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Juan Velasco / ÁLEX GALLEGOS

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Son las 10:30 de la mañana del jueves y una veintena de hombres están en el mismo sitio en el que estaban a las 10:30 de la mañana del miércoles y a las 10:30 de la mañana del martes y del lunes: en la puerta de la empresa Pan Recor, en la que la gran mayoría lleva décadas trabajando.

La fábrica está cerrada. Como lo estaba ya antes de que el pasado lunes la plantilla iniciara una huelga indefinida motivada por los reiterados impagos de nóminas, que acumulan sumas que van desde los 10.000 hasta los 22.000 euros. La sensación a pie de calle es que, esta vez sí, Pan Recor afronta su posible cierre.

Y, con él, el prolongado ocaso de una de las compañías más relevantes del sector gastronómico de Córdoba. Fundada en 1976 fruto de la fusión de ocho familias panaderas, Pan Recor fue cambiando su modelo de producción dejando su típico sello verde en centenares de comercios y locales de Córdoba mientras se encaminaba hacia un final que es bastante similar al que vivió su principal competidora, Pan Arenas, que entró en concurso de acreedores en 2013.

Por aquel entonces, Pan Recor ya mostraba síntomas de fatiga. En 2015, de hecho, solicitó un concurso de acreedores del que consiguió salir y retomar la actividad adelgazando la plantilla. Del centenar de trabajadores que había entonces, quedan cuarenta y dos. Los que se fueron, todavía no han cobrado todo lo que se dijo entonces. Los que se quedaron, no han cobrado lo que se le debía entonces y lo que se les debe ahora.

“Nos han pagado cada cierto tiempo para callarnos”

Los más de veinte trabajadores de Pan Recor que estaban este jueves en la puerta de la panificadora rodean al periodista para hablar. Sorprendentemente, el corrillo habla como una misma voz. En épocas de individualismo y ante situaciones tan complejas como las que vive la plantilla, sorprende la unidad con la que encaran el proceso, del que la huelga es solo un paso más en una escalada de agravios difícilmente sostenible (han pasado por EREs, preconcurso de acreedores y reducciones de salario, entre otras medidas)

De la veintena de trabajadores, toma la palabra pronto Paco, que explica que hace seis años hubo gente que pidió la extinción de contrato, mientras que el resto aguantó con un acuerdo extrajudicial de pago que se cumplió solo en un 20% (solo recibieron 21 pagos de los 108 comprometidos). La actividad se mantuvo durante años y los pagos llegaban con cuenta gotas, entre numerosos retrasos acumulados.

En estos momentos, la plantilla lleva sin cobrar desde octubre, salvo por media nómina de febrero y una nómina de marzo. “Todo lo demás está adeudado. Las nóminas desde octubre, más las del acuerdo extrajudicial”, explica Paco, que lleva en Pan Recor desde el año 1992.

Rafa, otro de los trabajadores, apunta a que los pagos que han ido recibiendo, no solo no han servido para salir del atolladero, sino que estaban pensados para calmar las aguas. “Nos han pagado para callarnos”, asegura Rafa, que remarca que en estos años “hay quien ha perdido pisos, matrimonios, coches… Los bancos no se preocupan de que te paguen o no para cobrar lo suyo”.

Las circunstancias por las que han pasado todos no son tan distintas. Las diferencias están en cada pequeña historia. Paquito, por ejemplo, lleva 32 años en la empresa, pero niega entre bromas ser el empleado más antiguo; Rafael Navas, sin embargo, lleva menos tiempo en la empresa, pero reconoce con cierta tristeza que ha tenido que pedir la baja por depresión.

Quién más y quién menos, se ha comido los ahorros, el préstamo y, sobre todo, la paciencia. “Esto no es un problema económico. Esto es un problema psicológico y social. Nosotros hemos asumido que vamos a perder un montón de dinero, pero queremos una salida digna. Queremos salir del agujero”, dice Rafa.

“Cuando pones la tele, se ve a la gente quejándose de los EREs y de los ERTEs. Nosotros estamos en el lado contrario. Estamos en una situación tan precaria que lo que queremos que nos echen. Queremos que nos despidan de una vez”, interviene Paco.

“La empresa va a alargar el plazo al máximo”  

Desde la compañía, silencio. Este periódico ha intentado contactar con la gerencia, sin que haya atendido la petición ni devuelto la llamada. No hemos podido recabar su versión, además, sobre la denuncia que hacen los trabajadores, que aseguran que, ya antes de la huelga, “Sanidad ordenó precintar la nave 20 días por irregularidades en materia de salud”, y que, por lo tanto, los clientes llevaban sin recibir el pan desde hacía semanas.

Uno de estos clientes, curiosamente, aparece por Las Quemadas para apoyar a la plantilla. Se presenta como Pedro Carretero y afirma haber sido cliente de Pan Recor más de 20 años hasta que, con los últimos movimientos, ha comenzado a trabajar con la panificadora que montaron algunos de los trabajadores que salieron de Pan Recor en 2015.

“Es una pena ver a tantos padres de familia aquí en la calle porque unos pocos han llevado a la ruina una empresa que yo creía que era fuerte de Córdoba. Esta gente está pidiendo un peacito pan. Solo quieren que los dejen trabajar. Y esto no es un problema de ellos. Esto es un problema de Córdoba”, afirma Carretero.

Rafa se suma a la conversación: “Aquí ya no hay clientes. Los que había se han perdido, pero la empresa dice que esto es viable”, asegura el trabajador, que lamenta que ya les han hecho saber que “Pan Recor va a extender al máximo los límites y plazos legales” antes de dar una salida. En este punto interviene Paco: “Quieren hacer daño. Dice que como estamos de huelga, no hay negociación”.

Eso sí, ante este envite, de nuevo unidad: “La huelga es indefinida y no se va a terminar. Aquí vamos a seguir. Nosotros solo queremos marcharnos. Cobrar y marcharnos aunque sea al paro”, dice un trabajador, que, una vez más, habla por todos.

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