Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

¿Qué falta le hace a la Mezquita que vengan a verla?: un análisis moral del impacto del turismo en Córdoba

Turistas paseando por el entorno del Puente Romano en Córdoba

Juan Velasco

0

Dos barrios turísticos convertidos en espacios fantasma. Eso es, muy resumidamente, lo que la pandemia sacó a la luz en los barrios cordobeses de La Judería y el Alcázar Viejo de Córdoba, los dos distritos más afectados por la turistificación y que, de la noche a la mañana, se convirtieron casi en uno de esos pueblos del oeste que hay en el desierto de Tabernas: un escenario cinematográfico sin vida vecinal.

A aquellos días se remitían Carmen González Gutiérrez, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba, y Álvaro Castro Sánchez, del área de Filosofía Moral de la UCO, en el arranque de su trabajo La ética en la gestión turística del patrimonio cultural y su conservación: reflexiones a propósito de la ciudad de Córdoba, una de las pocas aproximaciones al impacto del turismo en la ciudad desde la filosofía moral.

González y Castro, de hecho, publicaron este trabajo hace ya tres años, aunque sigue totalmente vigente la mirada que imprimieron al mismo hoy, cuando por fin se habla en Córdoba de tasas turísticas, limitación de licencias de pisos turísticos o el impacto negativo de la fiesta de los Patios en la zona más transitada (bautizada como “Patiolandia”).

Patrimonializar como sinónimo de congelar la historia viva

El trabajo, de hecho, arranca con un titular del filósofo Agustín García Calvo del año 2005: “¿Qué falta les hará a las pirámides de Egipto que vaya yo a verlas?”. Y los autores se lo traen a Córdoba: ¿Qué sería del patrimonio histórico cordobés sin turismo? ¿Qué sería de la Judería o de los Patios de Córdoba si nadie viniese a verlos?, se preguntaron González y Castro, quienes apuntaban que, “lo interesante es que, para el caso cordobés, la pregunta podría tener respuesta”. Solo había que viajar al mes de marzo de 2022.

“Quizás pudimos ver un avance durante los meses de la progresiva vuelta a la normalidad de la pandemia del Covid-19, cuando nos encontramos con que la ciudad histórica, que quedó desprovista de turistas, era en realidad una ciudad vacía. El espacio urbano más transitado de Córdoba se vio convertido en un espacio fantasma debido a la paralización de la industria turística”, recuerdan en un trabajo en el que describen estas zonas como “desprovistas de habitantes por sus condiciones urbanas, por los precios inmobiliarios y por la ausencia de los servicios básicos necesarios para la vida cotidiana (panaderías, farmacias, papelerías, supermercados…)”.

A su juicio, la pandemia evidenció que algunas partes del casco histórico están, “en la actualidad, y paradójicamente, vacías de historia”. “Mientras que otros barrios recobraban una relativa normalidad, la Judería cordobesa mantuvo su aspecto de parque temático o centro comercial con sus negocios cerrados, al carecer de la vida local que construye al resto de la ciudad al margen de los flujos de turistas”, reflexiona, al tiempo que ya entonces advertían que “este hecho debería haber disparado alertas acerca de la necesidad de desarrollar de forma efectiva una gestión sostenible del turismo”.

Los autores citan al profesor Dean MacCannell (Washington, 1940), catedrático emérito de paisajismo de la Universidad de California y autor del título de referencia El turista: La nueva teoría de la clase ociosa (1976), para analizar el verdadero impacto que tiene el llamado turismo cultural sobre la conservación del patrimonio.

Así, se considera que el propio proceso de patrimonialización de los bienes culturales congela en el tiempo lo que hasta ese momento tenía una historia viva, poniendo en riesgo muchas prácticas y tradiciones locales, que se vacían de contenido para dejar paso a una “cultura administrada y prefabricada” que, además, modifica también las condiciones de habitabilidad del territorio, “como efectivamente ha ocurrido con la Judería cordobesa y el barrio del Alcázar Viejo”.

En esta línea, los autores recuerdan que estos barrios “experimentan ausencia de viviendas a precios asequibles que permitan a la población local hacer vida continuada”, asumiendo que “la pérdida del dinamismo propio de la vida urbana” convierte a estos espacios “en inhabitables para las rentas medias y bajas, lo que elimina progresivamente la cotidianidad que precisamente generó los bienes culturales que ahora se pretenden explotar y revalorizar y que afecta, en diverso grado, a su autenticidad”.

Así, resaltan que la superación de la pandemia y la vuelta del turismo también ha llevado a olvidar que “otro grupo fundamental que tiene derecho al uso y disfrute del patrimonio cultural lo constituyen, en esencia, los propios ciudadanos a los que dicho patrimonio pertenece o sirve como seña fundamental y profunda de identidad”.

El ejemplo de los Patios y la segunda puerta de la Mezquita

Ocurre algo muy similar, según los autores, con la fiesta de los Patios de Córdoba, particularmente desde la obtención, en 2012, del título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y que ha evolucionado generando dos posturas: la de quienes defienden que el turismo relacionado con la Fiesta de los Patios es “un aliado para su propia conservación” y la de quienes creen que este puede “desvirtuar peligrosamente el valor patrimonial del sentimiento colectivo de pertenencia en la comunidad local”.

Así, describen estas dos posiciones como una “patrimonialista”, compuesta por sectores de las asociaciones vecinales, actividades sociales, etc., que se opone a la presión turística y a la perversión de la Fiesta; y una “turístico-céntrica”, integrada por partidos políticos mayoritarios y agentes empresariales que ven en tal denominación una “oportunidad” para la atracción de turistas y la “creación de empleo”.

“El problema es que, tal y como apuntábamos al principio, al haberse optado por la mercantilización excesiva y por abandonar el valor de uso social en favor del valor de cambio, la Fiesta ha ido perdiendo su carácter vecinal o comunal. En otras palabras, aquello que le daba su valor cultural en términos etnológicos y patrimoniales está desapareciendo para convertirla en un mero atractivo turístico que, dicho sea de paso, hace de barrios como Alcázar Viejo un lugar tan inhabitable como ya lo es la Judería”, lamentan los autores del estudio, que añaden también que el “síndrome Stendhal de quienes los visitan” puede eclipsar “las condiciones de vida que se generaron hace más de un siglo en ese modo de supervivencia habitacional”.

Otro caso en el que, a su juicio, Córdoba puede servir de reflejo es el de la segunda puerta de la Mezquita. Y es que, una de las cuestiones en liza dentro de la filosofía moral del turismo son los derechos del propietario sobre los objetos patrimoniales, ya que, “aun cuando están regulados por las diferentes leyes de patrimonio, estos derechos pueden entrar en conflicto”.

Y la prueba ha estado en el caso de la segunda puerta de la Mezquita-Catedral, abierta en 2017 para facilitar el tránsito de las procesiones en Semana Santa, y que supuso la retirada de la celosía diseñada por el arquitecto Rafael de la Hoz. “En lo que a la materialidad del inmueble se refiere, los avatares jurídicos se han concretado en la apertura y cierre de dicho vano, que ha supuesto modificaciones en la percepción visual e incluso lumínica del oratorio”, señalan.

Entre las cuestiones más positivas que aporta Córdoba a este debate está, a juicio de los autores, la “tendencia reciente (y creciente) a celebrar el patrimonio y divulgarlo de manera rigurosa y respetuosa desde las instituciones públicas, así como una intención honesta de recuperar y construir discursos genuinos más allá de la estereotipación”. No obstante, recuerdan que esto último es “difícil de sostener si no va acompañada de los pertinentes programas o apoyos a la investigación y a la subsiguiente conservación del patrimonio”.

Y es que, tal y como advirtieron en su día, ciertos bienes culturales de la ciudad (la Mezquita-Catedral, el Alcázar de los Reyes Cristianos, o entorno de la Judería) “pueden morir de éxito a causa de la saturación”, ya que, por el atractivo que suscitan, “se convierten en focos de captación de turistas que, muy frecuentemente, solo tienen como objetivo visitar esos hitos —ofertados como productos homogéneos y sencillos— y marcharse, sin llegar a comprender la relación entre todos ellos”.

Es decir, Córdoba atrae a turistas excursionistas que no siempre pernoctan en la ciudad, pero que contribuyen a generar “un flujo turístico masivo, cuando no descontrolado”, que, además del posible deterioro de algunos elementos patrimoniales, también genera problemas de contaminación acústica y visual o de circulación. Frente a esto, que ya está ocurriendo en algunas zonas de la ciudad, sugieren apostar por desviar o diversificar la oferta patrimonial que se ofrece.

Etiquetas
stats