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Gabi Delgado (1958-2020) había estado preguntado por ella a sus amistades del Berlín de mediados de los años 80. Se habían conocido a través de una amiga en común seis semanas antes, en un bar de Potsdamer Straße, pero apenas habían cruzado palabra. Y un día, como de la nada, el timbre sonó, Saba Komossa abrió la puerta de su apartamento y ahí estaban los profundos ojos negros de Gabi Delgado, el músico cordobés, pionero del punk en Alemania como impulsor del grupo D.A.F. (Deutsche Americhanische Freundschaft).

Este episodio clave en la historia de amor de Gabi Delgado y Saba Komossa lo cuenta esta última. Y es la primera vez que lo hace a un periodista. A menudo, la figura de esta cantante, poeta y performer ha quedado eclipsada por la de Delgado, un músico tan legendario e innovador que nunca perdió tiempo desmintiendo los mitos que se construyeron a su alrededor. Un creador único, cuya trayectoria hubiera sido distinta de no haberse enamorado de Saba Komossa, con la que convivió 11 años, a caballo entre dos décadas clave en la historia de Alemania, los 80 y los 90.

Junto a aquella mujer, Delgado inició su etapa techno, que despegó oficiosamente con la publicación, en 1987, de The Gun/Program It, un EP firmado como D.A.F., compuesto junto a Klaus Jankuhn, y considerado por algunos expertos el primer disco techno alemán. Aquel trabajo ya contó con Saba Komossa en las labores de diseño y constituyó una especie de prólogo de su alianza creativa. A partir de entonces, alumbraron varios proyectos seminales en la historia de la música electrónica berlinesa, la ciudad que hoy se ha convertido en La Meca de los amantes del techno y el house.

Pero siempre fueron un dúo, no un proyecto de Gabi Delgado con una cantante alemana de nombre y rasgos exóticos. “Yo nunca fui una Yoko Ono”, se apresura a aclarar por teléfono desde Berlín Saba Komossa. Poco después, reconocerá que muchos periodistas han ignorado su contribución en proyectos como Delkom, 2 German Latinos o Futur, nombres con los que ambos firmaron una docena de discos y un LP dispersos en varios sellos, publicados entre 1988 y 1994, y que supusieron una mirada innovadora al género de baile que acababa de nacer. El suyo era un curioso cóctel de new wave, EBM, techno y house, que algunos catalogan como new beat, una etiqueta que, en su caso, se queda muy corta.

Una foto en un fanzine

Pero su historia comenzó incluso antes. Saba Komossa, cuya familia proviene de Baden-Baden, una localidad en la frontera entre Alemania y Francia, recuerda que la primera vez que vio a Gabi Delgado fue en la primera mitad de los años 80, años antes de mudarse a Berlín. Ella ya andaba metida en la escena punk y en la Neue Deutsche Welle (la nueva ola alemana) en la que brillaron como un enorme meteorito los D.A.F. Y cuenta que un día, en la portada de un fanzine llamado Spex, vio una foto de aquel cordobés que había emigrado a Düseldorf y que, ya por entonces, tenía estatus de leyenda gracias a su proyecto de punk electrónico junto a Robert Görl.

“Recuerdo que lo vi en la revista y pensé: Oh Dios mío, es tan lindo. Es absolutamente mi tipo, qué pena que se haya mudado a Londres”, cuenta Komossa sobre aquel prólogo de la que, años después, se convertiría en la relación más larga de su vida. Una relación que se inició cuando aquel tipo que vio en una portada y en un bar se plantó en su apartamento, pasaron la noche juntos charlando y bebiendo, y éste le confesó que había estado seis semanas preguntando por “aquella mujer con el pelo negro y los labios rojos”.

Desde aquella noche, no se separaron hasta once años después.

A finales de los 80, Gabi Delgado había vuelto de Londres y se había asentado en el Berlín dividido, aquella urbe partida en dos que no tardaría en reunificarse y en convertirse en una ciudad “pobre pero sexy”, como dijo uno de sus alcaldes. En los últimos años de esa década, el muro que todavía separaba un Berlín del otro también era una barrera cultural. En cuanto a clubes, la cosa estaba muy poco explotada en la zona occidental, con una discoteca de referencia, el Dschungel, el club favorito de David Bowie e Iggy Pop, y donde pinchaba una figura esencial para la escena electrónica alemana: Maximillian Lenz, que ha pasado a la historia como Westbam, padrino del house en el país, fundador del sello Low Spirit y e impulsor del festival Love Parade.

Komossa recuerda que, cuando ella y Gabi se conocieron, el cantante de D.A.F. ya estaba totalmente seducido por el sonido que llegaba desde Chicago y Detroit, aquel house y techno afroamericano de artistas como Frankie Knuckles, Ron Hardy, Dj Pierre o Juan Atkins, hecho con equipos electrónicos sencillos y que causaba efectos singulares en las pistas de baile. Delgado estaba, de hecho, en su salsa.

La conexión Detroit-Alemania es una especie de circulo visioso entre dos fuerzas creativas que se retroalimentaron: el sonido alemán de bandas como Kraftwerk o D.A.F. tuvo una gran influencia en el nacimiento del techno en Detroit. Y éste sonido afroamericano volvió de nuevo a Europa para cambiar de arriba a abajo la música que construyó la identidad de Alemania en las siguientes décadas. De algún modo, Delgado, un cordobés emigrante, politizado e hiperactivo, se las apañó para estar en ambos lados de aquel círculo.

El primer tema original del sello de Westbam

A finales de los 80, Delgado se había convertido en pinchadiscos bajo el alias Dj Spanish Fly y pronto trazó relación con Westbam, al que convenció para que escuchara la música que estaba produciendo con aquella mujer de pelo negro y labios rojos. “Comenzamos a producir juntos bastante pronto, tal vez medio año después de conocernos, o algo así. No es como ahora, que se hacía en casa. Teníamos que ir a un estudio a hacerlo. Y yo no estaba metida en la electrónica en ese momento, así que aprendí de él. Pero sí tenía una banda analógica llamada Temple Fortune, un proyecto rockero de espíritu muy punk; todos éramos autodidactas”, recuerda Saba Komossa.

Con el mismo espíritu, aunque rodeados de máquinas en vez de guitarras, surgió su primer tema juntos. Lo grabaron en febrero de 1988, de nuevo junto a Klaus Jankuhn, y se publicó dos meses después, el 21 de abril. Se titulaba One good night on Hi (traducido libremente como Una buena noche de euforia), y lo firmaron bajo el nombre 2Hard Out on Hi. Era una canción iconoclasta (demasiado oscura para el synth pop, demasiado sincopada para ser techno), con extractos en español y otros en inglés. En su versión club se iba hasta los 11 minutos. One good night on Hi acabó siendo el primer tema original publicado por el sello Low Spirit, por apenas unas semanas de diferencia respecto a Disco Deutschland.

En este punto, un inciso: Low Spirit está considerado el primer sello de música de baile underground de Berlín. Detrás de él estaba Westbam, que un año antes de editar el One good night on Hi, había vendido más de 2 millones de discos con su remix al tema We love Some Pussy. Es decir que, si tomamos como fuente a Discogs, que es la mayor base de datos fonográfica del mundo, el primer tema original de este sello pionero en la escena berlinesa lo firmaron Saba Komossa y Gabi Delgado.

La pareja no tardó en comenzar a actuar juntos. Saba Komossa recuerda que su primer concierto fue en un lugar muy pequeño en el centro de la ciudad, ante un público tan distinguido que todavía le calan los nervios al rememorarlo. “Allí estaba uno de los miembros de Kraftwerk y otras personas que fueron los maestros, los héroes de la electrónica en Alemania. Y yo me estaba muriendo de miedo. Y ¿sabes lo que pasó? Hubo un apagón y las máquinas no funcionaron”, cuenta la artista, que manejaba parte del equipo cuando actuaban en directo, como muestra una de las fotos que cuelgan de su nevera.

En el estudio, sin embargo, ella ponía la voz sedosa y las letras a la mayoría de temas, buena parte de ellos cantados en español por influencia de Delgado, quien cedió o compartió los créditos de composición con Komossa, algo poco común en la época. La combinación de la sexualidad de su música y su imagen andrógina no tardó en convertirlos en iconos de la comunidad gay, un colectivo que, a nivel mundial, encontró cobijo en los sonidos electrónicos que comenzaron a expandirse por aquella ciudad que, como cuenta Komossa, durante buena parte de los 80, “había vivido bajo el influjo musical de cosas oscuras como Nick Cave o Einstürzende Neubauten”.

Frente a aquella oscuridad decadente, emergió una oscuridad palpitante y festiva. “Hay que gozar para olvidar el tiempo, hay que bailar para olvidar el tiempo”, cantaban Delgado y Komossa en El Que (Latin Mix), una canción de D.A.F. firmada por ambos en 1989, y que constituye, junto a Gigolo Gigolette, lanzada como 2 German Latinos, dos de los primeros temas de acid house producidos en el Berlín que todavía estaba separado por el muro que la Guerra Fría había construido.

Un mundo nuevo

Ese muro cayó en 1989. Y “el techno se convirtió en la banda sonora del espíritu de optimismo tras la reunificación”, argumentó la UNESCO hace unos días cuando declaró el techno berlinés patrimonio inmaterial de la Humanidad (no sin una merecida ristra de críticas por apropiación cultural). La ciudad que hoy es La Meca de la música electrónica no se puede entender sin lo que ocurrió cuando se derribó aquella frontera y el techno reunió al este y al oeste, al tiempo que cambiaba urbanísticamente la metrópolis a base de convertir en raves y clubs una enorme cantidad de edificios administrativos desiertos que se quedaron repentinamente disponibles.

La música, las drogas y la libertad sexual y espiritual invadieron toda una enorme urbe en la que no había hora de cierre de locales desde el año 1949 y en la que, además, la Policía estaba mucho más ocupada en otras cosas más importantes que en perseguir a los jóvenes que se entregaban al techno y al house tanto en raves clandestinas como en clubs como UFO o Tresor. Así, mientras que en otros países, como Francia y Reino Unido, se criminalizó la escena, en Berlín se permitió que creciera libremente hasta lo que es hoy: una de sus señas de identidad cultural.

En este marco, Gabi Delgado y Saba Komossa fueron un nombre clave en el desarrollo prematuro de la escena, aunque con posterioridad cayeran en el olvido frente a referentes más alemanes y con una carrera más consistente, como Thomas Felhmann (que los sampleó en uno de sus primeros discos y también les publicó algún EP), Moritz von Oswald, Max Loderbauer, Dj Tanith (residente de Tresor), Sven Vath o Westbam. Y, a nivel más personal, el nombre de Komossa siempre quedó en un segundo plano frente al carisma y el estatus de leyenda de Gabi Delgado, que solía acaparar todos los flashes.

Futur Ultra

“Algunas personas directamente me ignoraban. Hay un vídeo en Youtube [justo arriba] de una entrevista de cuando presentamos el tema de Sato Agrepo (1989), en el detuvimos la charla porque la periodista me estaba ignorando. Recuerdo que le dijimos: Estás hablando con Delkom, y, si no puedes dirigirte a los dos, nos vamos a casa ahora”, rememora la artista, que apunta que, en aquella época, especialmente a finales de los 80, las mujeres no abundaban en el mundo de la música electrónica. “¿Quién estaba? Laurie Anderson y poco más”, se cuestiona.

Cuando llegaron a la televisión alemana, en el verano de 1989, Komossa y Delgado acababan de remezclar a los legendarios Liaisons Dangereuses y andaban metidos en el estudio grabando el que sería su único LP y, a la postre, su obra maestra: Futur Ultra, un trabajo de influencia notable en la música electrónica posterior, un crossover de sonidos que tuvo impacto directo en productores como Dj Hell, Ellen Alien o Miss Kittin, y en estilos como el Electroclash.

Futur Ultra es un disco de esos que hoy se llaman old school (vieja escuela) y que entonces eran el sonido del futuro. Es, además, un LP que recoge a la perfección todo el rango de sonidos que Delkom abordaron en su fértil etapa juntos: desde el electro de tempos bajos, cercano al italodisco, al house primigenio, pasando por el acid techno, sin olvidar el funk electrónico de reminiscencias post punk que Delgado también había incorporado a la D.A.F. (en la etapa en la que Robert Görl dejó el grupo y se hizo budista).

Toda esa amalgama melódica siguió creciendo en sus posteriores lanzamientos con el nombre Anti-Time, en los que abrazaron el incipiente sonido deep house, así como asumiendo los primeros ramalazos del sonido rave británico, a través de una remezcla que les hizo The Orb, y terminando su trayectoria en terrenos más propios del techno y el ambient con su último trabajo juntos, firmado como el trío Voov Delkom Force (junto con Christian Graupner). Además, en 1990 lanzaron su propio sello, Delkom Club Control/Better Music World Wide (BMWW), en el que lanzaron un par de discos cotizadísimos de techno más duro de algunos de sus amigos y colaboradores.

Aunque su mayor impacto fue el de aquel único LP. Lo evidencia el hecho de que el sello alemán Sound Metaphors lo reeditara el año pasado en vinilo. No fue el primer sello que lo había intentado. En 2004 también recuperó el disco un sello francés y, dos años antes de que aparecieran los chicos de Sound Metaphors, había contactado con Komossa un productor neoyorquino pidiéndole reeditarlo. En aquel momento lo descartó y, finalmente, se decantó por la oferta de sus vecinos. “Para mí tenía más sentido que el disco lo sacaran gente de Berlín”, explica, sorprendida todavía de que aquellos chicos tan jóvenes hubieran recorrido un largo camino hasta dar con ella y proponerle reeditar el Futur Ultra.

Komossa reflexiona sobre por qué aquel disco sigue siendo tan vigente: “En el momento en que sacamos todo este material, era tan avanzado... Nunca fue sólo techno, ni solo electrónica. Éramos Delkom, éramos diferentes. Y, si te digo la verdad, no había vuelto a escucharlo, porque me recordaba al pasado, pero entonces lo hice. Lo puse y pensé: Es realmente bueno”.

Futur Ultra tiene todos los ingredientes que convierten a un disco en un tesoro. Para empezar, se publica como una mezcla continua con cada pista delineada en los surcos. Lo que hoy sería un disco sesión, que entonces se comenzaba a llamar Megamix. El sonido es muy experimental, muy sucio para su distribución en radios, pero tremendamente eficaz en la pista de baile, con una música cruda y las voces de Saba y Gabi hablando cacafónicamente en alemán, inglés y español aportando un toque muy sexual a la propuesta. Un disco totalmente underground que sigue vivo 30 años después y por el que se han pagado varios cientos de euros en el mercado de segunda mano.

Viva la droga electrónica

Su éxito también está relacionado, en parte, por el impacto universal de uno de sus temas, convertido en himno de una era. Se trata de Viva la droga electrónica, un armazón hipnótico de techno y acid house sobre el que cabalga ese estribillo que canta: “Viva la droga, viva la muerte, viva el amor y viva la suerte”. Un tema que, además, también fue un reflejo de la fase en la que estaba Delgado -y parte de la escena berlinesa- en aquellos días.

“Siempre estábamos experimentando con diferentes sonidos y ritmos y queríamos capturar esa energía, esa sensación de estar en un estado hipnótico, ya sabes, como estar bajo la influencia de las drogas. Viva La Droga Electronica nació de ese deseo. Y creo que lo logramos. Y que por eso resonó tanto con la gente, especialmente en lugares donde la escena de la música electrónica estaba en auge”, afirma Komossa.

Y, naturalmente, allí donde la escena de la electrónica estaba en auge, también lo estaban las drogas. Komossa duda de si abordar este asunto, aunque se lanza: “Gabi ya no está aquí y, realmente no sé cómo decirlo… Todas las personas en ese momento eran bastante liberales y Gabi también. Él siempre fue amante de las sustancias. Y yo estaba en un punto medio. No es que nunca haya probado nada. No es así, por supuesto que no, pero puedo decir que estoy muy feliz de haber podido decir que no”, explica la coproductora de Viva la droga electrónica

El mito de Gabi Delgado

En este punto, Komossa reconoce que el final de su relación fue duro, con algunos episodios de consumo de drogas que llevaron a Delgado a lugares y momentos oscuros, mientras que otros de sus amigos y conocidos tuvieron menos suerte y acabaron directamente muertos. Delgado y Komossa estuvieron juntos 11 años hasta que, sencillamente, dejaron de funcionar como pareja.

Cuando se separaron, Delgado siguió componiendo y trabajando en solitario y con la D.A.F., y mantuvo su reconocimiento y estatus de artista de culto. Ella, sin embargo, desapareció de la escena y apenas dejó alguna colaboración vocal y compositiva en proyectos de similar espíritu y corte experimental publicados a finales de los 90 y principios de los 2000 junto al músico, poeta y performer hispanofrancés Marc Hurtado, cofundador -junto a su hermano Éric- de la banda Étant Donnés.

No obstante, Gabi y Saba mantuvieron una relación de amistad durante años. “Siempre nos reuníamos para tomar café una vez a la semana o para cenar. Pero luego él se casó con Jane y seis años después se mudó a España. Y luego se mudó a Portugal. Así que no lo vi durante 16 años. Y el año que murió quise retomar el contacto. Intenté abrirme una cuenta de Facebook para contactar con él pero no sé por qué pero no pude. Y lo siguiente que supe es que había muerto”.

Gabi Delgado murió el 20 de marzo de 2020, en plena pandemia del Covid. Aunque algunos medios apuntaron a que había fallecido en España, su compañero en la D.A.F. Robert Görl aclaró que murió en Portugal, donde vivía desde hace años. Komossa recibió a las pocas horas una llamada de teléfono comunicándole que Gabi acababa de morir. Tardó un buen rato en asimilar la información. No podía creerse que aquello fuera cierto. Probablemente llegó a pensar que era una butade típica del músico cordobés.

Pero no lo era. Gabi Delgado había muerto de verdad tras regatear a la muerte durante 60 años. Komossa se rompe un poco al recordarlo y tarda unos minutos en recomponerse. “Gabi y yo queríamos volver a vernos pero nunca pude hablar con él más. Sencillamente no pudo ser. Y hay algunas cosas de las que todavía hoy me cuesta mucho hablar, pero es parte de nuestra historia”, señala la artista, con la voz entrecortada.

Komossa reconoce que el pasado no es un sitio al que le guste ir, ni siquiera de visita. De ahí que haya tardado tanto en hablar de esta etapa de su vida y de la que fue su relación más larga. Como la música que hicieron, su amor fue sexy y crudo; como el tiempo que vivieron, tuvo luces brillantes y cuartos oscuros. Treinta años después, la luz se ha acabado imponiendo a las sombras en su memoria.

“Gabi era increíble, era un tipo increíble, y no me arrepiento de nada. Pero a veces era muy duro. Y tampoco he hablado porque siempre he pensado que podía estropear el mito que se ha creado alrededor de Gabi Delgado. Y Gabi trabaja mucho en ese mito. Probablemente el mito de Gabi Delgado fue su mejor creación”. 

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