Cantan, miran, laten alto los poetas cordobeses
La final del Concurso de Carnaval ofrece una magnífica función en la modalidad de comparsas, en la que se impone ‘Piedra Escrita’ | ‘La gran fiesta’ vuelve a hacer vibrar al Gran Teatro
Cantan, miran y sienten. Y cuando lo hacen ni siquiera parece que están solos. Porque no lo están. Tienen la compañía y el aplauso de quienes les escuchan, les devuelven la mirada y gracias a ellos se emocionan. Pero, ¿qué cantan los poetas cordobeses de ahora? Escriben y pronuncian letras apasionadas, unas cargadas de sentimientos y otras de crítica; unas de contenido social y otras de reivindicación. Son agua viva, “limpia y clara”. Encuentran su inspiración en una fuente de sabor añejo de San Agustín, entre los papeles de la mesa de cualquier redacción o en un taller de joyería. Se alimentan en el comedor de la sociedad y redescubren la magia de la luna. Al final, todo es un absoluto festival del que disfrutan los que más allá de las tablas prestan toda su atención. Los poetas están de vuelta. Cada año regresan por febrero, aunque éste comience en enero. Las sensaciones vuelven a salir a escena. También en la última función, que no la noche última. El Gran Teatro echa el telón para el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC), pero entre sus muros, en el patio de butacas y en sus pasillos las coplas todavía suenan. Como lo harán por las calles de Córdoba los próximos días.
Cuando el reloj marcaba las nueve de la noche de este viernes, “el comedor ya se abrió a bombo y caja”. El poeta mira con ojos de hombre, como escribiera Rafael tiempo atrás, por eso sabe ver. Las necesidades son cada vez mayores en España, pero no existen en ‘El Comedor’ de Marcos Monje, Juan Jesús Muñoz Suso y Julio Horcas Julito. Su grupo abrió no sólo la lista de comparsas que aparecieron en la final del COAC, sino también la noche. Lo hicieron de manera muy especial, con el homenaje a un ilustre del Carnaval cordobés. “Yo nunca tuve la suerte de medirme a tu comparsa […] nunca tuve la suerte de disfrutar tus palabras, pero pude conocerte por lo que a mí me contaban”, le cantó esta agrupación a Paco Luque, que lucha contra un cáncer. El carnavalero recibió la calurosa ovación de todo el teatro desde el anfiteatro. “Hoy te quiero dedicar, para ayudarte a luchar, todas mis fuerzas”. A cambio, el deseo de que vuelva a las tablas. En su segundo pasodoble, estos hombres desfavorecidos, pidieron respeto y justicia dentro del COAC. “No me tiembles hoy al dar los premios”, solicitaron al jurado.
Tras un buen menú de coplas llegó el momento del mejor postre posible. El telón subió y tras de él no había agrupación alguna. O sí, la agrupación de la historia, de una parte importante del DNI del Carnaval de Córdoba. Un buen puñado de compañeros y de amigos quiso ofrecer su homenaje a otro ilustre. En este caso se trataba de Miguel Amate, quien recibió de manos de la alcaldesa, Isabel Ambrosio, el Micrófono de Oro. El reconocimiento que cada año entrega la asociación Pasión por Córdoba, presidida por Rafael Alonso Butelo, recayó de esta forma en la figura de tan insigne autor, que además regresó este año al Gran Teatro. Después de recoger el galardón, sonó el “Soy cordobés” en el principal espacio escénico de la ciudad.
El poeta llegó también desde Pozoblanco. De nombre Juan Bautista Escribano, vistió una vez más de elegancia y sutileza a su comparsa de periodistas. Esos que tienen “tolerancia cero a la resignación”. Esos que con pecho de hombres sienten, como escribiera el genio del Puerto de Santa María, y lo muestran con buena letra y mejor voz. Esos que trajeron al Gran Teatro el reportaje de orgullo de su tierra natal, que no deja de ser Córdoba, pero que no está en la capital. Contaron de la ciudad de la Mezquita-Catedral que es esa ciudad en la que el visitante “a la hora de marcharse sabe que mereció la pena”. Pero hay mundo más allá y no muy lejos, como la provincia. Como el Valle de los Pedroches. “Al disfrutarlo verá lo que usted se ha perdío […] no tiene que dar las gracias, está usted invitado”, cantaron estos reporteros en una gran reivindicación del resto de municipios cordobeses. La sensibilidad creció en su segundo pasodoble, en el que hilaron a la perfección el sentimiento de lo que supone juntar letras y narrar historias con una de ésas que resultan dolorosas. “Llevo este oficio en las venas y si quieres escucharme, dejame contarte lo que no quieres que te cuente”. Hablaron sobre ese niño que dejó en sus letras la desesperación antes de quitarse la vida. “Lo has visto en la portada, pero ningún periodista hubiese querido contarla”. Puede creer el lector que es cierto.
De la provincia regresó en la final otro poeta, el que busca cada letra en las joyas o una joya busca generar con sus letras. Con palabras de Leio Salazar, la comparsa ‘Filigrana’ realizó una vez más su declaración de intenciones sobre las tablas del Gran Teatro. “Vendo oro para que reluzca mi Carnaval”. Relucieron los sentimientos en su primer pasodoble, un hermoso canto a la vida y el aliento necesario a esa flor que “es tan bonita de sol a sol”, se llame como se llame, siempre que tenga nombre de mujer. “Hoy al cáncer se le acaba el tiempo y del pecho un sol nacerá”. Poco más se puede decir. Que esa maldita lacra no calle la voz de las mujeres, que sus corazones galopen como los versos del gaditano. En el segundo de la tanda, reivindicaron la fiesta y a quienes la sienten. Pero sobre todo reprocharon la falta de apoyo que el Carnaval tiene por parte del Ayuntamiento, sea del color que sea. “Más intención y atención para nuestros carnavales, que son la pasión de la gente que mantiene esta ciudad”.
En el brillo de la luna encontraron su inspiración los licántropos, que no son los malos del cuento. Con voz de hombre cantan más que aúllan los lobos de Rafa Cámaras, que volvió a recordar sobre las tablas del Gran Teatro aquello de que “ya es hora de lucha y rebelión”, pues “el cordero en lobo se convirtió”. Y vaya sí pugnó la penúltima comparsa de la noche, como hiciera el escritor a través de sus textos. “Hoy ya no puedo callarme, hoy me hierve el corazón”. Sacaron las garras y enseñaron los dientes al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. Fue a cuento de su carta pastoral acerca de la fecundación in vitro. “Pa usted es un aquelarre si no puedes tener hijos […] la felicidad de unos padres se la pasa usted por el forro de su sotana”. “De qué va a dar lecciones”, aullaron para concluir que “la Iglesia que usted que gobierna es corrupta y blasfema”. En su segundo pasodoble, Cámaras recordó el Carnaval de su infancia, junto a su padre, también carnavalero de importancia. Y sobre todo al espíritu de entonces: “Qué penita me da ahora tener que ver las calles vacías”. Para progresar habría que volver “al Carnaval más puro y honesto, al que antes se hacía”.
Y que nadie olvide: “Su canto asciende a más profundo cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres”. Lo escribió aquel señor que necesitó el paso de décadas para regresar al hogar. Canta la comparsa como escribe su autor. El poeta que llega de la ‘Piedra Escrita’, el que regresa aunque nunca se marchó. Miguel Amate estuvo y está, como el pregonero del Carnaval de 2016, Pepe Martínez, a quien dedicó su primer pasodoble. “Él también es fuente, yo bebí su agua, aunque apenas éramos unos chavales […] cambió mi vida, pues son 35 años de hacer Carnaval”, cantó el grupo de Amate, “aquel chiquillo que quería ser coplero” y en el que confió Martínez. En el segundo de la tanda, esta comparsa que suena a Córdoba sin más habló sobre la terrible situación de los refugiados de la guerra. “He visto en sus gestos el abatimiento, he visto la pena por dejar su casa, he podido verlos llorando de miedo y por más que quiera no olvido sus caras […] caras de padres luchando por la salvación”. Pero también vio “la cara a quien los echó” y “son caras de religiones imponiendo su deseo”, advirtió esta ‘Piedra Escrita’ recordando que antes hubo alguna Fe, quizá la que perfectamente es conocida por estos lares, que también tuvo que huir.
Antes que el poeta de ‘Piedra Escrita’ apareció sobre el escenario el que llegaba de Espiel, con un festival que agradeció una vez más el Gran Teatro. Pregunta todavía Rafael, porque escrito está, en su balada si ya no queda “¿quién mire al corazón sin muros del poeta?”. Ángel Nevado se abrió el pecho, con la ayuda de David Amaya Agüito, con un segundo tango que dedicó a su mujer, fallecida un año atrás. “La recuerdo, que era casi una niña, cuando nos conocimos, y nada nos separó”, relató ‘La gran fiesta’ antes de recordar que “se levantaba muy temprano los domingos de carnavales” para llevar a sus hijos a la fiesta. Fiesta volvió a ser el principal espacio escénico de la ciudad gracias a esta agrupación, que en su primer tango comenzó a hablar de terrorismo antes de señalar que existe otro mucho más cercano, el de la violencia del hombre sobre la mujer. De los machos que en realidad son cobardes dejaron muy bien dicho que algunos se creen “los amos de una criatura”, cuando “son una auténtica dictadura, basura, basura, basura”.
No se preocupe Alberti, ese Rafael del Puerto de Santa María que hiciera galopar con sus versos y que escribiera aquello de “cantad alto […] mirad alto […] latid alto” (“Balada para los poetas andaluces de hoy”). ¿Qué cantan los poetas cordobeses de ahora? Son coplas de Carnaval y no están solos. No lo estarán mientras mantengan viva la llama de la fiesta con su pluma.
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