Studio Jiménez gasta su último carrete en Ronda de los Tejares, donde ha estado desde 1979
Es oficial. Cierra uno de los puntos neurálgicos de la cultura en Córdoba durante el pasado siglo XX: la tienda Studio Jiménez y con ella la Galería Studio 52, un negocio que lleva abierto 68 años -41 de ellos en el cruce entre Foro Romano (Cruz Conde) y Ronda de los Tejares- y que ahora se traslada, incapaz de aguantar ante el cambio de hábitos en los amantes de la fotografía.
Algunos clientes habituales como Auxiliadora se han enterado este mismo jueves, cuando ha ido a empujar la puerta y ésta no ha cedido. Había ido a que le imprimieran unas fotos, porque ella es muy de la vieja escuela y las fotos le gusta verlas en papel y no en la pantalla. Y claro, siempre acudía para ello a Studio Jiménez, uno de los comercios especializados en ello más veteranos de la ciudad y que seguía en activo a duras penas.
Su impulsor, Pepe Jiménez (1928 - 2004), tuvo tiempo de sobra para ver todas las grandes revoluciones técnicas de la fotografía y el cine. Y las sufrió en su propia piel. O más bien en su propio bolsillo. Desde que puso en pie en Gran Capitán la primera tienda de Studio 52 hasta que dejó el comercio en manos de sus hijos, pudo ver bien cómo cambiaban los hábitos de los amantes de la fotografía en Córdoba. Y su negocio seguía ahí, en la esquina de Cruz Conde.
Quizá su aguante se debe a nunca fue solamente una tienda, sino algo más. Ese algo más era la Galería Studio 52 -o la Galería Juan Bernier-, una de las más veteranas salas de exposiciones de Córdoba, que echó el cerrojo también el año pasado. En junio fue la última exposición entre sus muros, según recuerda a este periódico José María Jiménez, uno de los actuales propietarios junto a su hermano Jesús.
Una galería entre Equipo 57 y Cántico
La galería siempre fue la joya de Studio Jiménez y, de hecho, fue la que heredó comercialmente el número 52, para remarcar el año en que nació el proyecto. Proyecto que, por cierto, tuvo dos padrinos de excepción, ya que la tienda inicial, que estaba en el número 13 de Gran Capitán, fue diseñada por el arquitecto Rafael de la Hoz y contó con mobiliario creado por Jorge Oteiza, de Equipo 57, que estaba en la ciudad diseñando el interior de la Cámara de Comercio. Con aquella apertura inicial, Pepe Jiménez y Paco Linares -socio inicial del proyecto- vincularon rápidamente el Studio con la vanguardia cordobesa, representada en Equipo 57 y en el Grupo Cántico.
Jiménez tenía ya entonces, según rememora su hijo, una red de amistades muy amplia, que iba desde toreros a críticos, poetas y artistas. Era, además, un apasionado del cine y las técnicas de grabación, como demostró al montar el cineclub del Círculo de La Amistad y al trabajar durante años para el NODO y para TVE. Así, gracias a esta tupida red de amistades, fue como despegó la Galería Studio 52, que llegó a ser un referente de la pintura, la escultura y la fotografía incluso en Madrid. “Hay carteles en Madrid que decían: Tras haber expuesto en Studio 52, llega a esta galería la obra tal”, explica su hijo.
Por los muros de la sala de exposiciones desfilaron durante décadas -a razón de dos exposiciones al mes- las obras de artistas como Pedro Bueno, Miguel del Moral, Rafael Botí, Antonio Povedano, José López Obrero, Hisae Yanase, Martínez Novillos, Vivancos, Francisco Ariza o Rita Rutkowski, entre muchos otros. Y era habitual que las exposiciones contaran con versos recitados por Pablo García Baena, Juan Bernier o Ricardo Molina. Todos ellos encontraron acomodo en aquel espacio, invitados por Pepe Jiménez, que siempre quiso vincular la fotografía a la actividad artística.
El negocio, sin embargo, fue sucumbiendo poco a poco hasta llegar al momento actual. José María recuerda dos grandes crisis para Studio Jiménez. La primera, con la llegada del vídeo doméstico (VHS), que dejó medio muerto al celuloide. La segunda, con el paso de la fotografía analógica a la digital, que supuso la infrautilización del laboratorio con el que contaban en la tienda y que había vivido sus propios procesos de reciclaje -del blanco y negro al color, del revelado a la impresión láser-.
Quedaba todavía una última gran revolución cuando falleció Pepe Jiménez, que es la del reemplazo de las cámaras digitales por los móviles. Esa ha sido la puntilla, sumado a la popularización del sistema de venta por internet, que está condenando a la antigua calle Cruz Conde a convertirse en una vía de “multinacionales y franquicias”.
El panorama es tan negro, según José María, que los propietarios de Studio Jiménez no van a intentar renovar el alquiler del local en el que llevan instalados 41 años y que está próximo a expirar. El negocio va tan mal que cogen las cosas y se marchan.
La idea es buscar otro emplazamiento donde continuar atendiendo a clientes como Auxiliadora y tratar de reformarse como expertos en fotografía y pintura, al tiempo que empiezan a sacar a la luz el ingente archivo fotográfico y pictórico que ha ido acumulando a lo largo de los años el Studio 52, el flash fotográfico de la posguerra cordobesa.
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