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Los objetos recuperados de las fosas que hablan de quienes fueron represaliados en Córdoba

Un reloj de bolsillo recuperado en las exhumaciones en el cementerio de La Salud

Carmen Reina

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Unas estanterías llenas de cajas con cientos de pequeñas bolsas transparentes, numeradas e identificadas, se disponen en la sala donde un historiador y una conservadora trabajan en el cementerio de La Salud de Córdoba. En las bolsas se encuentran todos los objetos que han sido recuperados hasta el momento junto a cada uno de los cuerpos exhumados de la fosa de represaliados de este camposanto, donde fueron arrojados quienes sufrieron la represión tras el golpe de estado de 1936, durante la Guerra Civil y tras ella. Aparte de un análisis de los restos óseos hallados, los especialistas analizan también cada uno de los objetos encontrados, que pueden ayudar a perfilar la identidad de cada sujeto y hablan de quiénes fueron.

El arqueólogo Antonio Luque y la restauradora conservadora Irene García han inventariado ya unos 700 objetos y manejan en total cerca de un millar, extraídos de la fosa del cuadro de la Virgen de los Dolores de este cementerio, donde desde que comenzaran los trabajos se han exhumado 290 cuerpos, 88 de personas represaliadas. Los especialistas trabajan con los objetos de los sujetos donde se han hallado indicios de muerte violenta y represión, con el fin de extraer toda la información posible que pueda ser útil en la identificación de cada persona.

Una extraña férula de finos hierros reposa sobre la mesa de trabajo. Se trata de una pieza de inmovilización, que presumiblemente le fue puesta en el hospital a una de las personas cuyos restos se han recuperado. En el análisis de sus huesos, se vio que había sufrido una fractura del húmero. Y esta era la férula que habían utilizado para inmovilizarle el brazo, explican los expertos. Saben también que el cuerpo apenas presentaba restos de ropa. Y que había sido alcanzado por dos proyectiles. Con esa suma de información, se acercan al perfil de esta persona represaliada, que pudo haber sido sacada directamente del hospital, con el húmero fracturado y la férula puesta, sin vestir, para ser fusilado.

Otros objetos dan cuenta del nivel económico y situación social de los represaliados, explica Luque. Y pone como ejemplo objetos recuperados como un reloj de oro de bolsillo, unos gemelos o unas gafas de sol graduadas.

El trabajo de Irene García como conservadora se centra en recuperar lo mejor posible el estado de cada objeto hallado. Ha trabajado, por ejemplo, sobre una vieja navaja oxidada, para quitarle ese óxido y la corrosión, y devolverle el color del hierro con el que está hecha. O sobre decenas de botones, hebillas y otros útiles de vestimenta.

También sobre los zapatos que se han recuperado, eliminando la tierra que se agolpa en el material y dándole solidez, recuperando la forma que tenían. Por su material, explica, las suelas se han conservado mejor en los enterramientos que otros materiales naturales, y son decenas las que guardan en las bolsas identificadas.

A los expertos les llama también la atención de “grapas quirúrgicas” que se han recuperado y que hablan de los heridos, operados, y que luego fueron fusilados. Esas diminutas piezas con un característico color verdoso adquirido durante tantos años bajo tierra, hablan también del paso por el hospital de quienes fueron represaliados.

La parte superior de una dentadura postiza de uno de los exhumados, por ejemplo, también se ha limpiado y conservado. No así la parte inferior, cuya pérdida se cree que puede tener que ver con la violencia que sufriera esta persona.

Los especialistas también han encontrado medallas religiosas que llevaban al cuello quienes fueron represaliados y, con algunas de ellas, si se trata de una imagen particular como la patrona de un municipio, se perfila también la posible procedencia de esa persona, cuentan. La mayoría de las halladas hasta ahora son medallas del Sagrado Corazón, pero también de la Virgen del Carmen o de San Rafael.

Análisis de los huesos y perfil biológico

Uno a uno, cada objeto es analizado, identificado y conservado. Mientras, en paralelo, en una sala cercana, la investigación se realiza sobre los restos óseos de cada individuo. Allí, el antropólogo Erik Borja realiza a partir de los huesos recuperados el perfil biológico de cada uno de los represaliados para determinar su estatura, edad, sexo y si sufría alguna enfermedad.

Por ejemplo, detectar una cojera a través de estos restos, puede ayudar a perfilar la identidad del individuo y cruzarla con los datos que se conozcan de él a través de documentos o testimonios de familiares. “Estos datos van ayudando a la identificación parcial del individuo”. Junto a ello, este análisis de los huesos puede servir para determinar la causa de la muerte en estos casos de represión y violencia.

Y, asimismo, tratan de conservar en las mejores condiciones el hueso petroso, ubicado en el cráneo y del que se deberá extraer, ya en el laboratorio, el ADN de mejor calidad y con más cantidad que pueden conservar unos restos de estas características. Esas muestras serán esenciales para que se pueda cruzar con el ADN de los familiares e identificar finalmente a cada una de las personas exhumadas.

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