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Lagunas secas por primera vez en 25 años y embalses en mínimos históricos: la sequía se recrudece en el Guadalquivir

La sequía hace que se pueda cruzar andando la antigua presa de La Breña II

Alfonso Alba

29 de octubre de 2021 06:00 h

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Desde 1996 no se secaba por completo la Laguna del Rincón en Aguilar de la Frontera. Desde el invierno de 2008, cuando entró en servicio, no había tan poca agua en La Breña II, un embalse monumental que jubiló y sumergió a La Breña, una obra de ingeniería de principios del siglo XX. Hoy, la antigua presa ha vuelto a emerger y mira, diminuta, a la gigantesca La Breña II, inservible ante la escasez de agua.

La sequía en la cuenca del Guadalquivir comienza a ser más que visible y a causar estragos en embalses y humedales de Andalucía. El próximo 2 de noviembre, aunque diluvie durante estos días, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) declarará oficialmente la sequía en toda la cuenca. Después, tendrá que ser el Consejo de Ministros del Gobierno el que apruebe un Real Decreto de Sequía en el que ordenen medidas y se dispongan ayudas para paliar una situación histórica en la cuenca del Guadalquivir. La última vez que se decretó la sequía fue en el año 2008. El anterior es de 1995, un año histórico y muy recordado por decenas de miles de andaluces, que sufrieron restricciones en el abastecimiento de agua en sus domicilios. En 2018 se llegó a declarar la sequía, pero no se activó el decreto tras la llegada de abundantes lluvias.

Ahora, se repite una situación que es cíclica en la cuenca del Guadalquivir, pero que se produce después de una situación inédita desde que hay datos. Según un análisis propio del Colectivo Meteofreak, la cuenca del Guadalquivir acumula los ocho años más secos y más cálidos desde que hay datos oficiales. La ausencia de lluvias de una manera tan prolongada y la continuación del regadío es lo que ha provocado un rápido vaciado de los embalses.

La Breña II es una presa construida precisamente para garantizar el regadío en el bajo Valle del Guadalquivir. Tres años largos de obras, una inversión de 170 millones de euros financiada por el Gobierno y 1,5 millones de metros cúbicos de hormigón levantaron una enorme barrera de 124 metros de altura que iba a ser capaz de almacenar 869 hectómetros cúbicos de agua. La Breña I tan solo tenía capacidad para 30. Hoy, el embalse está al 14% de su capacidad y en su interior apenas quedan 121 hectómetros cúbicos. Lo peor es que es un agua apenas utilizable: la escasez complica su viabilidad. El agua se vuelve turbia, aumentan la concentración de nitratos y la oxidación es escasa, provocando daños en la fauna.

Ahora mismo, la cuenca del Guadalquivir tiene los embalses al 26% de su capacidad, una situación histórica. Según la media de los últimos diez años, tendrían que estar al 53% para ofrecer un otoño e invierno con garantías. El año pasado estaban al 30,5%.

Córdoba es la provincia con más capacidad de retención de agua de toda Andalucía. En su interior están los dos embalses más grandes del Guadalquivir, Iznájar y La Breña II. Pero Córdoba es, a la vez, la provincia que tiene un porcentaje de agua más bajo en sus pantanos: si toda la cuenca está al 26% de su capacidad, en Córdoba está al 20,8%. La mayoría de los embalses están en una situación crítica.

El caso de La Breña II es problemático. En los márgenes del embalse comienzan a aparecer miles de cadáveres de mejillones cebra, una especie que ha invadido estos reservorios de aguas continentales. Vadomojón y El Arenoso están al 16% y en Iznájar apenas se llega al 20% de su capacidad. Eso sí, Iznájar es un embalse tan grande que aún a tan baja capacidad garantiza el abastecimiento durante los próximos dos años de más de 200.000 cordobeses que viven al sur del Guadalquivir. Iznájar retiene ahora mismo 196 hectómetros cúbicos de agua. Entre Iznájar y La Breña II hay más agua embalsada que en toda la provincia de Huelva, por ejemplo.

Pero el problema está en la calidad. Iznájar tiene que estar al 6% de su capacidad (un nivel que jamás ha alcanzado) para tener graves problemas. Pero por debajo del 15% es muy caro potabilizar el agua. El embalse está rodeado de una gigantesca cuenca (la del Genil) repleta a su vez de olivos. Eso provoca que muchos nitratos y fertilizantes acaben llegando al pantano. Ya en 2005 una repentina subida de los niveles de terbutilazina obligó a cortar el agua a 200.000 personas. Hoy, se usan sistemas de potabilización, caros y efectivos. Pero a menos agua, más nitratos.

Desde la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir insisten en que la sequía actual es histórica y en que mucho tiene que llover para poder corregirla. Un ejemplo es lo que ocurrió entre 2009 y 2010, cuando unas históricas precipitaciones (cuatro meses seguidos lloviendo sin parar) devolvieron cierta normalidad a la cuenca.

Otro paraje con graves problemas es el norte de la provincia de Córdoba. El embalse de Sierra Boyera es clave para dar de beber a la mayor cabaña ganadera de Andalucía, la de Los Pedroches. Actualmente está al 29% de su capacidad y la Confederación ya ha autorizado a los ganaderos a buscar nuevas captaciones de agua a través de pozos.

La sequía, además, puede provocar un auténtico drama económico. Del agua de los embalses de la cuenca viven miles de agricultores, cuyas campañas dependen de poder regar. En abril, la Comisión de Desembalse de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ya aprobó una reducción ante la situación de ausencia de agua en los pantanos. Hasta el 30 de septiembre, los regantes que no han gastado toda la dotación que les corresponde han podido seguir usando el agua para sus cultivos. A partir de esa fecha, solo quedaron 40 hectómetros para mantener el cauce ecológico (que se sequen los ríos sería un desastre para la avifauna) y también para los cultivos leñosos del Valle del Guadalquivir: olivos, almendros y cítricos. Los naranjos son especialmente sensibles, ya que un invierno sin agua los condena a secarse para siempre. Para volver a producir se necesitan años.

Los humedales secos

La falta tan prolongada de lluvia se nota en los humedales del sur de la provincia de Córdoba. El responsable de los Humedales del Sur de Córdoba es Juan de la Cruz, de la Consejería andaluza de Desarrollo Sostenible, relata que “tras tres años de muy bajas precipitaciones” las lagunas donde crían miles de aves acuáticas o reposan de camino a África o de regreso a Europa están en “niveles mínimos”.

El gran problema está ahora mismo en la Laguna de El Rincón, que se ha secado por completo, algo que no ocurría desde 1996. El Rincón, Zóñar y Amarga son las tres únicas lagunas del sur de la provincia de aguas permanentes. Gracias a su profundidad y a sus aportes acuíferos, mantienen el agua y son un paraíso del ecosistema. Además, son el hogar de un ave protegida, el pato malvasía. Zóñar y Amarga han aguantado, pero El Rincón no.

“Desde hace 25 años se había mantenido con un buen nivel de inundación” pero el 18 de septiembre de 2021 se certificó que se había secado por completo. El resto de las lagunas, no obstante, también están sufriendo. Zóñar tiene una profundidad máxima de 12 metros, cuando suele alcanzar los 16. Mientras, la Laguna Amarga, en Lucena, tiene ahora mismo 1,8 metros de profundidad máxima. Zóñar y El Rincón están en Aguilar de la Frontera.

Además, ahora mismo están secas otras lagunas que siempre pierden toda su agua en verano: Tíscar, Jarales y El Salobral.

Debido a la escasez de agua, este año la reproducción de las aves “ha sido muy baja”, explica Juan de la Cruz. “De las seis lagunas protegidas, solo tres tenían niveles de inundación adecuados para que hubiese un lugar con cobijo y refugio” para la cría de las aves. El Rincón se secó completamente. Por ello, muchas aves optaron por acudir a los embalses de Cordobilla y Malpasillo, que recibían aportes de agua por los desembalses en Iznájar para el regadío.

Las lagunas, por ejemplo, sí que pueden notar y mucho las próximas precipitaciones. “En función de la lluvia, puede que llegue agua a esas lagunas y empiecen a acoger a especies de ciclo migratorio, que buscan zonas de refugio”, explica. No obstante, Juan de la Cruz detalla que “es muy relevante que el agua llegue hasta la orilla para que las especies tengan el refugio que necesitan, cobijo para estar entre la vegetación perilagunar” y poder descansar sin miedo ni problemas.

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