Uno de los expertos que investigó los restos de la Ronda Norte cuestiona que soterrarlo permita preservar su valor excepcional
La conservación del complejo monástico hallado en una de las zonas sobre las que se ha aprobado construir la Ronda Norte de Córdoba fue el centro de un encendido debate en la Casa Árabe de Córdoba, donde dos de los expertos que excavaron e interpretaron el yacimiento presentaron por primera vez los resultados. Tras la exposición, en el turno de preguntas, uno de los principales investigadores de los excepcionales hallazgos, el catedrático de Arqueología de la Universidad de Córdoba, Ángel Ventura, manifestó sus dudas sobre la idoneidad de soterrar los restos bajo la autovía y cuestionó abiertamente que eso pueda garantizar la preservación de este bien tan excepcional a largo plazo.
Una preservación que, hoy, está todavía más en duda, después de que, a pesar de las repetidas advertencias y la recomendación explícita de la Delegación de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía, no haya sido cubierto y las lluvias copiosas de este martes y miércoles hayan descargado directamente sobre las estructuras excavadas, compuestas por morteros de cal y muros de tapial, materiales especialmente vulnerables a la humedad.
La charla, no obstante, se produjo el pasado martes en la Casa Árabe de Córdoba. En ella, Ventura, especialista en epigrafía y arquitectura clásica, ha sido enfático al defender que el yacimiento, del que solo se ha excavado un 20%, reúne todos los criterios para ser protegido con la máxima figura legal: la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC).
Ya lo reclamó en el informe que fue trasladado a la Delegación de Cultura y Patrimonio de la Junta de Andalucía, si bien el delegado provincial, Eduardo Lucena, determinó finalmente omitir esa declaración en las recomendaciones que derivó a la Consejería de Fomento, a la que le sugirió dos opciones: o desviar la carretera o elevarla para que pase sobre los restos.
El riesgo de la losa de hormigón
El investigador advierte de que soterrar los restos bajo una infraestructura tan pesada como una autovía plantea serios riesgos para la conservación futura. “No es solo ahora. Hay que pensar en dentro de 100 años, cuando se quiera desmontar esa carretera. ¿Qué maquinaria podrá retirar una losa armada de hormigón sin dañar los muros de tapial de tierra que hay debajo?”, se ha preguntado. Por eso, ha insistido en que cualquier medida que se adopte debe garantizar la integridad del conjunto a largo plazo.
Aunque reconoce que los aspectos técnicos de la obra corresponden a los ingenieros, Ventura sugiere que existen alternativas viables, como un pequeño desvío del trazado hacia el norte. “Hay espacio disponible. Tal vez el yacimiento se prolongue algo hacia esa zona, pero hay margen suficiente para modificar el recorrido. Y, si hay que tapar, más vale cubrir una parte periférica —las cuadras, los espacios secundarios— que no el núcleo del complejo, donde están la iglesia y los monasterios principales”.
Para el arqueólogo, el riesgo actual es que se repita un error del pasado. “No podemos hacer como en Cercadilla, donde se destruyó el centro y se dejaron solo fragmentos arriba y abajo. Aquí deberíamos proteger precisamente la parte mejor conservada, que es la que ya conocemos, junto con todo lo que queda por descubrir”.
Y es que este experto no descarta que bajo el terreno aún permanezcan estructuras de gran valor, como un posible baptisterio, lavatorio o incluso una segunda iglesia. Por eso, insiste en que el potencial científico del yacimiento es enorme y que cerrarlo bajo una carretera podría, a futuro, condenarlo al olvido.
La “punta del iceberg”
Según el arqueólogo, las evidencias documentadas hasta el momento lo convierten en un enclave de enorme relevancia para el conocimiento “de la vida del mundo monástico medieval hispano, para Córdoba, para la Iglesia de Córdoba y para la investigación histórica en general”. Por ello, considera que “merecería la pena protegerlo con la máxima figura de protección posible”.
El catedrático, sin embargo, matiza que los arqueólogos no pueden obligar a las administraciones a invertir en la puesta en valor de los restos. “Eso tiene que hacerlo la ciudadanía con presión”, sostiene. “Una administración o el dueño de un terreno no tiene por qué invertir en ponerlo en valor. Si no va a invertir, la mejor manera de conservarlo es taparlo, con las medidas de protección adecuadas”. Ventura puso ejemplos: “Ahí tenemos la Almunia, la Ronda Noroeste, el templo romano o los baños califales, que han estado décadas abandonados”.
En este sentido, Ventura distingue claramente entre preservar y poner en valor. “Si no hay una apuesta verdadera por consolidar y restaurar el yacimiento, lo mejor para que se conserve para las generaciones futuras es taparlo”, afirma. Pero insiste: esa protección provisional debe ir acompañada de una figura legal que garantice su custodia. “Lo que sí podemos exigir como arqueólogos es que se le conceda la máxima protección legal. Si no lo podemos investigar ahora, que se investigue en el futuro. Pero que se conserve”.
El arqueólogo recuerda que la propia resolución de la Delegación de Cultura “ya establece que o bien se desvíe la ronda, o bien, si se decide construir encima, debe excavarse de forma exhaustiva antes”. No obstante, expresaba su confianza en la administración autonómica: “Por ahora confío en que la administración competente en materia de cultura vele por la conservación y la investigación del yacimiento. Ese es nuestro papel como investigadores: estudiarlo y darlo a conocer a la ciudadanía”.
Ventura, que lleva décadas dedicado al estudio del patrimonio arqueológico cordobés, defiende que el yacimiento podría corresponder a un complejo monástico tardoantiguo o medieval de gran extensión, del que solo se han excavado unos 5.000 metros cuadrados: “Lo que conocemos es apenas la punta del iceberg. La geofísica indica que hay muchas más estructuras alrededor, y también hacia abajo”.
El arqueólogo ha concluido que el yacimiento “merece la máxima protección que otorga la Ley de Patrimonio Histórico Español, que es la declaración como Bien de Interés Cultural. Solo así podremos garantizar que este lugar, que puede transformar lo que sabemos sobre el monacato medieval en la península, no desaparezca bajo el asfalto”. O bajo el agua que, tan solo unas horas después, comenzó a cubrir los delicados vestigios.
3