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Juan Velasco

27 de noviembre de 2021 06:00 h

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Es mediodía y Paco ya lleva varias horas de recogida de la aceituna a la espalda. Más la de toda la semana. Este viernes, además, hace un frío que pela en Córdoba, con temperaturas que apenas sobrepasaban los 0 ºC a primera hora de la mañana, cuando han comenzado a operar las cuadrillas. En la suya están seis mujeres, seis hombres y tres tractoristas, que sacuden fuerte en un olivar tradicional en la Campiña de Córdoba.

Cuántos de los quince estarán el lunes otra vez allí es un misterio. “Yo soy vareador y así llevo tres años, pero si mañana me llaman para trabajar en cualquier cosa, me voy”, cuenta Paco, uno de los más jóvenes de la cuadrilla. Su testimonio no es muy diferente del que te pueden proporcionar sus compañeros de tajo. Lo que cambia es la edad. Él tiene 25 años y está libre de cargas familiares. Así, reconoce sin medias tintas que no quiere un futuro ligado al olivar. “Una fábrica, el andamio, lo que sea, porque campo no quiero”, resume el jornalero, que cobra 47 euros al día por varear olivos en jornadas de algo más de 6 horas.

¿Por qué Paco, como muchos otros cordobeses, no quieren un futuro ligado al campo? “Esto a corto plazo no está mal, pero el desgaste físico y los problemas de salud no compensan a largo plazo. Y las ayudas son una mierda”, explica Paco, que apunta a que el Subsidio agrario (426 euros al mes) “no da para nada”. Así que en el campo, en los olivares y en los cítricos, hoy pero también desde hace años, falta gente.

La duda es si es una cuestión de salario, si, ante un aumento de sueldo, Paco se quedaría en el campo. “Sí y no -duda-. No, no. Es que no quiero campo”, se razona a sí mismo antes de volver al tajo.

Un convenio por debajo de otras provincias

El problema de la falta de jornaleros en el olivar cordobés lo reconocen todos los actores implicados. Sindicatos, patronal, jornaleros, patrones... Da igual las hectáreas de terreno que uno trabaje. De hecho, incluso en las explotaciones familiares, cuesta conseguir que los hijos, nietos y sobrinos acudan a tirar la aceituna al fardo. La falta de jornaleros y la imposibilidad de generar un relevo en un sector muy envejecido lleva años poniendo al olivar cordobés, el que produce algunos de los mejores aceites del mundo, en apuros.

Un olivar, además, que es particularmente complejo, tal y como explica Miguel Cobos, presidente de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA). “Hay zonas que están teniendo más problemas para recoger la aceituna, como la sierra de Córdoba, en pueblos como Villaviciosa, Obejo, Adamuz, Villaharta o Montoro, más toda la zona de las Sierras Subbéticas, es decir Priego, Almedinilla, Cabra o Iznájar”, enumera Cobos, que detalla que todas estas zonas son “más complicadas porque el trabajo es más duro al predominar el olivar de pendiente”.

Hay una relación estrecha entre la pendiente en la que está el olivo y la dificultad de encontrar un jornalero que lo trabaje. No hay tortas por cargar una sopladora o tirar de un fardo de varios kilos en un desnivel del 20 o el 30%. Así que, en las zonas del olivar de montaña, las que producen el mejor aceite del mundo, no sobran los jornaleros. En otras, como La Campiña, donde predomina la llanura, los olivares tienen más facilidad para encontrar quien los varee, aunque tampoco es que la demanda supere a la oferta.

Cobos apunta a que los demandantes de empleo prefieren hoy colocarse en otros sectores y a que la construcción, un sector muy al alza en Córdoba, está absorbiendo a muchos exjornaleros. Tampoco ayuda, reconoce, que el convenio del campo en Córdoba ofrezca un salario más bajo que el las provincias vecinas. Los datos son tozudos: un vareador cobra por 6 horas y media de jornada en Jaén 55,60 euros por convenio. En Córdoba, 6 horas y 10 minutos se pagan a 48,95 euros. Mientras tanto, en Sevilla, la misma jornada se paga a 50,72 euros.

Para Cobos, el convenio no es determinante, si bien reconoce que es un hecho que el acuerdo sectorial en Córdoba no es el más alto, pese a sus peculiaridades geográficas. En cualquier caso, el líder de UPA apunta que en Córdoba ya se está pagando por encima de convenio, a 55 o 60 euros el jornal, y aún así no se consigue hacer el trabajo atractivo.

Ofertas en redes sociales y Mil Anuncios

Lo cierto es que hoy las fórmulas de captación han cambiado. Que hay falta de empleo, nadie lo niega. Y, aún así, sorprende que este mismo viernes el número total de ofertas de peón agrario o jornalero en el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) sea de cero. Ninguna oferta por la vía del SAE, pese a que este servicio penaliza a quienes rechazan participar en los procesos.

Dónde sí hay ofertas es en otros canales. Un ejemplo es la web Mil Anuncios, donde varias empresas de Córdoba buscan jornaleros o peones agrícolas y donde también hay personas buscando trabajo en el campo. Otro canal de captación son las redes sociales, donde proliferan anuncios y ofertas, sobre todo en grupos de Facebook. Uno de esos anuncios señala que se buscan trabajadores en olivar de sierra.

Llamamos y lo coge una mujer. Nos dice que ya se han cubierto cuatro plazas, aunque nos piden que llamemos el lunes, porque nunca se sabe si todos van a terminar la semana. En esta oferta pagan 55 euros el jornal y se abren a pagar plus de desplazamiento desde Córdoba a Montoro si se consigue montar una cuadrilla de jornaleros. Ello a pesar de que el plus de movilidad está recogido por convenio.

“Si mañana vienen 20 tíos, los contratamos a todos”

Más al norte, en Los Pedroches, Rafa muestra el primer aceite de la cosecha, que tiene un color y un olor espectacular. Su familia tiene una explotación de olivar tradicional, del que se recoge con varas, fardos y tractores. En él trabajan sobre todo vecinos de Los Blázquez y los pueblos de alrededor, y Rafa cuenta que lo habitual es que muchos trabajadores empiecen la campaña y la abandonen “de un día para otro”.

Muchos se van cuando les llaman del pueblo para trabajar en las calles o alguna obra, explica Rafa, en referencia a las obras vinculadas al Programa de Fomento de Empleo Agrario (PFEA), que busca incentivar, por un lado, el trabajo en el campo, y, por otro, el trabajo en labores municipales. Un programa que, en Córdoba, según los últimos datos facilitados por la Subdelegación del Gobierno, va a generar contratos para 17.336 trabajadores, que realizarán 289.788 jornales.

“Lo que es verdad que se necesita más gente para recoger la aceituna antes. Si mañana vienen 20 tíos, los contratamos a todos, porque lo que queremos es recoger el fruto cuanto antes”, afirma Rafa, que vuelve a apuntar al gran problema del campo a corto y medio plazo: “La gente joven se está marchando y no quieren campo”.

Ni campo ni subsidio agrario. El mito del trabajador subvencionado cada vez tiene menos predicamento. Sí, es cierto que existe un subsidio agrario especial para mayores de 52 años (que tiene sus propios condicionantes) que no precisa cumplir un mínimo de peonadas. Pero los menores de 52 años tienen que trabajar un mínimo de 35 jornales por temporada y, después, estar a disposición del Ayuntamiento de turno, para cumplir con los requisitos del PFEA.

Además, la cantidad a la que da acceso este subsidio es, de media, de 512 euros al mes, aunque hay que restarle el llamado sello agrario, al mes, lo que deja en el banco los poco más de 400 euros de los que hablaba Francisco. Es decir, el mismo importe que perciben en 2021 los beneficiarios del resto de subsidios por desempleo. Insuficiente para vivir pero, según algunos patrones, suficiente para no querer trabajar en el campo o exigir hacerlo en B para no perder la ayuda.

Convocar la Mesa de Flujos Migratorios

Hace unos años, antes de que estallara la burbuja financiera e hipotecaria de 2008, el campo y el olivar cordobés se había llenado de extranjeros, especialmente de ciudadanos rumanos. En aquella época, la construcción había robado a una generación entera de jóvenes sin estudios y que renunciaron a las labores agrarias que hicieron sus padres en favor de la paleta, la brocha y el rulo. En la última década, muchos volvieron al campo, al olivar al que antes habían mirado con cierto desdén.

Desde hace tres o cuatro años, sin embargo, los problemas para encontrar vareadores y recogedores en Córdoba son cíclicos. La pandemia ha acentuado el rechazo a un sistema de trabajo que, además, está condicionado por el mercado y por la brutal subida de los precios hasta el punto que, en algunos olivares en pendiente, los costes de recolección son “lo comido por lo servido”. Todo esto lo cuenta David, un profesional agrónomo, experto en sacar rendimiento a las explotaciones, y que vaticina un 2022 muy malo para el olivar. “Basta con que baje el precio del aceite un poco, para que muchas explotaciones se peguen el batacazo”, señala este experto, que respalda la llamada de UPA al Gobierno para que active un contingente de trabajadores extranjeros.

Miguel Cobos cree que es la mejor solución posible y aboga por convocar la Mesa de Flujos Migratorios y la posterior aprobación de un contingente de trabajadores extranjeros. Cree que, si el modelo ha funcionado en Huelva, puede funcionar en Córdoba, donde calcula que harían falta unos 2.000 jornaleros para llevar la campaña de la aceituna a buen término.

En contra tiene, por un lado a los sindicatos, que han denunciado precisamente el trato que se ha dispensado en Huelva a los jornaleros extranjeros. y, por otro, al Gobierno de España, que, según Cobos, “se niega alegando que en Córdoba hay mano de obra suficiente”. La cosecha de este año se acabará recogiendo, con mayor o menor celeridad, pero lo que sobrevuela el olivar cordobés son los posibles efectos de una falta de relevo que, sin un incentivo potente, dibujan un futuro tan negro como una aceituna madura.

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