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Quilapayún: late Chile con palabras de libertad

Quilapayún conmemoró su 50 aniversario en la Axerquía. | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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La emblemática banda ofrece un recital tan intenso como mágico en La Axerquía, escenario de emoción y combate musical | La formación recorre su medio siglo de vida con un amplio repertorio

En la noche cerrada surgió una luz. Iluminó cada rincón del teatro a ritmo tradicional y golpe de conciencia. La voz de los cantores populares aportó la claridad necesaria. Tanto como la frescura que, igual de intensa que hace tres décadas, apenas tuvo el paso a la madrugada. Quilapayún devolvió las palabras de libertad antaño perseguidas y en estos tiempos quizá en desuso. Ellos nunca las olvidaron, ni guardaron en el triste cajón del recuerdo ausente. Y la Axerquía, el lugar en el que la emblemática banda chilena hiciera último acto de presencia en Córdoba, recobró la memoria. Siempre hay por qué luchar, por qué sentir, por qué convertir cada emoción en acorde y letra.

Aparecieron todos los que ahora son, sin ser todos los que eran. Ponchos de castilla negro vistieron en lo que significó, de algún modo, un acto de valor. Por aquello del calor cordobés en estas fechas. Pisaron el escenario con fuerza y decisión ante un teatro que no presentó su mejor aspecto. Más de medio millar de espectadores se contarían, aproximadamente siempre, en la Axerquía. Pareciera que ya no es justa su lucha, que ya no existe lugar al espíritu combativo, que la muralla quedó cerrada. Pero los que estuvieron, demostraron que no y que siempre fue más sencillo aguardar a que otros hicieran la calle, alzaran la voz y sufrieran el peligro para después recoger el fruto, pero que es más importante estar en la siembra. En Chile, ése fue el de la democracia tras los años oscuros de Pinochet.

Comenzó el concierto, dentro del segundo sábado del Festival Internacional de la Guitarra, de manera mágica. Tras un amistoso saludo, Quilapayún volvió a defender la memoria de los salitreros que asesinados fueran en 1907 en el colegio Santa María, de Iquique. Sonó la música de quenas, charango, percusión… Regresó por unos minutos a la vida Héctor Duvauchelle, cuya voz en ‘playback’ narró una vez más los sucesos de aquel diciembre negro en Chile. La banda interpretó para abrir su función Cantata Santa María de Iquique, magna obra de Luis Advis, y la magia envolvió el teatro al aire libre durante los más de 40 minutos que dura la cantata. Fue un viaje al lugar de los hechos, un paseo entre la injusticia, una especie de visión colectiva que terminó con un aplauso incontenible.

Después de un descanso, merecido por otro lado, los cantores regresaron para ofrecer un repertorio de lo más variado. Caminaron a lo largo de toda su trayectoria, que supera el medio siglo. Por tal motivo decidieron volver a España, tierra amiga y hermana, que es como la sienten los Carrasco, Gómez, Quezada, García, Lagos y Venegas, así como los jóvenes Oddó (hijo del desaparecido ‘Willy’) y Sebastián Quezada. En realidad andan ya por los 51. El recorrido lo inició Quilapayún con Plegaria a un labrador, esa especial oración que compusiera Víctor Jara. El cantor de cantores estuvo muy presente. De hecho, suyo fue el tema que cerró el concierto. El ritmo cambió por instantes, fue de mayor movimiento en ocasiones y más pausado o serio en otras. En las voces de Quilapayún, el sentimiento de la ‘Nueva Canción Chilena’. En los oídos de los espectadores, el deleite de la expresión inagotable.

La veterana banda trasladó al público no sólo a Chile, sino a toda Latinoamérica. A Panamá, con el arma de la palabra apuntando a Estados Unidos, con Tío Caimán, de Carlos Chang; a México con la revolucionaria Carabina 30-30 y en cierto modo con La mariposa; a Cuba con el ritmo de Juana la cubana, de ‘Fito’ Olivares; a la generalidad, con Canción de América, de Jaime Silva y Luis Advis... Quilapayún dedicó además su particular homenaje a ‘Chicho’ Sánchez Ferlosio, de quien ofrecieron su montaje de Círculos viciosos. Y entre canción y canción, un continuo juego con los espectadores, con quienes les acompañaron en su regreso a Córdoba. Las bromas no cesaron y los cantores demostraron cuán necesario es también el buen sentido del humor. Críticas también hubo, incluso para el ex ministro Wert. Todo antes de encontrar un final vibrante, al que precedió el eco de la Historia de Chile con Allende.

De la Cantata Santa María de Iquique a algunos de los (otros) temas más reconocidos, himnos que lo fueron, son y serán. Sonó La muralla, que quedó plenamente abierta para los chilenos, y la Axerquía entró en un arrebato de emociones, que lo fue mayor cuando en el ‘bis’ Quilapayún ofreció lo que su gente le demandaba. Público en pie, puños en alto, palmas, voces a modo de coro: El pueblo unido jamás será vencido. “Para terminar, una canción de amor para Andalucía”, pronunció uno de los cantores. El éxtasis llegó definitivamente, para cerrar el concierto, con Te recuerdo Amanda. En el adiós, la sensación de haber vivido una velada única, que se prolongó durante dos horas y veinte minutos. A la una y veinte todo acabó. O mejor dicho, volvió a empezar.

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