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Amelia de Paz: “Para entender a Góngora hay que ser humildes”

Amelia de Paz en su conferencia en 'Scarpia'.

Redacción Cordópolis

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La conferencia Leer a Góngora, a cargo de Amelia de Paz, hispanista y experta en la figura de Luis de Góngora, enmarcada en la décimo séptima edición de Scarpia, ha sido un ejercicio -con todas sus letras- para deconstruir a Góngora.

En concreto, su nocturno Donde las altas ruedas, que según Amelia de Paz, el lugar que el poeta cantó en este poema, fue el edificio Las Grúas, ubicado en El Carpio, un ingenio hidráulico declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

La hispanista, con cálida textura verbal y académica intención, puso su experiencia como estudiosa de Góngora, al servicio de los asistentes a la conferencia, que se celebró en el antiguo cebadero, situado frente a Las Grúas, según informa la organización en una nota.

Sin otro objetivo que, “cada uno emprenda su propia aventura en un mundo, el de la poesía gongorina, que es un delito perderse en esta vida”, y particularmente, “para quienes compartimos con él una misma lengua materna”, insistió.

Amelia de Paz, criticó la superficialidad con que, “la enseñanza reglada nos acerca a Góngora”, impidiendo que, “pudiera llegar a significar algo relevante en nuestra existencia”. Y debería ser al contrario, “más allá de la ineficacia de la imagen que nos hemos construido de Góngora, deberíamos darle a la gran Literatura la oportunidad de acompañarnos también en nuestra vida adulta, que es cuando más tiene que decirnos”.

En este sentido, la explicación poética, “no es un plebiscito”. En Góngora, “no hay lecturas múltiples. Solo una es la legítima”. Por eso, para entender a Góngora, “no conviene ir con el yo por delante. Hay que ser humildes”.

Y es que, “hacer poesía no es solo hablar de enormidades, ni solo hablar de sentimientos”. Desde la Antigüedad existe una poesía de las cosas menudas, “y Góngora comparte esa afición”, asegura la experta gongorina. Así, “Góngora puede hacer una décima a unas monjas que le han pedido unas castañas, o un romance para avisar a un amigo de que no va a ir esa noche a su casa a jugar a las cartas porque está acatarrado, o a un toro que en un encierro ha mostrado más condición para figurar en un belén que para salir a la plaza”. Por eso, “el espectro temático de la poesía gongorina es amplísimo y variopinto”.

La comprensión de un poema de Góngora pasa por dilucidarlos también, “en Góngora no hay formas gratuitas ni contenidos desdeñables”. De aquí que, “si deshumanizamos su obra, nos perdemos buena parte de su sentido”. La poesía de Góngora, por tanto, “no vive de abstracciones, sino de realidades tangibles, que por lo común se subliman en representaciones clásicas”. Por lo que, “las lecturas en clave simbolista yerran con Góngora”.

Mundo riguroso y técnica

Habitamos un mundo riguroso. La poesía gongorina, “también lo es en extremo”. Góngora construye sus poemas, “con una precisión de relojero. Todo cuadra. Nada sobra. No hay rellenos ni amplificaciones gratuitas. La razón común y la economía solidaria de los materiales rigen la composición. Góngora no necesita hierofantes; solo lectores atentos. Debemos desentrañar palabra por palabra, sin prescindir de nada. A una poesía estricta, una lectura minuciosa y fiel”, detalla de Paz.

En cuanto a la técnica poética empleada por Góngora, “es el conceptismo”, un procedimiento de raíz platónica, “que apura las analogías detectables en el universo, con el fin último de alcanzar la belleza por medio de la exploración ingeniosa de tales relaciones”.

Los poemas de Góngora considerados auténticos son casi medio millar, varios de ellos muy extensos y verdaderamente complejos. Para que la vigencia de un poeta no se diluya, Amelia lo tiene claro, “un poeta, o habita en las cabezas de los vivos, o está muerto”. Góngora, está, y sigue en su sitio carpeño, Las Grúas.

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