felina en la que le bailaban los colores según la hora del día. Eran más verdes, como la Andalucía que ella adoraba, a medida que se hacía de noche. Normalmente, también de un modo bastante felino, Gata escribía a esas horas, en plena vigilia.
Probablemente en la quietud del cielo estrellado de Sierra Morena, o quizá fuera en la noche del Albaicín, aquella gata escribió unos versos: “Y dejarte ir / como si nada, como todos / (poetas o no) / hacia la larga / y aburrida / eternidad”. Aquellos versos acabaron en La Escala de Mohs, el único libro que editó en vida Ana Isabel García, Ana Sforza, Gata Cattana.
Lo autoeditó ella misma a través de un proyecto independiente. No es que necesitara la opinión de ninguna editorial, porque los textos que escribía por las noches, a la mañana siguiente ya no eran suyos, sino de quiénes la rodeaban: su madre, su familia, sus amigos. Y porque por aquel entonces ya había descubierto el slam poetry y, como relata su madre, había dado con que “la poesía era algo vivo”. Gata cazó un ratón cuando descubrió eso, aunque ya era una escritora compulsiva desde pequeña.
Su madre, Ana Llorente, la describe como una niña con “muchísimas inquietudes y que se hacía muchísimas preguntas”, una adolescente que encontró en los libros las respuestas y en la poesía el medio para no guardarse nada. La joven Gata tenía cuadernos por todos lados y, aunque “cantar le encantaba, escribir era su pasión”.
“Ella me decía: Mamá yo sería la más feliz del mundo si mi única ocupación fuese escribir”, recuerda Llorente, que revive con todo lujo de detalles anécdotas como cuando viajaban desde Adamuz a Córdoba y su hija, “en vez de ir de tiendas, lo que hacía era ir a la Librería Luque o a la Casa del Libro”.
Holden Centeno: “Tenía unas tablas de escritora brutales”
La importancia que Gata Cattana le dio a los libros se nota en su poesía y en sus textos. Eso lo tiene claro Holden Centeno, la persona que ha estado detrás de la reedición de La Escala de Mohs. Centeno conoció a la madre de la artista cuando ésta acudió a la gala de los Premios de la Música Independiente (MIN) para recoger el premio que había ganado su hija al mejor disco de rap de manera póstuma por Banzai. Allí, Ana Llorente expresó su deseo de que la voz de su hija “no muriese nunca”. Y Holden se vio, casi sin quererlo, empujado a formar parte de este deseo.
“Es un tópico, pero es que ha sido cosa del destino”, señala Centeno, que, tras quedar impactado con las palabras de Llorente y profundizar en la música de Gata Cattana, dio con el único libro que había editado la artista. “Me voló la cabeza. Tenía una calidad literaria brutal. Cómo usa los referentes, a los autores a los que cita y a los que se remite... Tenía unas tablas de escritora brutales”, explica el escritor, que contactó con su madre y le pidió permiso para publicar el libro “en una editorial grande”.
Llorente dijo sí y La Escala de Mohs se ha acabado publicando estos días en la colección Verso&Cuento de la editorial Penguin Random House, una de las más potentes del mundo, y que no dudó ni un segundo. Él y su agencia de autores Dispara han hecho además todo el trabajo de manera altruista, sin cobrar por poner la obra de Gata Cattana accesible para un público más amplio.
Llorente, por su parte, considera la reedición del libro como una oportunidad importante para que su voz llegue a todos los rincones del mundo. “Últimamente, a través de las redes sociales, se están poniendo en contacto con nosotros muchísima gente de Sudamérica que la sigue y que la quiere. Y me parecía importante que su trabajo lo conociera cuanto más gente mejor y que no se quedara dentro de nuestras fronteras”, afirma la madre de la poeta, que reconoce que le molesta que haya gente que piense que es de Granada o de Madrid.
“Ella llevaba a su ciudad arraigada en las entrañas. Era una andaluza de pro y le encantaba su acento andaluz. Le reventaban los estereotipos estos de ñoños y graciosillos, porque pensaba que Andalucía tiene una cultura increíble desde hace siglos”, remarca su madre.
La ausencia y el vacío
El 2 de marzo de 2017, dos días después de haber estado celebrando el Día de Andalucía, una joven poeta de ojos felinos de Adamuz muere en Madrid. Tenía un libro recién publicado y un disco de rap (de esos que ahora se llaman gamechanger -capaces de cambiar las reglas-) a punto de ver la luz. El futuro era brillante para la chica que una noche escribió en un cuaderno: “Cuando me dieron a elegir / entre la gloria o la paz / yo ya lo sabía / hubiera elegido lo segundo”.
Tampoco pudo elegir pero acabó teniendo la gloria. Gata Cattana acabó siendo un símbolo. Un año después de su muerte, miles de mujeres salen a la calle a celebrar un 8 de marzo histórico y, entre las proclamas, en las pancartas, en el recuerdo de muchas de ellas, de las más jóvenes, brilla una ausencia: La de aquella poeta de ojos felinos que murió en Madrid.
Su compañera de piso de entonces recuerda que Gata vivía el feminismo con total normalidad, sin aspavientos. “Sobre todo hablábamos de cómo no tendríamos que ser”, recuerda Irene, que señala que la artista siempre se sintió bastante cómoda en entornos tan masculinizados como el mundo del rap.
Irene había coincidido primero con Gata en Granada, donde no eran compañeras de piso, pero sí de bloque, y donde la había visto “darle la vuelta a todos” cuando iban a rapear a la terraza del edificio. Luego, un tiempo después, Gata la llamó y le dijo que se fuera para Madrid y allí vivieron juntas desde octubre de 2016 hasta febrero de 2017. La última vez que Irene vio a Gata fue el 28 de febrero de aquel año.
Desde entonces, todo ha sido una cuestión de aceptación, pero no de ausencia. “Yo el vacío no lo he superado, pero no lo considero vacío, sino que se me han llenado cosas”, dice Irene, que remata: “Se trata de aceptar que tenía que ser así, y que, por lo menos, ha dicho bastante. Aunque hay muchas cosas que podía decir y que no dijo”.
La Gata se fue antes de que todo el mundo le ronroneara. “Yo cuando hablo con su madre, ella siempre dice que Ana estaba a punto de explotar y llegar a todo el mundo”, lamenta Holden Centeno, que dice que Banzai es “un claro ejemplo de que hoy podría estar muy arriba”.
“Cuando yo la veo, veo luz, veo futuro”
Este día de Andalucía, no pocos muros de Facebook y Twitter, y stories de Instagram se han llenado de Gata Cattana, de sus canciones y sus versos. Como aquella en la que rapeaba: “Nosotros venimos de Yerma / de Bernarda Alba / con los saquitos de piedra en la espalda / nuestros abuelos no saben leer, nosotros empeñaos en contarla”.
Uno de estos muros es Eterna, Documental Gata Cattana, la página que ha creado el realizador de esta película, Juan Manuel Sayalonga, para informar de los avances del film, que se encuentra en proceso preproducción y con un Crowdfunding en marcha para lograr la financiación que le consiga un estreno digno de la artista a la que retrata.
Sayalonga cuenta para ello con dos cosas básicas: El apoyo de Ana Llorente y un montón de material inédito de la Gata: “Ensayando, rapeando con colegas, en el pueblo, y mucho material inédito, de la escuela de Slam poetry”, detalla el realizador, que ratifica que Gata “no era nada tímida, ni en las grabaciones, ni en la vida”.
“Cuando yo la veo, veo luz, veo futuro, para mí ella ha sido una referencia de lo que es el feminismo y la cultura andaluza”, señala Sayalonga, que, cuando se le pide una anécdota, dibuja a Gata Cattana cantando en medio de la calle, en pleno Barrio del Albaicín, sin importarle la gente, sin que importara que fueran “cuatro o cuarenta”.
A la luz de esa historia, es fácil imaginarla disparando los versos escritos a la luz de un flexo. En una noche estrellada o cerrada, en el Albaicín o en Sierra Morena. Como aquella noche en la que quizá garabateara por primera vez en un cuaderno los versos de Tu oficio, poeta: “Merecerte la vida / hasta tal punto, / que tu muerte parezca / una injusticia”.
0