Los ecos de Sefarad regresan a Córdoba en un disco memorable
Al filo de las 20.30 horas del 12 de abril, se hizo un silencio reverencial en el abarrotado patio de la Casa de Sefarad. Desde el fondo de la sala, emergió la voz sublime de Françoise Atlan. La cantante francesa avanzó lentamente por el pasillo central mientras desgranaba una melodía antigua y bella a partes iguales. Vestía un traje de novia berberisco de color rojo sangre y bordados de hilo dorado. El mismo vestido que su abuela muchas décadas atrás se había puesto para sellar su matrimonio en Marruecos por el rito sefardí.
No se trataba de un concierto cualquiera. De uno de los cientos de recitales que Casa de Sefarad lleva programando desde que abriera las puertas en el corazón de la Judería en 2006. Esta era una actuación histórica. Sin precedentes. Por primera vez resonaba en el centro cultural las canciones de un disco memorable grabado allí mismo semanas antes con un repertorio de música sefardí popular que ha sobrevivido al paso del tiempo de boca en boca, de familia en familia y de siglo en siglo.
El disco es una joya. Una impecable edición con textos, letras y fotografías, además de 17 canciones de la tradición oral sefardí. Pero el CD es, sobre todo, un trozo de la memoria de un pueblo que fue expulsado a finales del siglo XV de España y encontró refugio a lo largo del Mediterráneo, desde el Magreb a Grecia, Turquía y Egipto. La mayor parte de los temas pertenecen al llamado cancionero sefardí, cuyo corpus músico-vocal se consolidó entre los siglos XIX y XX sobre un fermento que se nutría de la tradición hispanojudía y las influencias locales de los países de acogida. Se trataba de un prodigioso “proceso de ósmosis”, en palabras del libreto que acompaña al disco.
La idea del proyecto fue concebida por Sebastián de la Obra, director de Casa de Sefarad. Historiador y bibliófilo incorregible, estamos ante uno de los más activos guardianes de la memoria hispanojudía de toda España. Y la recuperación de la música popular sefardí se enmarca en ese ambicioso cometido cultural. En septiembre de 2023 le reveló a Françoise Atlan su plan. Y apenas cuatro meses después, la cantante sefardí y otros cuatro instrumentistas se encerraron en la biblioteca de la Casa de Sefarad para inmortalizar 17 canciones populares de la cultura oral hispanojudía.
Fue un instante único. No todos los días se encapsula en un CD la memoria de un pueblo que ha vagado por el Mediterráneo durante cinco siglos. Mucho menos en Córdoba, la capital de Al Andalus y uno de los grandes centros de cultura sefardí medieval. Precisamente en el periodo andalusí hay que buscar la vieja tradición músico-vocal judeoespañola. Aquí experimenta un “desarrollo espectacular”, subraya Sebastián de la Obra en el libreto, y germina la “edad de oro” del judaísmo medieval.
En esta emocionante aventura, Françoise Atlan ha sido una pieza insustituible. Nacida en Narbona (Francia), pertenece a una familia sefardí con raíces en Marruecos y Argelia. Su padre es un abogado argelino de antepasados bereberes convertidos al judaísmo siglos atrás. Su madre proviene de una familia judeoespañola que se refugió en Marruecos cuando los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los sefardíes en 1492. Cinco siglos después, Atlan lleva cosida a su memoria la resiliente cultura de sus ancestros.
“Yo he escuchado de niña todas estas canciones de mi abuela y mis tías”, revela sentada entre un mar de libros en la misma biblioteca donde en enero pasado grabó este excepcional disco que lleva por nombre ¡Zajor, Sefarad! (en español ¡Recuerda, Sefarad!). Muchos de estos cantos familiares pertenecen a la liturgia judía, aunque tantos otros tienen como protagonista a las mujeres y las celebraciones tradicionales.
Dotada de una voz prodigiosa, desde muy joven se matriculó en el conservatorio para investigar la historia musical de su comunidad y educar sus facultades vocales innatas. “También hice estudios de lírica y aprendí de grandes cantantes de ópera”, declara. A los 25 años chocó con un dilema. ¿Qué debía hacer? ¿Especializarse en el canto lírico de ópera o profundizar en la tradición musical sefardí? “No renuncié ni a una cosa ni a otra”, aclara.
Françoise Atlan maneja perfectamente el hebreo, el árabe y el francés. Son las lenguas que escuchó en casa desde niña. Despliega un español aseado, salpicado de un simpático acento andaluz y también judeoespañol en un cruce verdaderamente proverbial. Para ella, pisar suelo cordobés tiene un significado profundo. Es como recobrar un tiempo perdido que aún circula por sus venas.
“La identidad musulmana está muy asumida aquí. Se ve, por ejemplo, en la Mezquita. Pero la presencia judía no se ve, aunque se siente. Sebastián y la Casa de Sefarad lo están haciendo muy bien. Están recuperando la memoria de todos los andaluces y Córdoba la tiene que reapropiar”, argumenta en un breve descanso del ensayo que realiza con el músico inglés Simon Armour (guitarra, laúd y bouzouqui) el día anterior al concierto. Los otros tres instrumentistas que acompañan a Atlan en el CD son Maité de Man (violín y voz), Jaouad Nidhal (qanun) y Alejandro Téllez (voz).
Sebastián de la Obra lo tiene muy claro. Ha dado con la voz y el talento adecuados para un desafío de esta naturaleza. “La mejor cantante de música sefardí es Françoise. Aquí he tenido a muchas y ella es la mejor”, subraya. Y añade: “Nunca imaginé que algún día podría, no solo grabar un CD con ella, sino ni siquiera tenerla aquí en Casa de Sefarad”.
Hasta cumplir su sueño han tenido que transcurrir muchos años. Y alguna anécdota digna de recordar. El director de Casa de Sefarad conoció a la musicóloga francesa en Marraquech hace 15 años. Lo hizo en el marco de un congreso sobre judaísmo marroquí. Aquel fue un encuentro fugaz. Años después, Françoise contactó con Sebastián de la Obra por correo electrónico. Se encontraba en España y quería aprovechar la visita para viajar a Córdoba y cantar en la Casa de Sefarad. El director del centro cultural le contestó: “No tenemos dinero para pagar un concierto tuyo, pero estaremos encantados de que vengas a hablar de música y mujeres sefardíes”.
Françoise Atlan se presentó en Córdoba. Y sucedió el milagro. En lugar de hablar, cogió un pandero y les regaló a todos los asistentes un conmovedor recital a capela de canciones populares sefardíes. “No tengo palabras para describir lo que sentí el día que canté aquí. Es una cosa muy difícil de expresar. Me sentí conectada y en plenitud”, asegura. “Para mí, fue un deber. No voy a decir que tengo una misión en el mundo. Pero me parece que es una reparación para mi familia después de muchos siglos”.
En cierta medida, Françoise Atlan se siente cordobesa. Y está muy orgullosa de que Sebastián de la Obra la haya elegido como compañera de viaje en esta fascinante aventura de recuperar la memoria sefardí. El día que comenzaron a grabar el disco en la biblioteca Córdoba amaneció gris y lluviosa. Las calles rebosaban de soledad. “Era algo muy místico. Y me pareció una señal de buena suerte”, afirma.
Muchas de las canciones que han sido inmortalizadas en ¡Zajor, Sefarad! fueron extraídas de un libro de partituras que Sebastián de la Obra adquirió hace muchos años en una librería de viejo de Buenos Aires. Son varios volúmenes recopilados por Isaac Levy bajo el título de Chants Judéo Espagnols. Y el director de Casa de Sefarad los guarda como oro en paño en la biblioteca donde aún resuena la voz antigua de Françoise Atlan más allá del tiempo y la memoria.
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