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Las lluvias alejan el fantasma de las restricciones de agua en Córdoba

Los turistas se protegen de la lluvia

Alfonso Alba

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El viernes, el embalse de Sierra Boyera estaba ya en las últimas. El pantano del que bebe todo el norte de la provincia de Córdoba estaba por debajo del 5% de su capacidad y retenía menos de 1,8 hectómetros cúbicos de agua. Con esa cantidad, el fantasma de las restricciones de agua en todo el norte de la provincia, pero especialmente para la abundante cabaña ganadera de Los Pedroches, comenzaba a verse en el horizonte. Las obras del trasvase desde La Colada estarán listas en enero. Pero comenzaba a quedar tan poca agua que se temía lo peor.

En apenas ocho horas, los embalses de la provincia recuperaron hasta diez hectómetros cúbicos de agua. Las principales aportaciones llegaron a los embalses de mayor capacidad, como Iznajar o La Breña II, aunque la totalidad de las presas cordobesas anotaron un punto de inflexión: dejaron de perder agua y comenzaron a ganarla. Las lluvias resucitaron ríos y arroyos, que poco a poco vuelven a llevar el agua hasta las grandes reservas de la provincia. En Sierra Boyera, el embalse que más preocupa, la situación sigue siendo crítica pero en su zona los acuíferos se dan ya por recuperados y el agua para el ganado, garantizada.

Las precipitaciones de esta semana han sido abundantes y han dejado grandes acumulados en toda la provincia, pero también en la cuenca del río Guadiato, que es la que llena Sierra Boyera, primero, Puente Nuevo, después, y La Breña II, finalmente. Las lluvias han sido importantes para llenar acuíferos y, sobre todo, para generar escorrentías. Y son precisamente las escorrentías las que han podido aportar agua a los tan necesitados embalses de la provincia de Córdoba.

Los embalses cordobeses registraron su mínimo en 15 años el pasado viernes 2 de diciembre. En total, acumulaban 467 hectómetros cúbicos de agua. Tienen una capacidad máxima de 3.320 hectómetros cúbicos. Es decir, estuvieron al 14% de su capacidad, la cifra más baja desde el otoño del año 2009 y en niveles similares a los de la gran sequía de los años noventa. Pero la lluvia ha llegado, como en 2009, en el momento justo.

De momento, las precipitaciones han aliviado la sed del ganado, de los animales salvajes y también de las ciudades y pueblos. Los acuíferos y pozos han recibido un aporte extraordinario que casi los ha llenado, y los embalses comienzan a recibir agua, en vez de a perder, lo que relaja la tensión que se vivía en toda la cuenca del Guadalquivir.

No obstante, la situación está aún muy lejos de ser buena. Y la sequía no se ha superado. Los embalses siguen teniendo un nivel muy bajo para su principal función: garantizar el regadío y la viabilidad del campo andaluz durante la próxima campaña.

De hecho, la declaración de sequía en toda la cuenca del Guadalquivir se mantendrá activa al menos hasta el mes de enero. Entonces, el comité de la Confederación se volverá a reunir y revisará los criterios por los que lo activó, y si las lluvias han sido tan suficientes como para que la cuenca pase a situación de emergencia. La última vez que ocurrió fue en la primavera del año 2018. Entonces, unos buenos meses de lluvia hicieron que se desactivaran las alarmas que ya se estaban encendiendo. La Confederación llegó a pedir al Gobierno la aprobación del decreto de sequía, pero eso no llegó a ocurrir.

En diciembre de 2009 se vivió una situación similar, con lluvias abundantes a final de año. Enero fue un mes frío con una histórica nevada para dar paso a un febrero extraordinariamente húmedo. Tanto que los embalses se llenaron y el Guadalquivir se desbordó dejando a miles de personas desalojadas a su paso por la provincia de Córdoba. De momento, las predicciones apuntan a que seguirá lloviendo.

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